Monday, August 26, 2013

EL GUARDIAN INVISIBLE: ELIZONDO


Ibamos a Elizondo de pequeños, a ver a los tíos. Al tío Paco y la tía Pili. Ibamos con mi madre y mi abuelo y alguna vez vinieron los tíos Daniel y Teresa.

Cuando llegábamos a la cruz del Puerto de Velate un miedo nos sobrecogía. Subir el puerto por aquella carretera llena de curvas, oscura por la abundante vegetación, aquellos árboles enormes, muchas veces con lluvia o niebla, era toda una aventura. Pero, nada más llegar arriba mi madre empezaba a exclamar una y otra vez "qué belleza". Los verdes del valle de Baztán, con una variedad de tonos tan distinta, vistos desde allá arriba, hacían que la bajada fuera un gusto, un placer.

Mis tíos vivían al principio en la calle Santiago. Allí nacieron Javier y Ana. Su abuelo había sido el fotógrafo de toda la vida en Elizondo y pocos niños más fotografiados que mis primos. Recuerdo a su abuela muy bien. En el patio de la casa había un columpio donde jugaba con mi pequeño primo. Recuerdo los domingos buscando setas o recogiendo manzanilla. Las excursiones a Otxondo, los merenderos de piedra, las cuajadas de la Venta de la Ulzama...También las brujas de Zugarramurdi y el Baztandarren Bilzarra y al tío Félix, con esa cara de socarrón que tenía. 

 Estos días he leído una novela que me ha devuelto a Elizondo. "El guardián invisible" de la donostiarra Dolores Redondo. Se trata de una novela de misterio que nos presenta a la inspectora Amaia Salazar, una joven policía que trabaja en Pamplona y que ha recibido formación del FBI en Quantico, enfrentada a su pasado en la investigación de una serie de asesinatos de niñas en El Baztán. El libro está muy bien escrito. Se nota a Dolores su cariño por estas tierras navarras en los detalles, en las descripciones. La intriga te mantiene en vilo hasta el final.

 Pero para mí el libro ha tenido un aliciente especial. He vuelto a recorrer la calle Santiago (donde viven los protagonistas), casi he podido recuperar el sabor de las tortas de txantxigorri que tomábamos en casa y tanto gustaban a mi madre. He sentido la presencia de esos seres milenarios que habitan los montes de hayas, cuando caminas por el bosque y te metes por medio de los helechos, hasta esos riachuelos de aguas transparentes, con un algo mágico y ancestral alrededor de tí. He recuperado los días de frío y niebla, los jardines de la Iglesia de Santiago y el impresionante Cementerio arriba en la carretera, con sus calles interiores, las estelas esféricas y los ángeles asomando por entre las tumbas. He recordado con emoción a mis tíos, que están allí, frente a las majestuosas montañas ya metidas en tierras de Francia.

Con la emoción del libro recién terminado, he mandado un wasap a mi primo Xabi, ahora ya médico en Pamplona, para contarle que he vuelto a estar en Elizondo con este libro y ahora pienso que habrá creído que estuve en persona, pero la verdad es que siento haber estado allí otra vez.

 Para los que conocemos aquello y para los que quieran descubrir esas tierras y las leyendas y tradiciones que allí se han conservado, les recomiendo esta lectura, esta amena y bien escrita novela, que será parte de una trilogía del Baztán.

8 comments:

  1. Qué bien lo has contado, Francisco. No lo conozco tan bien como tú pero ese territorio me atrae desde siempre. Apunto el título. Un abrazo.

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  2. Hola Franciso. Estuve en Elizondo hace mil años y aquello era precioso. Creo que fue cuando Butragueño marcó no sé cuántos goles a Dinamarca. Pero no he vuelto. Sí he vuelto a la Selva de Irati a recorrerla en bicicleta. Y me encantaría visitar la casa de Pío Baroja en Vera de Bidasoa. Me apunto el libro.

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  3. Hola Jesús, veo en tu blog que estos días estamos los dos recordando cosas de la infancia. No es nostalgia, por lo menos yo no lo he vivido así al leer esta novela. Es un recuerdo alegre, espero. Un abrazo para el Cabo de Hornos.

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  4. Hola Hermi, estuve en la Selva el verano pasado y me volvió a parecer impresionante. También, hace más tiempo, estuve en Vera de Bidasoa, desde Pamplona la carretera es preciosa, flanqueada de grandes árboles. Vimos la casa desde fuera. Vivo en Sevilla y me gusta mucho Andalucía, pero mis raíces están en el Norte.

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