Sunday, September 28, 2008

ENCARNACION EN SICILIA

Partimos a Sicilia. Allí busco los templos, las poderosas columnas dóricas, el equilibrio griego. Quiero descubrir el misterio de esas palabras resonantes: Agrigento, Taormina, Siracusa...Voy con el temor de encarnar el espíritu de eso que -hasta ahora- era una magia que me hace soñar.

Han dado lluvia en Palermo, y pienso en esos campos mojados, en esas ciudades antiguas, en los burros y en las bicicletas.




Palermo. En una Iglesia abandonada, como tantas en Italia cerrada al culto, entre tanta ruina, sorprendió a mis amigos como una aparición mágica, la obra inesperada del genial mallorquín. En la anarquía de esta ciudad todo podía suceder y todo era a la vez feo y esplendoroso, sucio y sensual. Allí encuentran los animales más sencillos convertidos en nuevos santos.


Iglesia de Santa Eulalia de los Catalanes. 1998. Miquel Barceló escoge este templo para encerrarse dos meses en una tensión espiritual que enfrenta los referentes cristianos con el ambiente pagano que se respira en el ajetreo cotidiano del mercado de la Vucciria, en cuya poximidad se alza el templo.
En esa pasión creadora Barceló se aisla del exterior, de las acusaciones de sacrilegio y deja que en su imaginación surjan destellos como ese Cristo como mandrágora de uno de los apuntes que traza en su cuaderno por esos días. Misteriosas asociaciones entre la cultura griega y la cristiana, que son evocadas desde el interior de las ruinas.


Aparecen así asnos, corderos, peces, que son símbolos del primitivo cristianismo y a la vez, en ese lugar, reciben un poder de transgresión, una suerte de encarnación del espíritu en la vida del mercado, la materia santificada, la comida transformada objeto de culto. Nada es poco santo, nada es impuro.

El espíritu que empapa la materia, ese espíritu acumulado durante siglos, se muestra entre la podredumbre, como sucede con las momias de las Catacumbas de Palermo. La naturaleza es tambien podredumbre, de la que puede sobrevivir la eternidad.

¿Será este el secreto de la isla? La cultura ¿supone acaso superar la belleza? Acaso es algo tan natural como la comida, como el sonido de los campos y del mar. Como el pescado, que Barcelo una y otra vez representa, lleno de consistencia material, disponible para el banquete.

Monday, September 22, 2008

EN MEDIO DE LA VIDA

Este verano leía no sé dónde algo parecido a esto: "Fue uno de esos buenos judíos, que dedica el 90 % de su tiempo a los hombres y sólo el 10 % a Dios". Me pareció que Dios estaría de acuerdo con este juicio.


Luego, mi amiga la del pelo irlandés, me ha enviado un correo en el que comparte conmigo un poema hermoso de Pedro Casaldáliga, que resume esa misma idea, sin necesidad siquiera de mencionar a Dios:



Al final de camino me dirán:
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
Abriré el corazón lleno de nombres
.




Y está bien, porque es ahí, junto e ellos, donde está la vida.

(Para Natxo)



Thursday, September 18, 2008

MADONNA EN SEVILLA

Estuvimos allí. Sevilla se movilizó. Más de 45.000 personas. Autobuses lanzadera al estadio “olímpico” de la Cartuja (ese derroche bellísimo).
El espectáculo resultó rabiosamente americano. Quiero decir: mucha energía… pero una total falta de estilo. Derroche, superficialidad, exceso. Como las cadenas de oro de un rapero. El montaje, tan pretencioso como banal. La música, absolutamente prescindible. Pero toda la potencia del mundo y todos los medios técnicos imaginables. Potencia…pero sin criterio. Inanidad.


Lo peor: el innecesario batiburrillo pseudo-espiritual que nos largan a mitad de concierto, que no viene a cuento para nada. Ver proyectados en las pantallas gigantes nombres como el de Jesús-Buda-Jehová-Krishna…me resultó desagradable por frívolo. Como propone la Nueva Era, la espiritualidad se presenta como un ”totum revolutum”: todo es igual e intercambiable...y, claro, todo acaba vaciándose de contenido. Todo acaba siendo igual a nada. Para colmo, me dicen que Madonna se acaba de convertir a la Cábala: ¡cualquier cosa!
Patético resultó el video sobre el pueblo gitano y los pobres del mundo, proyectado ¡en Sevilla! Pura incultura cutre y autosatisfecha, también típicamente americana. Patético, pero sobre todo obsceno, cuando la miseria se proyecta en medio de un escenario que contiene un millón de dólares en cristales de Swarovsky.
Sí. Vale. Un concierto es fundamentalmente algo lúdico. Un juego sin trascendencia. Y así hay que juzgarlo. En este sentido, es todo un espectáculo y merece la pena. Madonna se mueve y hace un despliegue físico impresionante. Todo funciona como un reloj. No importa demasiado que utilice el play-back. Se le perdona. No importa que esté fría. Se le perdona. Que no haga ningún bis. Se le perdona todo. El público es incondicional.
Pero lo que Madonna pone sobre el escenario es chabacano, desde el vestuario, hasta el sexo (esos movimientos pélvicos compulsivos dirigidos al público…). Al final, puro infantilismo, como el juego de la comba o el boxeo.
Sólo la autoparodia de las cuatro etapas de su carrera (con dobles disfrazadas de Madonna) tiene el sello de la ternura…ella enfrentada a la que fue…despojando a la que fue con furia de sus adornos de novia (de su virginidad) y los pechos falsos de Gaultier. Igual de tierno que su intento de volver al comienzo…a la guitarra rockera. Cuando empezó a tocar de verdad música con un grupo juvenil. Cincuenta años después, todo parece demasiado falso. Aunque funcione la caja registradora.
Yo que Obama, pediría que suprimieran mi foto, como fin de fiesta del concierto.

Friday, September 12, 2008

EN LA FILA

Tras la lectura de la novela de Imre Kertész, “Sin destino”, persiste en uno el estupor. Estupor, ante la forma en que los húngaros aceptaron la suerte de los judíos. Es más, estupor ante la forma en que los propios judíos aceptaron lo que les iba sucediendo, muchas veces sin una idea clara ni siquiera aproximada de lo que fuera eso de “ser judío”.
Nos enteramos de que las estrellas amarillas que vendían en las tiendas tenían mejor calidad que las hechas en casa. Lucían más iguales las puntas, y eran rígidas, gracias al cartón duro sobre el que iba cosido el fieltro.
Cuando alguien era deportado, se celebraba una fiesta de despedida. Se comía bien, se reunía toda la familia y amigos, había abrazos al deportado, deseos de volverse a ver muy pronto…
La docilidad ante todos estos sucesos resulta tremenda. Un policía se basta para detener a cientos de judíos jóvenes, fuertes…y conducirlos en fila hasta un barracón donde se les encierra bajo llave, sin que haya una protesta. Creen todo lo que les dicen. Todos colaboran, e incluso bromean con el policía, al que consideran “simpático”. Fácilmente se entusiasman con la idea de ir a trabajar a Alemania y se apuntan voluntarios al viaje en tren: son listos, ocuparán los mejores puestos, y viajarán más cómodamente (a razón de sesenta personas por vagón…y no ochenta). Les espera la aventura, la independencia.
La inocencia continúa al llegar a la estación. Allí, con apenas el apremio de unos golpes y unos empujones, les hacen formar una gran fila de tres mil personas. En el centro de la fila, se tarda unos veinte minutos en llegar a un punto donde un médico dedica dos o tres segundos a examinar al siguiente y enviarlo a uno de los dos grupos que se forman a cada lado. El joven protagonista de la novela ante el doctor saca pecho y le sonríe. Le tranquiliza la expresión bondadosa de su rostro, el color claro de sus ojos…hasta cree que le ha caído bien.
Luego, progresivamente, paso a paso irá cada uno comprendiendo cómo son las cosas por allí. Irá descubriendo las chimeneas, las duchas…el gas. Todo poco a poco, pasando al siguiente nivel, asimilando así las cosas.


Al volver a casa todos aconsejan al deportado que olvide su pasado, como única forma de iniciar una nueva vida. Tiene dieciséis años y sólo ha pasado un año en los campos. Entonces, Imré Kertész dice lo que piensa ahora: que nunca se puede empezar una nueva vida, habría que perder la memoria. Uno no es un sujeto pasivo de las circunstancias. Uno no tiene un destino trágico: el destino de los judíos lo trazaron también ellos mismos, avanzando en fila hacia el matadero, y los húngaros, aceptando lo que sucedía…Eran cosas que pasaban, pero también cosas en las que uno podía construirse, dar pasos, en una dirección u otra. Y por eso ese destino era el que cada uno construía. Y construyéndolo se hacía a sí mismo. Y sólo enlazando con eso podía continuarse la vida, mientras uno recordase.

Engañosa es la mirada al pasado, cuando todo parece concluido (nada concluye). Engañosa, la mirada al futuro cuando todo parece comenzar (nada comienza). En cada momento, única realidad existente, pasan cosas, hay un contexto. Pero dentro de él, está uno con su trayectoria, los pasos que uno ha ido dando y que trazan una dirección, un norte: Irme Kertesz llama a eso la honradez. Olvidar sería verse uno privado de su honradez.