Friday, October 31, 2008

BOTHISATVAS

He leído que existen "bothisatvas" inversos. Seres muy evolucionados que vuelven a la tierra para ayudarnos, haciéndonos precisamente la puñeta, fastidiándonos y haciéndosenos odiosos. Así nos enseñan a trabajar el amor en nuestro interior. El amor incondicional que reconoce en el otro parte de nosotros mismos, y en lo que rechazamos del otro, aquello que en nosotros devemos perdonar y reconciliar.

Aprender a amar. Porque amar a alguien es mirarlo con amor, en su debilidad, ver por debajo de su careta de agresividad, de reproches, de quejas, de desdén.

Amar a alguien es ver en él lo mejor que hay, lo más inocente, y admirarlo en eso, confiar en esa parte que en él hay, ese don, en sus posibilidades, por encima de nuestra incomprensión a sus actitudes, a veces, o sus defectos o errores.

Amar a alguien es renunciar al amor propio, a pedir explicaciones, a tener derechos adquiridos, a que todo con él nos resulte claro, seguro y fácil, a que nos haga felices, a entenderlo siempre, a que todo en él sea equilibrado, a ser lo único que él necesita para ser feliz

Thursday, October 30, 2008

MI UNIVERSIDAD

Como antiguo alumno de la Universidad de Navarra, quiero condenar desde este modesto rincón el atentado de esta mañana. Las fotografías del Edificio Central en llamas o de ese maravilloso campus humeante, son muy dolorosas para todos los que creemos en la cultura, en el diálogo, en el estudio y en el esfuerzo. Querer destruir todo esto no es sino una expresión salvaje del odio analfabeto de los intolerantes fundamentalistas. Todo lo opuesto a lo que es la Universidad.

El campus universitario es un lugar hermoso, espléndido, un jardín botánico en que cada árbol y cada rincon ha sido cuidado con mimo. Es el lugar donde muchos jóvenes pasean sus primeros noviazgos o comparten los momentos distendidos de la jornada docente. La Universidad es algo hecho con el cariño de mucha gente, un lugar por el que, los que hemos pasado por allí, conservamos un cariño especial.

Mi recuerdo para todas las familias que tienen hijos estudiando en Pamplona y que hoy habrán vivido el sobresalto la noticia y la inquietud por sus chicos. Mi solidaridad con los heridos, sus familiares y amigos. La Universidad es una gran familia impulsada por un espíritu de superación y apertura, y estoy seguro de que este espíritu pasa por encima de los odios. Allí aprendí muchas cosas para la vida. Gracias a mis profesores de entonces y a todos los que continúan esa noble tarea.

Sunday, October 26, 2008

DOKTOR FAUST

Mientras me arreglan el ordenador, aprovecho ratos perdidos ordenadores ajenos -apremiado por sus dueños- para escribir a vuela pluma y mantener viva (superviviente al menos) esta página (la única en que insisto). Mi proceso como bloguero, como todo proceso vivo, ha conocido la exaltación y el debilitamiento. Ahora escribo de lo que me va pasando y casi no leo, no tengo capacidad de leer, nada de lo que escriben aquellos que me acompañan. Hay apenas un hilillo que queda, pero sigue el deseo de expresarme, en este tiempo un tanto desconcertado e intranquilo en que, un tanto perdido, apenas encuentro reposo. Me propongo aguantar el paso de la noche, hasta una nueva aurora, en que recuperre la serenidad y el tiempo.

Ayer - y cuento el dìa a día- me salió al encuentro una fiesta de cumpleaños, un reciente cincuentón que soplaba las velas, como yo lo hice, y allí, amistades, unas de hace tiempo (queridas) y otras nuevas y prometedoras, risas, carnes argentina en el asador, un día de sol precioso a fines de octubre, en una comida de campo. Casi sin tiempo, cuando todavía duraba la tertulia, a la ópera: "Doktor Faust", de Busoni. Me habían dicho que era un tostón, que mucha gente se había ido en el descando en las representaciones anteriores. No había gustado esta ópera "alemana" en Sevilla.


Y aquí vino la sorpresa. Un espectáculo total. Dos horas y pico de placer estético y musical. Una música delicada y sutil, sugerente, para escuchar con los ojos cerrados, tenues notas medias, armonías leves. Sonidos que me evocaban, ahora la canción de la tierra de Malher, ahora las polifonías medievales, acordes del órgano catedralicio de Ayerra, intercalados, ecos latinos del Carmina Burana de Orff o música religiosa del Credo in unum Deum. Lo religioso y lo profano. El montaje, espectacular. Polichinelas con sus máscaras y sus barrigas hinchadas, personajes con movimientos epilécpticos de androides, marionetas doradas, seres con capirotes en blanco y negro (católicos y protestantes, españoles y alemanes ante la Inquisición), sorprendente cruce de espadas entre samurais, curas con bonete y bastón... hombres que empujan carretillas que recuerdan al Infierno de Dante y hombres de frac, salidos del expresionismo alemán, seres que emergen y desapareden en paisajes pedregosos, la corte de Parma, el vacío de un ámbito nevado, o la búsqueda del ideal -la oración de Fausto- sobre fondo de un gran ojo que mira y es mirado. Embeleso de una representación inolvidable.




El argumento es conocido, aunque no utiliza sino parcialmente los antecedentes de Malowe y Goethe. Tres estudiantes de Cracovia, tres visitantes misteriosos, dejan a Fausto un regalo: un libro de magia (un misterioso monolito luminoso, que recuerda al 2001 de Kubrik). Es un ofrecimiento del poder, en el momento en que Fausto huye de sus acreedores, del hermano de su amante abandonada, que clama venganza, de los curas de la Inquisición que le acusan de sacrilegio. En ese momento de debilidad human, es invitado a invocar a las fuerzas ocultas del mal. Se le ofrece la satisfacción inmediata de todo deseo (la muerte de sus acreedores, del hermano de su amante, que le persigue). El rector magnífico, el sabio, es un hombre animado por la voluntad del intelectual: el deseo de satisfacciones, el deseo de que la acción sobrevenga inmediatamente a la intención. Salir de la muerte, del vacío de su vida. La felicidad. Lo que ha creado Dios no puede morir, y su alma inmortal aspira al ideal, a la plenitud de la felicidad, del poder.
Fausto invoca a esas fuerzas en uno de los momentos más brillantes del drama: sobre un sobrio escenario unas vías conducen a unos sótanos de los que emergen unos seres vestidos de negro, se convierten en llamas de fuego. A cada uno interroga Fausto y es Mefistófeles el elegido: es un ser tan rápido como el pensamiento del hombre, y por ello es adecuado a la ambición de Fausto que es una ambición sobre todo mental. Fausto tendrá la fama, tendrá las mujeres que desee, el poder. Pero él exige, además, la libertad. Se niega a ser esclavo. Pero al fin acepta el mal, y así se verá obligado a servir a Mefistófeles. Mefistófeles, bajo múltiples disfraces, llevará a cabo lo necesario para que los deseos de Fausto se cumplan, mientras dure su tiempo. Cuando termine, será suya su alma.


Fausto seduce a la duquesa de Parma, delante de su esposo el mismo día de la boda. Haciéndole una demostración de su poder, haciendo aparecer a la Reina de Saba, enamorada del sabio rey, Salomón; haciendo aparecer a Dalila, abrazada al poderoso Sansón, y finalmente, la imagen de San Juan a punto de ser decapitado por el deseo de Herodes hacia Salomé. Es la posibilidad de hacer morir al duque lo que indica Fausto. Ese embrujo, ese embelesamiento de la mujer que sigue sonámbula al seductor...es magníficamente representado, en un juego que terminará en tragedia. La amante es abandonada. Fausto recuerda gravemente el episodio ante unos hombres de mundo que le interrogan, en una taberna, tiempo después. Y entonces aparece Mefistífeles a contar que murió la mujer y dejó un hijo, también muerto cuyo despojo muestra con cruel mofa, para convertirlo de inmediato en juego, en muñeco de paja al que prende fuego.
Al fin, los estudiantes de Cracovia anuncian a Fausto que llegó su último día y él intenta rezar, intenta hacer una buena acción que le valga la salvación, como de niño le contaron. Y aparece entonces la madre muerta con su criatura, el niño, al que Fausto, en la última escena, entrega su vida para que todo se consume, alejándose hacia un juicio, cuyo resultado ignoramos, mientras Mefistófeles -bajo forma de un sereno que recorre las calles con su farol- anuncia un cambio de tiempo y heladas.
"Sólo cuando se mira adelante es tolerable la vida", algo así dice Fausto.

Thursday, October 09, 2008

SEMILLA DE RECUERDOS

Lo que queda en uno de un viaje, uno no lo sabrá hasta que pase un tiempo -tantas son las impresiones condensadas en pocos días...-. Pero en nuestro periplo siciliano, por encima de las cosas y los lugares, ha ocurrido el milagro del encuentro con nuevos amigos: Abedardo y Luisa, como Miguel y Amelia, forman ya parte de nuestras vidas y ¡qué mayor riqueza puede uno encontrar andando por el mundo! Su compañía, los momentos compartidos, la vida que nos hemos contado, el proyecto de vernos de nuevo, eso es lo que prevalece por encima de todo lo demás de estos días viajeros.


Quería recoger imágenes del viaje para mi blog. Hice muchas fotos con el teléfono móvil, para pasarlas al ordenador a la vuelta. Siracusa, su catedral, construída con las columnas dóricas de un templo griego, como imagen del ciclo eterno de destrucción y reconstrucción. Los ojos de Santa Lucía, en su plato (exvotos de ojos, de plata y oro de sus fieles, expuestos junto a la estatua de la joven degollada). Las calles de Palermo, con su belleza demolida y decadente. Los mercados, los teatros, Taormina, templos de Agrigento enmarcados en campos de tierras ocres y verdes cipreses, almendros y olivos centenarios, el mar (los mares), Cefalú y su playa adonde bajé a mojar mis pies y a aspirar por la nariz el agua del Tirreno. Esas nubes que en la tarde convierten la luz celeste en ambarina y roja. Ese cielo azul turquesa increíblemente intenso. Esa brisa salina en la noche.


El mismo día de mi vuelta, desapareció el móvil y con él mi tesoro de imágenes (fue como si se disolviera en el éter). Pero ahora comprendo que las imágenes no eran necesarias o eran insuficientes. Empobrecen los recuerdos. Las sensaciones, las impresiones quedaban ahora liberadas de toda referencia concreta. "Todo lo fijo mata" y este viaje ha sido, al final, vida.


Ahora, queda sembrada la semilla de un recuerdo. Como ese lugar de jazz, en la noche de Palermo, tomando unas cervezas con los nuevos amigos, escuchando un cuarteto de Quebec (ese piano con toques monkianos y ese sonido del saxo, puro, reconocible).


Había comenzado el viaje con el regusto de una novela recién terminada de Alberto Moravia ("El hombre que mira"). El narrador es un hombre que mira, a diferencia de su padre, hombre de acción, dispuesto a rivalizar con su hijo por el amor de una mujer. El protagonista es un voyeur cuyo placer es esencialmente visual e imaginativo. Su esposa, cuyo amor posee para él la cualidad ideal de retrotraerlo a sus días infancia, a ese rostro abandonado de la Virgen de su niñez, tiene ahora un amante que la ama de otra manera.


Deseoso de realidad, para el viaje elegí "Fiesta", de Hemingway, pensando en vivir este viaje como un hombre de acción, como lo fue el novelista (vitalista, sportman), que descubrió al mundo las fiestas de mi ciudad natal. Creí que sería una buena compañía por esas tierras sensuales del Mediterráneo.

Pero, para mi sorpresa, el protagonista de la novela, resulta ser también un hombre que mira. Un hombre impotente para el amor. De hecho, el hombre de acción no fue sino el personaje inventado por Hemingway para huir de la literatura. Los jóvenes viajeros de "Fiesta" se entregan a una orgía etílica contínua en la Pamplona exótica de los años veinte. Pero para el protagonista la embriaguez no es sino el precio que hay que pagar para alcanzar un estado sensitivo determinado, un estado en el que puede leer sus libros preferidos de otra manera, sintiendo que lo que lee lo ha vivido realmente. De esa forma lo que lee pasa a formar parte de él para siempre. Es, pues, un hombre que busca la eternidad, empapándose de realidad. Busca retener sensorialmente ese momento hidizo y huir más allá del tiempo.

Un impulso semejante al que me hizo bajar a la playa de Cefalú, únicamente para mojar mis pies y aspirar el agua marina, sellando sensorialmente el espectáculo visual que me rodeaba.