Wednesday, July 19, 2006

LEVIATÁN


En “Leviatán”, Paul Auster plantea, como en otras novelas suyas, el tema de la pérdida de peso del presente y la angustia ante el cambio: una situación de peligro para la vida (en este caso una caída desde un cuarto piso, amortiguada en último momento por las cuerdas de un tendedero) determina una toma de conciencia del protagonista. Algo, para él, muy grave: es consciente de que –sin saberlo- ha provocado el accidente. Se da cuenta de que algo en él, algo que no era consciente hasta entonces, ansiaba esta crisis, buscaba una salida, un desenlace. El accidente (que se produce un 4 de julio, mientras Ben está contemplando los fuegos artificiales sobre Manhatan) no es pura casualidad, de alguna forma encierra un mensaje, materializa algo profundo, una necesidad radical de cambio. Desde ese momento –desde esa toma de conciencia- Ben sabe que debe cambiar su modo de vivir o volverá a encontrarse con la muerte, tarde o temprano. No es sólo que deba dejar sus hábitos, dejar de escribir sus artículos o interrumpir su acelerada vida social. Él siente que sólo podrá cambiar realmente cuando desate el vínculo más sólido en su vida: el de su matrimonio. Su natural bondad, sin embargo, le hace imposible concebir el comienzo de algo nuevo, a partir de un acto de crueldad (en este caso hacia su esposa). Por ello, envuelto en un pensamiento circular, empieza a provocar –también inconscientemente- que ella tome la decisión de abandonarlo.
Auster vuelve –así- al leit motiv del relato: cada persona da vida a sus propios fantasmas (a la infidelidad de su pareja, cuando deja de sentirse deseada; a la marcha del otro, cuando desea ella misma romper y no puede; a la muerte, cuando no desea ya su vida). ¿Cómo acabar con esos fantasmas? En el caso de Ben y Fanny, es mucho ya lo que han vivido. Han superado problemas de pareja. La pérdida de autoestima de Fanny que generó sus celos hacia Ben (quien quizás se entregó a los encuentros que en principio fueron fantasías de su esposa, como forma de justificarla ante sí misma y como modo de mantener el fuego de su relación), celos que sólo pudieron curarse cuando Fanny forzó una relación extraconyugal con Peter, el mejor amigo de Ben (recuperando así el sentimiento de ser una mujer deseable y salvando a Peter de la tentación de reanudar su rota relación anterior).
Cuando Ben acabe forzando el abandono de Fanny, se dará cuenta de que ha perdido para siempre lo único que tenía, de que tiene entre manos un final y no un principio. La libertad como sueño de escapar a nuestra propia identidad (la estatua de la Libertad es una constante referencia, el vértigo a la caída, como peligro y como destino), es un Leviatán, un monstruo que destruye.
El narrador, Peter (Auster siempre está presente con un alter ego en todas sus novelas), se refiere a un momento en que se vio, por primera vez y con toda claridad, de pronto envejecido: sintió que la vida pasada había cristalizado en este presente suyo, en las personas con las que ahora estaba, las que ahora tenía en su corazón…Eso era su vida: esto de ahora. Creo entender a lo que Auster se refiere. A la fantasía de otra vida distinta de la que hemos ido construyendo, como algo posible y que requiere desbaratar (malbaratar) todo lo conseguido. Pero –nos advierte- no hay otra vida, se trata de una pulsión autodestructiva, siempre presente en cada uno de nosotros: tirar por la borda lo que tenemos es una forma de negar nuestra vida, de anticipar nuestra muerte, por un deseo de “serlo todo”, que viene a ser lo mismo que “no ser nada”.

1 comment:

  1. Yo estoy empezando ahora, pero no puedo parar. Voy de novela en novela, todas misteriosamente relacionadas con mi vida. Está siendo una lectura que me afecta hasta físicamente. Pero no tiene porqué pasarle a todo el mundo. "Solodelibros" ¿podría llamarte por otro nombre? (ya que no asturiana),-

    ReplyDelete