Tuesday, December 12, 2006

SENTIMIENTO VERDIBLANCO

Barrio de Híspalis. 14,30. Barra del Jamaica. Han llegado en autobús desde el pueblo (tres horas de viaje). Vienen con niños. En Córdoba hay muchos aficionados. Es un partido poco conflictivo. Se pueden sacar las entradas en Seviilla. Llegó hace un rato el autobús. Padres, hijos, jóvenes, mujeres. Vienen con sus atuendos verdes, sus bufandas y sus camisetas. Acaban de comprar trompetas y otros objetos de ruido. Al llegar, abrazo a mi cuñado y mis sobrinos. Al final acabo comiendo con toda la peña. No me dejan pagar. Revuelto de bacalao, solomillo con patatas, habas con jamón, y un extraordinario vino de Martinez Lacuesta. Luego se van de cubatas, antes de que empiece el partido, entre canciones, ya hermanados con los de aquí. Yo me quedo. Me tomo la copa en la terraza del bar de al lado. Al poco se levanta un rugido. El vendedor ambulante (mecheros, esto y lo otro) canta el primer gol del Betis. Hemos comprado pipas para acompañar las copas, mientras se despeja el terreno para poder coger el coche. Según van pasando los minutos de partido va apareciendo un rosario de gentes, parejas estrafalarias (¿abuela-nieto? ¿lesbianas?), gentes extrañas, personajes curiosos, novios uniformados en verde, forofos sin entradas, con sus bufandas anudadas a la muñeca, con sus radios enchufadas a la oreja. Son béticos sin entrada, béticos sin dinero, pero con ganas de disfrutar, de vivir el ambiente, de vivir una victoria de su equipo, personajes de la fiesta, después del partido. Familias enteras. Padres e hijos. Hijas con sus madres. Hombres raros que se colocan en el kiosko, callados, serios. El partido se disputa. Hay un público fuera del campo, que sigue sus incidencias, cruzando miradas cómplices, haciendo comentarios. Béticos de verdad, sin entrada, béticos de la calle, de los niños que viven un domingo vestidos de blanco y verde. “Está en la idiosincrasia del Betis –me dicen- perder, incluso descender de categoría, el año del centenario”. Y comiendo pipas descubro a toda esa tipología maravillosa del beticismo. Sentimiento verdi-blanco. Sentimiento de familia, de barrio, de gente de la calle, sana, de sevillanos de toda la vida. Qué bonito un domingo por la tarde en el Villamarín.

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