Tuesday, December 09, 2008

HOUDINI, POR ARTE DE MAGIA

La vuelta comenzó antes de lo previsto. Comenzó en el AVE. Comenzó con una película de Catherine Zeta-Jones y Guy Pearce, “El último gran mago”, que relata los últimos días de Harry Houdini, el judío que asombró al mundo con su capacidad para liberarse de todo tipo de ataduras.

El AVE me conducía hacia el norte, pero hasta unos días después no pensaba volver a Zaragoza. Mi primera noticia de Houdini fue en esos lejanos años que viví en esa ciudad. Aparecía en una filmación de los años veinte, en Nueva York, en otra película, “Ragtime”, de Milos Forman, que se estrenaba en un cine del Paseo de la Independencia. Yo iba al cine los sábados por la tarde. En la ciudad no había otra cosa que hacer. Era barato y me encontraba solo. De hecho fui a ver "Ragtime" dos días consecutivos (tanto me gustó). Escapar era para mí –en 1981- algo impensable. Estaba sometido a un destino que yo mismo había forzado y cuyo final incierto me tenía atrapado en esa ciudad...Paseaba por las calles como si llevase una camisa de fuerza puesta, una de esas camisas de fuerza de las que siempre escapaba Houdini.


Muchos años después había visto en televisión “Katchanka”. El niño protagonista está también encerrado, en una casa en el campo, lejos de sus amigos, aburrido. El niño encuentra entonces un libro que cuenta la vida de Houdini, un libro en el que el niño aprende el arte de escapar, el arte de desmaterializarse y desaparecer. Houdini, su nuevo héroe, había sido un niño pobre y solitario, había tenido que trabajar de limpiabotas, luego de aprendiz de un cerrajero y contorsionista en un circo; había aprendido a aguantar todo eso, a aguantar el dolor, a aguantarlo todo, para ser el mejor mago del mundo y desaparecer. Houdini se había casado con Bess, una chica menuda y morena, a la que hacía desaparecer en sus números juveniles. El niño, al leer esta parte de la vida del mago, probablemente soñaba con encontrar también una chica con la que poder compartir sus juegos, con la que tener la misma complicidad que ellos tenían.

Viendo en el AVE la película, viendo a Houdini con los pies encadenados, para ser introducido boca abajo en una pecera, recuerdo cómo a Houdini le gustaba el peligro de la inmersión, desafiando a la asfixia. Y recuerdo ese dato biográfico que leí en algún lugar y que crea un vínculo misterioso entre el mago y yo. Ambos, siendo niños (concretamente, a los siete años) vivimos la experiencia de caer a un río y estar a punto de ahogarnos. Recuerdo, haber contemplado el sol a través del agua y las burbujas de mi propia respiración, mientras caía al fondo. Y luego, al recuperar la consciencia, recuerdo la impresión extrañamente irreal de la gente que me rodeaba; era como si estuviese "en otro mundo". Había escapado de la muerte. O había vuelto de ella.


Escapar cuando uno está a punto de ahogarse. Hundirse y salir a flote de nuevo. Eso es la vida. Burlar a la muerte, irse y volver. Escapar puede ser tan fácil como ser capaz de esconder una pequeña llave en cualquier orificio del cuerpo, o –como hacía Houdini- tragarla y regurgitarla luego. Eso no es más que un truco: pero en Houdini, junto al truco está la verdad, el trabajo constante, durante años, para aprender a aguantar, a aguantar el frío, mediante inmersiones en bañeras con hielo; aguantar la respiración, hasta casi de tres minutos; aguantar los golpes que cualquier desconocido quisiera propinarle (uno de ellos, que le sorprendió antes de que pudiera prepararse para encajarlo, le llevó a la muerte, en 1926). Houdini aguantaba todo, y aguantaba con una sonrisa. Porque sabía fingir. En el fondo era un hombre del espectáculo, un actor o si se quiere, un farsante. El siguió siendo siempre un niño pobre, un niño judío, un niño junto a su madre, a la que adoraba, con una pasión extraña.

Por arte de magia, con Houdini, he escapado hoy de nuevo, escribiendo esta entrada, a Zaragoza, a la sala de proyección en que un joven asustado libraba una batalla con la desesperanza.

3 comments:

  1. Los caminos de los blogs son inescrutables. Entrenómadas me ha llevado a "Ocho islas y un invierno", y las ocho islas me han arrastrado hasta aquí. Y me alegro.

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  2. Bienvenido. De Zaragoza acabo de volver, de la presentación del libro de Marta. La blogosfera tiene a veces, es verdad, esa capacidad de propiciar encuentros. Gracias.

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