Friday, November 30, 2007

ENIGMAS COTIDIANOS


Suceden cosas que presentan la cualidad del enigma. Como si fueran pequeños acertijos, cuyo significado se nos escapa, como un koan japonés.

Junto al Hospital de los Venerables, en el barrio de Santa Cruz, en una mañana soleada de noviembre, libre de obligaciones, disfruto en buena compañía de una cerveza y un plato de jamón, en una mesita a la puerta de la Hostería del Laurel. La placita está preciosa. La vista se recrea en los colores y pienso en el regalo de estar aquí ahora, rodeado de turistas (italianos, ingleses...), viéndolo todo ahora con los mismos ojos de novedad que ellos. Uno de esos turistas está echando miguitas de pan a los pájaros. Vienen palomas y gorriones. Él -se nota- intenta que el manjar llegue a los más pequeños, lanzando las bolitas fuera del alcance de las palomas. Le digo a mi compañera: "¿Por qué hace esto? Las palomas son más grandes y necesitan más alimento para mantenerse". Desde la mesa de al lado, empiezo a lanzar miguitas a las palomas. Pero éstas parecen tener problemas. Llegan lo gorriones en rápido vuelo y delante de sus picos se llevan los trocitos más grandes. Las palomas son más torpes: picotean el alimento en el suelo y no pueden más que con las bolitas pequeñas. Llega de nuevo el camarero con la copita de rioja que hemos pedido y me dice: "Yo los tengo alimentados a todos estos. Pero a las palomas no hay que echarles comida. Son dañinas."

Dias después acudo a la farmacia. Voy con una receta para un anti-inflamatorio y un protector gástrico. Al pagar, el protector cuesta cinco veces más que el anti-inflamatorio. El problema no era de estómago ¿No es el anti-inflamatorio el que lo provoca? Del dinero que gasto, la mayor parte es para solucionar un problema que no tenía. Un problema provocado por el medicamento.

Esa noche le comento a Sergio el suceso. Él me ha dicho que una de cada cuatro personas padece una enfermedad mental. Le respondo que son los laboratorios los que han convertido en enfermedad lo que antes eran frustraciones o altibajos de la vida, y una vez diagnosticada la enfermedad, han aportado el oportuno medicamento, con sus oportunas contraindicaciones y efectos secundarios, para los cuales están indicados otros medicamentos más caros. Entre tanto, los médicos siguen recibiendo regalos y ofertas de viajes, de parte de los laboratorios.

Tuesday, November 27, 2007

EL DIA SEÑALADO


En "El día señalado" (uno de los relatos contenidos en el último libro de Vila-Matas, "Exploradores del abismo"), a la protagonista se le anticipan las circunstancias de su muerte. El pronóstico de una gitana, a los diez años, y extraños sueños, ya en su juventud, le hacen comprender que una determinada conjunción de circunstancias será fatal. A partir de ese momento toda su vida consistirá en evitar esa conjunción, siempre alrededor de una fecha determinada. Cada año, al acercarse el día, contemplará aterrada la presencia, uno tras otro, de los improbables elementos cuya conjunción configura el fatal augurio. Sólo podrá librarse de la angustia cuando, realmente, se enfrente a la muerte y vea reunirse todas las piezas de su pesadilla.

En la vida hay momentos que siempre se recuerdan demasiado bien. Son situaciones que nunca podrás olvidar. Y recuerdas todas las circunstancias que precedieron a la catástrofe. Llovía con violencia. El cristal se empañaba y el limpia no podía despejar el agua. Ella llevaba meses padeciendo los efectos de una cruel dermatitis, que la tenía postrada y sin ánimo. Tú no dormías bien. La sensación de fatiga era angustiosa. El estrés había aparecido en tu vida el año anterior, en forma de difusos dolores que tus amigos no tomaban en serio. Temías morir (no sabías que de pánico nadie muere). La capa de tristeza y cansancio había caído sobre tu hogar y todo parecía melancólico y terminal. Entonces te llamaron para llevar a cabo ese trabajo que tanto esperabas. Era el momento adecuado para dar un paso importante en tu carrera. Pero casi de inmediato fue abierta esa zanja en tu vida. Hubo que dejarlo todo aparcado. Había otras ocupaciones. Había que ser fuerte.

Al cabo de veinte años, los elementos de aquella conjunción se empiezan a presentar de nuevo. Un día caen ciento diez litros en Sevilla y dentro de tu coche rememoras aquél otro día oscuro y frío. Llega de nuevo la dermatitis. Ya hace un par de semanas te había sorprendido recibir -con veinte años de retraso- la misma propuesta que entonces declinaste. Ahora que todo esto ocurre, que el tiempo se adensa, que ha vuelto el cansancio, se abre la posibilidad de un cambio profesional importante...Y estás aterrado, porque ya no confías en la vida. Quisieras aplazarlo todo. Congelar el tiempo. Pero tienes que seguir adelante: sólo te curarás cuando todo se consume y transcurra el día que tú sabes. Estás asomado al abismo, explorándolo... esperando avanzar un paso más y traspasar el miedo.

Friday, November 23, 2007

CROSSROAD


La encrucijada se presenta de repente mientras íbamos andando. Hay que decidir por dónde seguir el camino. El que llevábamos se cruza con otro. Otro que tal vez parece más estrecho. Hay que hacer una cosa o la otra. "El camino estrecho" (proponía el Maestro). "El camino del corazón" (señalaba el místico). En la encrucijada -según las leyendas del Blues americano- se tiene una cita con el diablo, para proponerle vender el alma. ¿A cambio de qué? De ser el guitarrista más rápido. El que más dinero va a ganar, el más famoso...Tocar más rápido de lo que uno toca. Ser distinto -mejor- que lo que uno es. A partir de ese contrato, nuestra alma ya no nos pertenece.

En la encrucijada hay que acertar. ¿Quiere uno hacer ese trato? ¿Cuál es el destino? "El destino es el camino que haces". ¿Qué camino quieres andar? ¿Te da miedo perderte? ¿Es más cómodo continuar el camino que llevas? ¿Necesitas salir a otros caminos? ¿Cómo decidir? Sólo de dentro llega la respuesta. Pero es difícil hacer el silencio para escuchar (hay que acallar las voces de los otros, de los amigos, los que nos quieren, los que esperan mucho de nosotros, las razones, los posibles fantasmas). Alguien que soy de verdad yo, dentro de mí, escondido, conoce la respuesta.
"Nunca me he sentido libre de decidir lo que de verdad quería hacer, cómo deseaba vivir mi vida. De alguna manera he estado siempre decidiendo lo que se esperaba de mí, viviendo para otros". Eso venía a decir el protagonista de una película que ví este fin de semana en la televisión. Afortunadamente no se casaba al final con su novia. Su hermano descubría en esa muchacha tímida y envarada la alocada vividora que latía escondida. Y el novio -sólo en las películas sucede- encontraba en la hermana de la chica el verdadero amor. Debe ser muy triste al cabo del tiempo escuchar a tu hijo decir algo como lo que decía ese joven.

Monday, November 19, 2007

EL HOMBRE SIN EDAD


Una noche de estreno. Por primera vez tengo la oportunidad de escuchar en un escenario al coloso del saxofón. Sonny Rollins. No sé los años que puede tener. Sé que "Tune Up" fue el primer tema suyo que -hace ya años- escuché en un álbum recopilatorio de Blue Note y desde entonces ha sido uno de mis favoritos, con otros como "Airegin" (que era también uno de los preferidos de Tete Montoliú, que lo toco magistralmente en el legendario concierto del Palau).
El cartel que anuncia el evento es precioso. De un color rojo fuerte. Sonny es ya anciano, con todo su pelo blanco. Él que siempre fue rompiendo moldes. Con aquél corte mohicano en los años cuarenta o con su mosca y el cráneo rapado. Ahora su mirada vaga por el infinito, con un cierto cansancio. Pero todo es elegancia y clase.
Al hacer su entrada, veo a un hombre pequeño (yo lo esperaba más alto), encorvado sobre su saxofón. Hecho un cuatro. Temo lo peor: que sólo se nos venda nostalgia.
Pero desde el principio se ve que su técnica sigue impecable y su fuerza impresiona. El sonido agudo (saca sonidos de saxo alto a su tenor), pleno. La mente ágil, descomponiendo las melodías y recomponiéndolas una y otra vez. Él es Historia de la música y está ahí. Impetuoso, lírico...todo se ha dicho de él. "Esta noche vamos a tocar para ustedes..." -dice- y es verdad: cada noche se alza el telón del espectáculo. Y el jazz lo es. Esta noche es una más en una carrera que no termina, que nunca culmina. El artista de jazz se reinventa constantemente. Desde la pasión por el sonido de su instrumento. Desde la vitalidad de la improvisación y el renacer cada noche. Siempre buscando ese sonido perfecto.
La formación que presenta en esta gira está integrada por Bob Cranshaw al bajo, Clifton Anderson al trombón, Bobby Broom guitarra, Jerome Jennings batería y Kimati Dinizulu percusión.
Es una formación a la medida del lider, con un sonido que envuelve y da densidad al saxofón. Dos horas y pico que vuelan. Nos embauca a todos. Mis compañeros de fila llevan el ritmo con el pie, golpean con la espalda los sillones, menean la cabeza o estiran el cuello. Es apasionante sentirse unidos en este éxtasis de sonidos. Setenta y ocho años -leo en el programa de mano- y nos está haciendo mover a todos. Al terminar, tras haber cantado un blues y haber hecho mil diabluras con el saxo, se parodia a sí mismo e imita que corre. No puede. No sé como está dos horas de pie. Es una lección de profesionalidad, de constancia, de preparación (muchas horas diarias).
Tras esas gafas oscuras que hoy lleva está el hombre que hace dos años perdió a la compañera de su vida (Lucille), tras haber perdido a tantos y tantos compañeros de trabajo y amigos. Cumplir muchos años es irse quedando solo. Y ese hombre ha tirado para delante. Vuelve como gran maestro a viajar por el mundo, en una gira que nos muestra al último gigante del jazz vivo. Sonny Rollins. Un hombre sin edad, más allá del tiempo, que ha vencido al tiempo y se ríe de todo jugando con su saxofón, con la humildad y sencillez de cualquier principiante. Con el puntillo de demostrar que su edad no significa más que una cifra. En busca de ese sonido con el que sigue soñando y que suelta y atrapa de nuevo. Le dejamos ir (silenciamos las palmas para evitarle una segunda salida). Todos somos conscientes de que ha sido un gran esfuerzo y un gran concierto. Es suficiente. Sale con el puño en alto, feliz de haber tocado bien. Genial Sonny Rollins: en esa constante ilusión de cada noche está el secreto. Bien por usted, maestro.
Abandonamos satisfechos el teatro y nos perdemos entre las calles de Sevilla buscando un lugar donde comentarlo.

Friday, November 16, 2007

TIEMPO LENTO: DEBILIDAD

Hay momentos en que todo parece que se frena y se remansa. Está uno sin ganas. Se ha quedado vacío. Produce poco. Hace pocas cosas. No pone apenas empeño en nada. Deja que pase el rato sin más. Relajadamente, sin agobio ni angustia. Simplemente dejándose estar, dejándose vivir.

En ese tiempo de reflujo, alguien me recuerda la parábola del sembrador. Él siembra y luego se va a dormir. Y al día siguiente se levanta. Y pasan muchas semanas...Y él está tranquilo, aunque no hace nada. Sabe que la tierra tiene su propia fuerza para hacer crecer la semilla. No se le pasa por la cabeza que dependa de él lo que en la tierra va sucediendo. El poder está ahí y está a nuestro favor, pero no es nuestro. Es de la vida, lenta y poderosa, que va cumpliendo su tarea. Y nos hace llegar a todos -tarde o temprano, por más o menos meandros- al conocimiento, al amor, a la plenitud, a la paz, a la belleza.

Cuando uno consigue algo, cuando llega el fruto, es el momento de la humildad: no es tuyo el fruto que recoges, es obra de la buena semilla y de la tierra. No puedes apropiarte de ese poder. No es tuyo. Tú has sido el instrumento útil, a través del cual la vida ha producido esa riqueza.

Siempre, siempre, la cosecha es un don gratuito, un don amoroso de la vida. Un regalo, sin proporción a nuestras fuerzas. Lo que cuajó y se cumplió (un libro, un alumno, un amigo), no lo conseguíste tú. Lo que no prosperó (un libro, un alumno, un amigo), tampoco fue tu culpa. Has puesto tu parte y luego te has retirado a descansar. Y está bien.

Las cosas son como deben ser. Estamos los que teníamos que estar. Por más que breguemos, lo principal no lo ponemos nosotros. Las cosas llegan a su momento. No cuando tú crees que era tiempo. El maestro llega cuando el alumno está preparado. Cuando ha deseado sin tregua que llegase...Aunque el maestro es un indicador: lo principal nadie puede enseñarlo, porque sólo puede aprenderlo uno cuando llega su tiempo. El que necesite. El suyo. Todo lo que antecede -las pruebas, los fracasos- no es baldío, por tanto, sino preparación, vaciamiento. Todo tiene un sentido. Uno está donde está, pero a la vez, está en el camino. Permanecer en él es suficiente. El camino te lleva, cuando lo has elegido.

Cuando vuelva la marea, la actividad, el reto, la acción...será otro tiempo. Un tiempo diferente. Intenso y fuerte. Pero este tiempo vacío también trae un regalo: la paz, el desprendimiento. Alguien me dijo que buscaba su debilidad, porque se sentía en exceso poderosa. Y ese sentimiento es, a la vez, una forma de devolver su poder a la vida, que es la que sabiamente nos lleva. Y es la que -a través de cada uno de nosotros- generosamente brinda los dones y realiza los milagros.

Tuesday, November 13, 2007

LA TOXINA DEL MIEDO


Sonoma. California. Una pequeña ciudad, típicamente americana. Con construcciones antiguas (allí lo antiguo es de mil ochocientos setenta), que se conservan primorosamente, con sus estancias y patios adaptados como modernas terrazas, donde tomarse tranquilamente una cerveza. Como siempre, para conocer un lugar, conviene saber qué consumen. En el supermarket, la sorpresa me la depara la sección de alimentación. Maravillosa, fotogénica, la sección de frutas y verduras. Una gran extensión, en su mayor parte de productos calificados de "orgánicos". Aquí, en España, la agricultura ecológica sigue en un ridículo porcentaje del uno por ciento de ventas.
A la vuelta me han llevado a visitar un olivar en Córdoba. Allí grandes olivos, colmados de fruto. Y grandes distancias entre ellos. Donde tienen menos espacio, producen menos. La tierra no es tonta. Esto, me dicen, es para quitarlo todo y poner riego por goteo. Hoy el futuro, me dicen, es el olivar superintensivo. Crecimiento vertiginoso. Enorme producción. Vida corta, diez años. Los olivos viven apretados unos junto a otros, son olivos enanos.
Y recuerdo ese maravilloso Jardín japonés en el Golden Gate Park. Qué bonito, dije. Pero ella me recordó el sufrimiento de estos pequeños árboles enanos. Podados a diario. Aplastados con pesos para que no crezcan. Árboles martirizados. Sufrimiento que me era totalmente ajeno. Bastaba la belleza. El resultado. Un bosque disponible para el disfrute del ojo humano, en la reducida extensión de un patio. Pero para ello se había tenido que retener el crecimiento de las plantas (qué distinto ese jardín al cercano bosque de secuoyas centenarias, erguidas decenas de metros por encima de la altura del hombre: qué orgullo el del hombre sometiendo a esos gigantes a ridículas miniaturas).
Y ese sufrimiento, más cercano, de los animales, de los pollos sin espacio para vivir, despojados de movimientos, alimentados por una máquina, sin ver el sol, sin vida familiar (suena decirlo hasta ridículo, pero ¿por qué?). Y esos traslados en camiones, los cerdos, hacinados, haciéndose encima sus necesidades. Ese miedo de los animales que comemos. Comemos miedo, con su carne. Ellos, grandes sacrificados, en sus pequeñas vidas, en su derecho (algunos creen que es ridículo hablar de derechos de los animales, pero ¿por qué?), derecho a una dignidad propia de todo lo que tiene vida. Perdonadme árboles, hasta ahora no os incluía en el dolor. Gracias Ana por abrirme los ojos.
La toxima del miedo que se nos mete en el cuerpo al comer esa vida sufriente. Esa toxina que nos enferma con el estrés inoculado por nosotros en la naturaleza.
Aumenta la rentabilidad: menos espacio, más unidades, mayor producción. Vida más corta, vida estresada, vida en el miedo. Esa rentabilidad ¿es humana? Esa toxina que comemos ¿no nos cuesta un precio añadido?
No a eso. Es negarse a ese tipo de consumo. Y en esto, los americanos, esos "tontos sin historia", están por delante. En sus supermercados se paga el coste marginal necesario para que ese animal, esa planta, puedan disfrutar de sus días. Puedan, con todas las comillas que queramos ponerle a la frase, "ser felices". Y puedan darnos esa felicidad. Que al comerlos incorporemos parte de ese legado de vidas plenas, para nuestra propia plenitud que estará, sin duda, en compartir nuestros derechos con todas las criaturas, grandes y pequeñas, que nos acompañan, y que se nos dan. Y -como pedía Jalil Gibrán, el poeta libanés- que al comernos esos frutos de la vida no nos olvidemos de darles las gracias por eso que nos dan, esa energía de vida. Energía sin toxinas. Cultivos naturales, que den su espacio a los animales y a las plantas. Ganadería y agricultura orgánicas, ecológicas. Todos podemos, en lo que esté de nuestra parte, pedir otras condiciones de vida, de muerte, de crianza, de transporte, para los animales y todos los seres vivos.

Monday, November 05, 2007

EL REGRESO

Como dijo Olvido, "el regreso es el verdadero viaje". Nos vamos quizás para volver. Y volver con un amuleto, una prueba del otro lado. ¿Qué amuleto encontré? "Las puertas del pasado" (ese lugar junto a un templo circular, frente a una superficie de agua) que es una de las claves del vértigo. Éste es miedo y a la vez fijación en algo, deseo y temor a lo que se desea. Hay algo de lo cual no podemos apartar la vista, algo que nos atrae profundamente pero que nos causa pavor. En esa tensión, la mirada queda cautiva y uno se siente paralizado, sin libertad ni poder para seguir adelante.
Las puertas del pasado están abiertas. Y el pasado se vuelve a presentar como un lugar al que volver. Una puerta que quiere ser abierta una y otra vez. Algo que nos engulle, negándonos la posibilidad de comenzar de nuevo.
"El cementerio de Misión Dolores". Es la otra clave. Un lugar de tumbas, un lugar de paz y de belleza. La tierra de los muertos es un lugar lleno de flores, que crecen de esa tierra, un lugar donde quedarse, como si una tumba abierta nos atrajera, nos llamase a desansar allí...La tumba de uno, la muerte de uno. Esa adivinanza que es el bosque de las secuoyas sempervivas. Árboles milenarios que convierten la vida humana en una dimensión minúscula entre dos eternidades de vacío, como la temblorosa línea dibujada en el tronco de un arbol, en medio de un bosque que nos engulle.
La tumba, agujero negro, sexo femenino, que atrae y a la vez aterroriza. Torre a cuya cima no podemos llegar. Pasillo con fragmentos de espejos rotos, que de seguirse andando, conducirá de cierto a un punto sin retorno. Parálisis del miedo.
La imposibilidad de regresar es el gran miedo. Perder el vuelo de vuelta. Quedarse para siempre deambulando por los pasillos de un enorme aeropuerto. Pero el regreso (el presente) es el verdadero viaje. Ir a nuestro pasado y volver. Liberarnos. Cerrar esas puertas. Cruzar ese puente hacia el otro lado. Ese puente hecho de treinta mil cables de acero. Rígido, pero capaz de sostener la pasarela. Ese cable, del que hemos ido tendiendo los tirantes de un puente al otro lado. A la luz de Sausalito. A las casas lacustres, a la libertad de nuestro mayores, los hippyes, que creyeron en tantas cosas olvidadas, y que hoy recalan allí todavía, con sus barbas amarillas, con su vestimenta informal, con sus flores, con la su sencilla belleza, como un recordatorio de los anhelos de tantos que vivieron su juventud como una proclamación de derechos del ser humano. Los últimos románticos. Su testimonio. Lo que fuimos aquél verano de 1.967. El legado de esos jóvenes universales. El futuro está en el pasado quizás.
Hemos ido a Castro, donde el sexo se siente liberado de tabúes, pero siento que por el camino se ha perdido algo importante. El sexo era emblema de libertad, pero al final la libertad se ha devaluado, se ha quedado en pura imagen. Ahora la homosexualidad es un estatus vinculado a un cierto nivel de vida, a una capacidad de gasto, a una estética. Algo excesivamente inmediato e impulsivo, primario y vacío. No era eso. No se trataba de liberar los sentidos sino también la mente, no se trataba de crear un nuevo ghetto, otra bolsa de consumidores. Era algo más. La conquista ha sido también una rendición.
Vuelvo del pasado al presente. Y en el viaje de vuelta, "Hairspray", un musical sobre los sesenta, que recrea aquellos años en que era posible la juventud, esas rupturas que hoy nos parecen inofensivas y pueriles. Y sin embargo, esos jóvenes con su pacifismo, su integración racial, su hedonismo, su rock and roll, hicieron historia. El regreso es el verdadero viaje.