Tuesday, June 11, 2013

QUEDATE CON NOSOTROS, SEÑOR, PORQUE ATARDECE: ALVARO POMBO


Alvaro Pombo confunde. Dice cosas raras, cosas que la gente no entiende. Por ejemplo, que es un homosexual homófobo (?), que le da la risa cada vez que un señor dice de otro que es su marido (aunque Pombo sostiene que moriría por defender el matrimonio gay), o que con Franco o Pinochet, España y Chile progresaron. Son cosas...raras. Pero no parece importarle que le entiendan o no. Él va a lo suyo. Él es coherente consigo: es un extravagante, el único miembro de su equipo. Es, como al parecer le llaman sus amigos por su singularidad, "la persona".

Pero, el caso es que, contradictorio, a mí me llega.Y cuando algo o alguien te llega, te conmueve o te hace pensar...es porque en él reconoces algo, no sabes qué. Y ese algo es algo tuyo: eres tú. Yo me reconozco en muchas de las cosas de Álvaro, en esa vocación de out-sider, en su gusto por jugar con las ideas, en su irreverencia, en su opción por las grandes palabras (verdad, bondad), frente a las pequeñas palabras estratégicas y retóricas (las que buscan confundir o seducir a otros).

Alvaro Pombo ha dicho algunas cosas que me interpelan estos días, días difíciles por distintos motivos, días en que me es necesaria la alegría del poeta. Ha citado a Rilke, sobre todo, para explicar que lo inexistente puede cobrar existencia si amamos su posibilidad. Lo que no hay ahora, lo que no encuentro a mi alrededor, puedo contribuir a crearlo, si amo esa posibilidad de ser las cosas (o las personas) como no son ahora. Como ese animal que no existe y que, a base de amarlo en su posibilidad misma, crearon los poetas: el Unicornio, un animal en el que el amor pujó tanto que hizo nacer un cuerno en la frente. Quizás si amo en alguien una posibilidad de ser que hoy no es real, puedo hacer real, amándolo, eso que es inexistente. Confiar en ese joven que se desentiende de todo, que parece complacerse en oponerse a tí y al mundo, que se siente desgraciado, ver en él, en su interior, algo grande, algo santo, puede ayudarle a ser mejor. Tu amor puede alumbrar una transformación.

También me consuela Pombo, cuando cita a Rilke. En estos tiempos ya esperamos victorias. Pero ¿quién habla de victorias? Sobreponerse es el todo. Estar por encima, un poco por encima, de los acontecimientos que tienden a arrastrarnos al desánimo. Seremos derrotados, seguramente, pero siempre podremos asomarnos por sobre cada derrota, un poco por encima de cualquier fracaso.

Alvaro Pombo, con su ternura especial, con su alocada exaltación a veces, con su inconsistencia también, reivindicándose como ejemplar único, dice cosas importantes, nos da una lección de libertad. Si bien, una libertad que, como recuerda, no deja de ser una laboriosa negociación con las propias necesidades. Porque cuando pasan los años, se percata uno de lo mucho que de necesidad hay en su propio modo de ser. Pero aún gestionando esa necesidad se puede vivir la libertad.

Los maestros enseñan, más que cosas (conocimientos), actitudes. Enseñan sobre todo a vivir. Y transmiten, principalmente, desde el entusiasmo. Alvaro Pombo es un entusiasta,  un entusiasta de la vida, vale decir, por tanto, un maestro. Como poeta verdadero, busca sentidos personales en lo profundo de las cosas, en la entraña de las realidades domésticas, donde cabe participar de la exaltación y fulguración del ser. Es capaz de viajar alrrededor de su pequeña vivienda madrileña, en busca de epifanías cotidianas, entre sus cosas de siempre, entre recortes de periódico, pesas y estorninos.

Su último libro, "Quédate con nosotros, Señor, porque atardece" retoma temas como la religión y la fe personal, la trascendencia, la posibilidad de perseverar en la oración sin un apoyo institucional o comunitario. El título procede del Evangelio, es una petición de los discípulos de Emaús a un caminante que hacía camino con ellos, una tarde, cuando desmoralizados huían de Jerusalem. En ese momento de la tarde, cuando se pierde la esperanza, cuando se va ocultando el sol, cuando atardece la vida, a lo mejor alguien se presenta, alguien que trae una palabra de consuelo, de esperanza. A lo mejor, en ese momento, entendemos lo que se nos había dicho, lo que habíamos oído sin entender. Cuando atardece, es necesaria la luz.
Alvaro Pombo sigue caminando, en esta novela, entre sus temas de siempre, con su entusiasmo indemne, con sus contradicciones poéticas, como un profeta tronante en ocasiones, o como un abuelo entrañable otras. Complejo, como cualquier persona. Cristiano, sí, pero siempre heterodoxo. Elaborando sus ficciones. Diciendo cosas en las que algunos, sus lectores fieles, nos vamos a reconocer.


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