Monday, June 29, 2009

EL AGUA DE LOS DÍAS

Lo escuché el otro día en la Iglesia: "no tienen vino". Era la celebración de los veinticinco años de matrimonio de unos amigos. Se me vino a la cabeza esa otra pareja que ya no celebrará su aniversario. Se acabó el vino y terminó la fiesta.
(recuerdo ese aturdimiento feliz, como de borrachera, ese estar como achispado, como bebido, de los momentos felices...)
No tienen vino. Y es que el vino se acaba. Y entonces ¿dónde encontrar más vino para seguir viviendo? Y algunos se van a buscarlo, sedientos de amor. Jesús -en ese trance- ordena que traigan agua. No hace aparecer dinero para comprarlo, ni lo crea de la nada. Hace traer grandes tinajas de agua, pesados tinajones de agua insípida que hay que arrastrar con esfuerzo. Y entonces transforma ese agua humilde en un vino preciado. Un vino mejor que el que se había repartido antes entre los invitados...¿qué pues? como dijo algún vinatero ¿el mejor vino es el que se obtiene del agua? Este Jesús siempre tan bromista. Tan paradójico y misterioso.
Pero ahí está -en su primer milagro- la gran lección: el vino se acaba...y cuando se acaba el vino, uno tiene que fabricárselo del agua. El oro de los recuerdos hay que extraerlo del estiércol de las cosas cotidianas. Sólo se nos da eso para fabricar nuestra felicidad.
Si no temenos vino, tenemos el agua humilde de muchos días iguales. De ese aburrido material hay que extraer el vino que nos embriague.

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