El nudo en los confinesIgual que recordamos unos ojos
que nos miraron una vez tan sólo
y ese recuerdo ingrato se convierte
en una coordenada incomprensible,
igual que nos conmueve la derrota
o nos educa el alma la experiencia:
Hay ciudades electas que se anudan
como una dulce envidia a nuestra vida.
Su voz nos reconoce de improviso
al encontrar sus calles, sus paisajes
familiares y extraños, sus rincones
parece que han mirado nuestros pasos
desde la propia infancia, sus razones
parece que son nuestras y en su clima
azaroso destilan
aromas conocidos que parecen
llegar desde un lugar que hemos perdido
en un tiempo inconsciente de la vida.
Hay recuerdos dormidos que parecen
despertar en nosotros.
De todas mis ciudades deseadas
es la más alejada la que añoro.
Aquella que se alzaba sobre hostiles
confines, la que asediaban aguas
extranjeras, la trazada por amplias
fortalezas, vencedora de asedios,
delicada y altiva, sospechosa
colonia inteligente que se inunda
cada tarde de luz y de horizonte,
yo añoro muchas veces la paciente
ciudad de
La Valleta y he tenido
en sus correctas calles la templanza
saliendo de mis ojos por mirarla.
Sí, recuerdo ese lugar como si fuera
un regalo del tiempo, una ganancia.
Jesus García Calderón, "
Los nudos de la vida" (Ánfora Nova, 20o6)