Wednesday, November 29, 2006

ESCRITURA TERAPEÚTICA

Estoy leyendo “La Dalia Negra”, de James Ellroy. No he querido ir a ver la película de Brian de Palma, para no perderme el placer de la lectura. Conforme ésta avanza, la violencia del texto me disuade de acudir a la proyección, conociendo la fama que precede al director americano.
Buscando información sobre el escritor, visito varios sitios de Internet, donde encuentro la biografía de Ellroy, prácticamente calcada (el cortar y pegar debería practicarse con más rigor). Nacido de una relación fugaz entre su madre y su padre (veinte años mayor), sufre la separación conyugal a los seis años, y a los diez el asesinato de su madre (que aparece en la calle, estrangulada con sus panthys por alguno de sus frecuentes acompañantes masculinos).

La escritura funcionó también como terapia, ya que en 1979 empezó a dar forma literaria a sus ensoñaciones policíacas y publicó su primera novela, Requiem por Brown, con importantes elementos autobiográficos.

Esta frase, repetida por sus biógrafos, me sugiere el tema de la motivación del escritor. La motivación terapéutica parece menos noble que la literaria. Por otra parte, frecuentemente ese “con importantes elementos autobiográficos”, funciona en manos de los críticos para desacreditar a los autores noveles y sus operas primas. Sin embargo, es una verdad sabida que los sicólogos suelen surgir entre las personas que han sufrido problemas síquicos. En este caso, el hijo obsesionado por el asesinato de su madre, proyecta esa obsesión sobre un asesinato similar sucedido un año antes de su nacimiento: el caso de la Dalia Negra, una joven mujer cuyo cadáver aparece en un solar, cortado en dos por la cintura.

Ellroy, en su juventud perdida de delincuente habitual, sufre de alucinaciones y padece ensoñaciones sobre asesinatos de mujeres, entra furtivamente en casas particulares donde consigue ropa íntima femenina, sueña con cometer el asesinato que le obsesiona. La literatura permite encauzar esa obsesión. La literatura opera como terapia. Hoy Ellroy habla en términos de gran escritor (ver entrevistas en la red), es un sujeto admirado, que viaja por todo el mundo presentando sus libros, es “uno de los mejores escritores americanos”. Esto me recuerda a Bukovsky, que en sus últimos tiempos disponía de una mansión con piscina climatizada interior y jacuzzi, él, que había dormido en los cubos de basura.

Por lo tanto ¿cabe abominar de la escritura terapéutica o de la autobiográfica? No necesariamente. Uno también escribe para entenderse, para entender su vida, sus tragedias vitales. Uno repasa en lo que escribe el dramón del que ha sido protagonista. Porque uno es el protagonista de lo que escribe. La literatura es…otra cosa. Un marchamo que alguien da a otro. Alguien que tiene socialmente reconocida la autoridad para dar marchamos (aunque esa autoridad, muchas veces, la conceda el dinero de las editoriales). Escribir no es vender libros. Eso es cosa de agentes.

1 comment:

  1. Me gusta pensar que la escritura es una manera de reconciliarnos con el pasado. La escritura terapéutica y autobiográfica no son nada desdeñables, me parecen opciones la mar de interesantes. Escribir es una forma de manifestarse, de expresarse, de comunicar. El objetivo es emocionar, no importa la manera de hacerlo, porque caben muchas posibilidades. Lo artístico, lo admirable y aceptable es buscar la propia voz, la forma personal de transmitir.
    Es lícito buscar en la escritura una forma de autosalvación, un asidero al que aferrarse, una forma de vida.
    Saludos

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