Monday, February 19, 2007

CARNAVAL


Viernes de carnaval. Los amigos llegaron a nuestra casa, allí en el pueblo, para pasar juntos estos días. Me traían un regalo: "Vinícius, o poeta", un libro-disco, de la colección "Music Comix", de Gani Jakupi y Miquel Jurado, que contiene los dos famosos discos grabados por Vinicius de Moraes y Toquinho, en 1970 y 1971, en Buenos Aires, el primero con Maria Creuza y el segundo con Maria Bethania, y que recoge las actuaciones de los músicos brasileños en el cafe concierto "La Fusa". Mi amiga Paqui, sabe cantar las letras queridas de Vinicius: "Eu sei que vou te amar" y juntos entonamos para ellos. La tímida lluvia no deja de caer y la música ocupa su sitio, mientras miro una y otra vez los preciosos dibujos de Giani, llenos de fuerza y colorido, y las fotografías de aquellos días mágicos. "La tristeza no tiene fin, la felicidad sí. La felicidad del pobre se parece a la gran ilusión del Carnaval; la gente trabaja durante todo el año por un momento de sueño, para ser un rey de fantasía, un pirata, un jardinero y todo se acaba el miércoles (na quarta feria)". El siguiente día por la tarde salimos a ver el desfile, los disfraces, las canciones y llevo dentro esos textos y esas imágenes. Vinicius, el que amaba a todas las mujeres (con nueve llegó a casarse, pero a todas podía amar), y que sin embargo está enterrado con su madre y su hermana, al final, las mujeres más importantes y verdaderas, y el origen de su amor por las otras. Vinicius, que cantaba sentado delante de su mesa, con sus poemas delante y su bolígrafo, con su vaso de whisky y su tabaco. Vinicius, el amigo, que llamaba a los suyos nada más que para preguntar qué tal estás. Vinicius el que recibía por las mañanas metido en la bañera, mientras se daba su baño diario por inmersión (allí apoyada en una tabla de madera, la máquina de escribir, para no perder el momento de inspiración). Vinicius que, en el fondo de su alma, no se hacía ilusiones y sabía mandarlo todo "a tonga da milonga do kabureté". Vinicius, con su carga de formación jesuítica (el amor es sufrimiento): "O poeta só é grande se sofrer", minando la alegría del amor. Vinicius, el blanco más negro de Brasil, el hombre que amaba la noche, que hacía del encuentro humano un rito, en su Bar Antonio's del barrio de Leblon, en Rio de Janeiro, el conversador incansable, el hombre sin ambiciones ya y por lo mismo libre: después de todo estoy hecho a los fracasos, uno más o menos ¿qué cambiaría? Ya me he resignado a hacer lo que me gusta, sólo porque me gusta". Vinicius, también, el hombre contradictorio, el "depravado", difícil de comprender, esquivo, celoso de su libertad. La libertad de no tener nada, teniéndose, sin embargo, a sí mismo y a los amigos, generoso, siempre entregado a la vida, sin prejuicios (nos cuenta el productor del disco, Alfredo Radoszinsky). Yo recuerdo, escuchando esa música de Vinicius, esa voz madura, inimitable, llena de amor a la vida...y recuerdo a mi amigo Bernardo, tan parecido físicamente a él, tan parecido también en su vida desasida, pero finalmente pegada a la tierra. Bernardo a quien quise y me quiso, siempre dispuesto a nuevas ilusiones sabiendo que las desilusiones eran sus inseparables compañeras de siempre. Es Carnaval. La vida es un Carnaval. Hoy se celebra la vida, el engaño, la alegría que engaña a las penas. La vitalidad invade la calle, a pesar de los paraguas hace poco abiertos. Los jóvenes crean sus ilusiones, sus fantasías, el cuerpo se exhibe. Vinicius sigue fumando sus cigarrillos, bebiendo su whisky, mientras canta "Minha namorada".

Thursday, February 01, 2007

BOBBY


Bobby” es una obra coral llena de atención a los detalles, a las cosas pequeñas de la vida. Se narran sucesos insignificantes, ocurridos un día corriente a gente común que vive en un hotel. Hay pequeñas ilusiones (alguien acaricia en su bolsillo las entradas para el partido de béisbol de esa noche), pequeñas rutinas (dos viejos pasan su tarde en el hall, jugando su cotidiana partida de ajedrez), pequeñas ruindades (la telefonista se acuesta a escondidas con el jefe), pequeñas derrotas (la del esposo sometido al desprecio de una mujer alcoholizada)…

Todo esto es la ganga de la vida. Pero en ella, observando con atención, también puede descubrirse el oculto brillo del oro. Un pinche de cocina chicano es capaz de reconocer la grandeza moral de su jefe de cocina (Laurence Fishburne, en un papel precioso); una peluquera sabe entablar relaciones auténticamente humanas con cada una de sus clientes, participando de sus alegrías y tristezas, convirtiendo una relación profesional en un encuentro personal (Sharon Stone, bellísima, más hermosa en su madurez, es esa mujer, firme en su trabajo, firme en su matrimonio, firme en su proximidad a los demás, a pesar de todas las rutinas y de todos los engaños); una periodista aguanta sin comer, sin dormir durante días, vagando por el hotel con tal de cumplir su misión: transmitir a la juventud checa el mensaje del Senador Kennedy.

El atentado reúne todas estas vidas en una encrucijada trágica, imprevisible, sacándolas del anonimato. Pero, más allá de cualquier apariencia, cuando llega el crimen sabemos ya que los héroes de verdad son ellos: la gente común, que con heroísmo cotidiano, lleva adelante sus vidas, contra el viento del desamor y la marea del odio.