Sunday, October 31, 2010

UN DOMINGO SIN LUNES



Ha pasado algo. Era un domingo diferente. Un domingo sin lunes. Un domingo que, por una vez, parecía no escaparse entre las manos, parecía humano y amable. Pero ha llegado luego este lunes raro, convertido en un siniestro domingo duplicado...y mi encuentro nocturno de ayer con el hombre invisible por las calles sevillanas, esa mezcla de risa y miedo...se ha convertido en la premonición de una realidad impensable que ha hecho volver el recuerdo olvidado de ese otro hombre invisible de mi infancia.

Wednesday, October 27, 2010

UNA ANTIGUA FOTOGRAFÍA



Las fotografías amarillean. Pierden el color. Pierden nitidez. Luego se pierden o se olvidan. Pero el tiempo retenido ahí, en ese papel ¿dónde fue? Diana era ese ser único que es en esa fotografía juvenil. Fresca. Congelada. Muerta.

Thursday, October 21, 2010

SALANDER



Alguien que no cree en el amor. Un vida demasiado dura. Alguien que sabe protegerse. Que tiene a su disposición toda la fuerza necesaria para utilizarla cuando se siente en peligro. Dueña de su fuerza, pero enajenada de su ternura. Nunca baja la guardia. Y sin embargo…

No había leído la novela, alguien me la quitó de las manos en casa cuando apenas la habìa empezado. Seguro que es mucho mejor el libro. Pero la película me ha enganchado. Sobre todo, por una vez, hace mucho tiempo, el amor no es aquí prosaico deseo físico. No es tan fácil en la realidad. Al revés. No te lo explicas normalmente qué pasó. Surge. Aparece. Es algo contradictorio. Mezcla de sentimientos que se confunden. Amistad. Admiración. Instinto protector. Soledad. Camaradería. Y Salander es capaz de obedecer esas instrucciones confusas de su alma machacada. Aún sin entender que le atrae de ese tipo. Porqué ella, lesbiana según creía, se ve atraída por ese hombre. Sin dar ni pedir explicaciones. Sin preámbulos de romanticismo.

Mikael Blomkvist tiene, a su vez, algo envidiable: se le presesnta un parón en su vida. Durante seis meses será completamente libre. Podrá dedicarse a pensar las cosas. A parar el reloj, hacer deporte. Podrá dedicar su tiempo a algo que le absorbe.

Y ¿qué es lo que despierta el interés de Lisbeth Salander en este hombre? Le cautiva –creo yo- su honestidad. También quizás el hecho de haber caído, como ella misma, en una trampa. Su vulnerabilidad. Luego, cuando decide acostarse con él, Mikael es capaz de preguntarle si está segura de que quiere hacerlo, es capaz de pensar en ella incluso en ese momento. Nunca la agobia: simplemente le dice lo que siente: me gustaría dormir a tu lado. Quizás es el primer hombre en su vida que ha pedido disculpas por algo (no recuerda por qué). Quizás por primera vez en su vida alguien siente que le ha podido hacer daño. Y le dice que no quiere hacerle daño.

Sunday, October 17, 2010

EL GIGANTE INDEFENSO



El escritor desaparece. La literatura no existe. No se interpone en la lectura. Nada es más importante que Emil. En Emil no hay nada que entender. No hay nada complicado. Se resiste a hacer las cosas, las hace un poco a la fuerza. Luego, le gusta. Se aficiona a lo que hace. Se aficiona a las rutinas. A las personas. Va encajando lo que la necesidad le impone. Los hechos van primero, pero él se acomoda. Y -como sin querer- lo hace siempre bien. Gana, vuelve a ganar. Se entrena. Nadie le obliga. No tiene entrenador. Él hace de entrenador consigo mismo -tampoco ha tenido un padre o una figura de autoridad en su vida- y se impone sus propios retos, inventa sus propias técnicas. Se excede -claro- se machaca. No se reserva fuerzas para el día de mañana. El sufrimiento, el dolor, es su escuela: cuando consiga vencerlo, podrá vencer a todos los que sucumben ante el dolor. Echenoz no se interpone en el relato de esa vida anodina, insustancial. Porque cualquiera puede ser un héroe como Emil. Basta hacer frente a lo que te toca, e intentar hacerlo bien. Tú no eliges. Las circunstancias te imponen una partitura que tienes que tocar. Y ahí es donde eliges cómo tocarla. Emil no sabe correr, corre mal, sin estilo, gesticulante, braceando, es angustioso verle correr en esa forma inconexa, deslabazada, agónica. Pero siempre gana. De forma incluso aburrida va ganando, sin contrapartidas, sin énfasis, modestamente, sin que cambie su vida de funcionario, de militar del ejército checo.



Luego, un día, empieza a declinar, empieza a perder. Lo hace con la misma naturalidad con que vencía, sin dar importancia a algo que es natural. Empieza la cuesta abajo, con treinta y seis años ya es viejo para los cinco mil, también va siéndolo para los diez mil. Acaba echando las potas en sus terceros Juegos Olímpicos. En Melbourne. Y sabe salirse de escena, con la misma indiferencia que entró. Es lo que toca. Sale con una victoria crepuscular, precisamente en España, en San Sebastián. Y se vuelve al anonimato. En su país, su aureola de héroe nacional le valdrá la depuración política cuando los rusos restablezcan el orden socialista. Sin ganas, como siempre, le habían arrancado palabras de apoyo a Dubcek. Y es degradado, vejado con destinos de carretillero, de barrendero. En todos ellos muestra la misma eficacia, la misma profesionalidad. Es su trabajo, como cuando corría. Es lo que ahora toca. Y se adapta a ello. Sin problemas firma la declaración en que asume sus errores, sus desviaciones de la ortodoxia. Qué más le da. Desde que los alemanes invadieron hacía cuarenta años su tierra siempre ha sabido sobrevivir, entre deportaciones, juicios políticos, delación y ahorcamientos. Él solo ha sido uno más, como todos, que quiso trabajar honradamente y sobrevivir. Un hombre que, por esos azares de la vida, fue mundialmente conocido y reconocido, pero que nunca dejó de ser un mandado, un tipo sumiso, un tipo que nunca quiso dar una nota más alta que otra. Y este Jean Echenoz, al escribir su historia, lo hace de una forma igualmente plana, entre la admiración y la perplejidad, ante este hombre común y a la vez gigantesco.

Friday, October 15, 2010

FALSETE



Cinco sentidos tenemos. ¿Cuál es el sentido de la memoria? Creo que el olfato tiene una gran capacidad de reminiscencia. Un olor de la infancia inmediatamente te transporta a la infancia. Pero también la música está asociada a un momento de nuestra vida. Esta canción, cantada a duo por alguién que va a morir (alguien con su peluca infame, su lujo infame e inútil) y una joven estrella emergente (recientemente triunfante en Sevilla), es una prueba de la historicidad de la música. Yo acunaba a mi hija pequeña con esta canción. Era el último corte del disco y mi hija solía caer (solía dormirse) con esta canción (cuarenta minutos de balanceo en brazos). Y yo -ya ella dormida- disfrutaba con esta canción, la última del disco. Disfrutaba sobre todo con esa libertad de Bono frente a Frank, libertad para ser Bono junto a Frank y no intentar parecerse a Frank, no tener miedo de hacer gallitos y sonar sucio, imperfecto, al lado del ídolo. Yo, con mi hija en brazos, a punto de dormirse, resistiéndose a dormir lo que se notaba en esos ojos que volvían a abrirse, esos ojos medio cerrados (porque quería vivir), esperando su sueño, esperaba también los gorjeos de Bono que me parecían maravillosos y que marcaban el momento en que ya mi hija se había dormido y podía llevarla a su cuna y yo era ya libre para poder prolongar un rato la velada y escuchar mi música. Esos gorjeos eran para mí lo mejor del disco, aunque a algunos el falsete les asqueara. Yo reconocia la maravillosa voz de Frank. Pero admiraba la personalidad de Bono, la imperfección de Bono, esa forma de arrastrar la voz, como alguien que vive sin ganas. Bono, que era capaz de ensuciar una canción clásica de Frank Sinatra. Y eso me hacía sentir capaz de ensuciar cualquier otra cosa perfecta, capaz de vivir arrastrando mi falta de ganas de vivir, como Bono cuando cantaba. Era lícito considerar maravilloso el falsete en este mundo. Uno puede dar un gallo de vez en cuando y mejorar las cosas. Frankie reconoció esa imperfección que él no practicaba. El falsete de Bono es lo mejor del dueto con Frank.

Saturday, October 09, 2010

JABIER MUGURUZA: LA ESENCIA VASCA



Lo he descubierto ahora. Primero me gustó su música. Este señor de edad madura ya,no guapo, presentándose sin artificio, tal cual. Me transmite transparencia, naturalidad ante uno mismo y los demás. Es lo que hay, sin trucos. Y su música, es una poesía de lo pausado. Lo que no tiene prisa en concluir y se demora plácidamente en la belleza. Luego, yo que pude saber vasco y no lo sé (aunque he comprado mi diccionario para poder traducir mis apellidos), siento una ternura tímida y callada -para mi una esencia de lo vasco- en esta letra. El hombre que nunca dice te quiero. Porque lo que se dice no tiene la fuerza de lo que se guarda oculto. Ese hombre que trabaja en altos hornos, duro, frío, pero que es un agricultor de corazón y asa pimientos rojos con su soldador. Maravillosa metáfora. Ese hombre cuya palabra asusta, ese hombre que es un hombre de gestos. Y durante años va pensando en construir un regalo para cuando su hija se vaya de la casa, poco a poco, sin que nadie se entere. Va construyendo en secreto algo que regalará un día a su hija, y que llevará todo el amor del mundo, sin tener que decir te quiero.

Saturday, October 02, 2010

PEREGRINO EN PAMPLONA



Con la mochila al hombro, entré peregrino a la ciudad donde nací. Pamplona. Desde Roncesvalles, pasando por delante de la Clínica San Francisco Javier, donde me parieron. Con la mochila al hombro y los bastones, tras atravesar los Hayedos de Zubiri, los robledales y los chopos. Comimos en La Servicial vinícola -donde tomaba yo mis vinos en los recreos del Instituto- y hubo en la sobremesa canciones de siempre, acompañadas con la guitarra y el acordeón, entre amigos nuevos y viejos. Cantamos a dos voces con el dueño de la tasca, entre copas de pacharán. Buena juerga... La noche nos dió en la Plaza del Castillo, resistiendo al sueño. En Puente la Reina había mercado de pimientos y ajos, maravillosas verduras, y luego, para comer unas pochas exquisitas. Fue al siguiente día quizás, cargado con la mochila, por tierras de Estella, cuando me enteré de la muerte de Labordeta. De inmediato me acorde de Marta y su libro, en cuya presentación alguien leyó las palabras que él no pudo decir, y que había escrito en el Hospital. Labordeta era amigo de mis amigos de Zaragoza, aunque no lo llegué a conocer. Pero estos días yo he vivido un poco como el Labordeta que conocimos todos por la tele, andando por los campos, en plena naturaleza, entrando en los pueblos, visitando las Iglesias, preguntando a las gentes, metidos en el puro presente del andar y de los dolores del andar, libres, como fuera del tiempo, alegres, compartiendo sudores y vinos y canciones. Una forma de vivir posible, la posibilidad de esa vida -pensé- que quizás Labordeta acertó a elegir. Una forma de vivir verdadera. Con una identidad, una voz. La suya. Entre los demás. Cantando su canción, con esa voz rajada, algo hosco de entrada, pero noble, cargando con pocas cosas, sólo lo justo, en la mochila. No entro en ideas ni en política. Pero el Camino me dice que la vida es esto, andar con los demás, "echar un pie para delante y luego otro", andar aunque duela. Ese dolor que -como me decía un amigo- es circular, va cambiando a cada rato (te duele el gemelo, luego la planta del pie, o los muslos, la ampolla del dedo pequeño...) y que te hace estar muy metido en tu cuerpo, muy consciente de que tú eres ese cuerpo que te lleva por los caminos de la vida, ese cuerpo al que das agua, alimentas y cuidas para que no te falle. Peregrino, con pocas cosas en la mochila, andando por los caminos, entre amigos nuevos y viejos, disfrutando de los frutos del camino (higos, almendras, uvas, moras, castañas...), del vino, de las canciones, del sol y de los cielos nublados.