Thursday, May 30, 2013

REALIDAD


En un museo están las pipas.
Para que nadie las toque, como a los grandes cuadros de Leonardo, las protegen con una urna de metacrilato.
Deben ser pipas especiales.
Pero si no lo fueran, al exponerlas así lo serían ya. Realidad en observación. Y explicaciones, o sentimientos (enfado, irritación -qué tomadura de pelo- o simpatía, risa). Esas pipas me interpelan, captan mi atención, causan mi perplejidad. El arte es eso. 
Que luego me digan que son de porcelana pintada a mano, una por una, por familias enteras de artesanos chinos, que trabajaron varios años para generar toneladas de pipas con las que llenar el suelo de la Tate Modern, para conseguir el efecto sonoro de pisar pipas en el visitante. Y que me digan que el artista Ai Weiwei es el autor de esta obra. Que quiere conciliar tradición y modernidad o llamar la atención sobre el exiguo coste de la mano de obra china. Todo eso ya me sobra.
Lo importante es el impacto de lo real. La  entidad de lo más pequeño y minúsculo, recuperada, para cogerme por las solapas y despertarme. La atención, siempre selectiva y perezosa, somnolienta, descolocada ante lo inesperado (en un museo).

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