Saturday, April 28, 2007

ADIÓS A UNA FERIA

La vida avanza. Quererla detener en un punto no funciona, porque la vida es continua renovación: como el río, no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas, porque cambian las aguas, pero también nosotros somos distintos. La Feria de Abril está ya terminando y algo parace que termina en nosotros también con ella. Cada año igual pero siempre renovada e indefinible. Como otros años hemos estado allí, dejando que ocurran las cosas. Dejando que se produzca la magia de un encuentro, que surja el baile, que aparezca por sorpresa la belleza, en forma de mujer o bulería. Los sentimientos no se puede sujetar y vivir consiste en renunciar a fijarlos, a definir lo que siempre es nuevo. La Feria es un ámbito espiritual y como tal, siempre algo fugitivo: "el espíritu sopla". El momento hay que estar allí para vivirlo. Contarlo no sirve. La Feria es como el fuego: querríamos cogerlo, pero el fuego no es para cogerlo: el fuego calienta, lo que se recogen son cenizas. Escribir sobre la Feria es recoger cenizas de estos días pasados. La Feria de Abril no se puede contar, hay que calentar en ella el corazón.

Wednesday, April 25, 2007

DEJAD QUE LLORE EL MUCHACHO


"No pienses que tiene nada contra ti,
si te atropella por la calle y no te dice adiós,
es porque no te vió
no hables de ingratitud.
Sabes que estima tu compañía en lo que vale.

No es que se haya vuelto imbécil de repente,
a juzgar por esa estúpida sonrisa.
Ni creas que se confunde si te llama Margarita.

Es difícil, pero trata de entender
que no se le rompe el alma aunque le veas llorar,
ni juega sucio por no decir la verdad,
ni oculta nada porque esconda algunas cosas.
Dale tiempo y disculpa la soberbia
de quien se siente un hombre afortunado.
Dejad que cante el muchacho
ese que se ha enamorado".


Joan Manuel Serrat cantaba esta canción en el disco que nos regalásteis al marchar. "La distancia es el olvido", pero no fue así entre nosotros. Nos dejamos en prenda estas canciones que, juntos, escuchábamos entonces y que nos emocionaron juntos. Eramos, en aquellos días (recién casados), los enamorados del poema. Hoy, los padres que sufren cuando ven llorar a su hija (que no sabe por qué llora) y que quisieran creer que no se le rompe el alma aunque la vean llorar, porque pasaron antes que ella por ese trance desolado de la adolescencia. Y saben de ese primer amor que no llega, o del otro que marchó. O se ven reflejados en la soberbia de un hijo, que no se digna mirar a sus padres. Así sufrirían también ellos con nuestro silencio, con nuestra inseguridad, nuestras tristezas, sin poder tampoco -nadie puede- aliviarnos el dolor.

Sunday, April 22, 2007

TALAVANTE

Estuve allí. Fue un natural largo, profundo, eterno...alguien ha dicho "sobrenatural". El tiempo parecía detenido, mientras el toro (Soleá) seguía recorriendo el camino marcado por la mano baja del torero, el recorrido no tenía fin. Fue en medio de una tanda cuando sucedió. La faena iba siendo correcta pero no vibrante. De pronto salió ese natural y todos supimos que había ocurrido algo importante, algo diferente. Surgió una ovación cerrada, unánime, entusiasta. La ovación a un único pase. Algo que nunca había visto. Tal fue la importancia del momento, que se interrumpió al torero. Como queda en suspenso el tenor, así quedó quieto el joven Talavante, en medio de la tanda de naturales, aclamado ya como "torero, torero". Ese chico, que en su primer toro, me había parecido muy verde, falto de recursos y quizás sobrado de un valor proclive al tremendismo, que no me gusta. La plaza reaccionó con frialdad. El torero no parecía saber colocarse delante del toro, quedando más de una vez a su merced, descubiero. Pero llegó aquel natural y siguieron otros con una estética y una verdad difíciles de olvidar. Al entrar a matar todos queríamos la muerte. No pudo ser. Talavante nos ha dejado el recuerdo de ese momento, en una tarde de lluvia fina, diminuta, más propia de San Sebastián que de Sevilla. El recuerdo del momento inaugural y mágico de una futura figura del toreo.

Wednesday, April 18, 2007

RENACER CON HERMANN HESSE


Hace muchos años ya, leí a Hermann Hesse. “Demian”, la novela de iniciación del muchacho que encuentra en su amigo un guía espiritual, me deslumbró (era estrenar el ideal de la amistad, como “Servidumbre Humana”, de Somerset Maugham, era estrenar el ideal del amor). Son novelas para adolescentes. Adolescentes que leíamos a un viejo.
Hace unos días apareció por entre las rendijas de la biblioteca de mi lugar de trabajo, oculto entre los gruesos tomos de mi especialidad, “Lecturas para minutos”. Me lo habría traído aquí hace años, para leer a salto de mata, en uno de esos momentos vacíos (o de vacío interior), que durante el trabajo se me producen. Es un librito con las hojas amarillentas, ya despegadas, de una edición barata de Alianza. En su primera página aparece una pegatina “Librería ‘El Parnasillo’ Paulino Caballero, 47. Pamplona”. Allí acudía yo algunas tardes (las de la desesperanza o la inquietud) y pasaba las horas mirando por las estanterías, con avidez por encontrar algo para mí, algo que me guiaría, sin yo saber (sin yo tener quien a mi lado supiera). Al pie del libro está mi firma (la de aquellos años), preocupada por la estética. Arriba figura mi nombre y dirección (calle Padre Calatayud, 17-1º). El ejemplar está muy fatigado. Los aforismos varias veces subrayados con distintos colores, bolígrafo, rotuladores…Como si quisiera aprenderlos de memoria. Como si, haciendo míos esos pensamientos, creyera poder adquirir la consistencia de una identidad adulta.
Aparte la felicidad que conlleva todo descubrimiento, siento ahora, con este librito en las manos, el vértigo del tiempo que pasa. El tiempo en el que en este libro me deleitaba, con un futuro informe por delante. El tiempo extenuado del que ahora extraigo lascas, pequeños huecos para escapar al cielo de la contemplación, al cielo de las ideas, para volver por un momento a la habitación cerrada donde leía este mismo libro hace tantos años.
Y este inactual y olvidado Hermann Hesse ¿qué me dice hoy? ¿de qué le habla a este hombre ya mayor?
"Para nacer es preciso morir, pero para morir es preciso despertar".
Hermann Hesse me habla de transformación, de renacimiento. Sigo bajo el signo de la resurrección. El paso previo es despertar. Darme cuenta de la ilusión de vida que me ha ido hipnotizando, tomar conciencia de aquello más genuino en mí, que estoy matando con mi vida de ahora. La muerte no es muerte, es vida falseada. Puedo renacer, despertando a lo que en mí no dejo vivir. Puedo despertar del encantamiento (¿con un beso?) y tomar posesión de mi reino, el reino que me pertenece por el hecho de haber nacido. Libro amigo, que sigue hablándome de lucha diaria y transformación.

Thursday, April 12, 2007

RESURRECCIÓN BAJO EL PUENTE DE WILLIAMSBURG


Williamsburg. El puente metálico, entre Manhattan y Brooklyn. Sonny Rollins, el saxophone colosus, había desaparecido en 1959, se había esfumado en lo más alto de su fama. Nadie sabía de él. Un día, alguien lo encontró, de madrugada, bajo el puente de Williamsburg. Iba allí solo cada noche y practicaba durante horas. Tocaba a cielo abierto para esforzarse en conseguir un sonido poderoso, una sonoridad más plena. Al volver a los escenarios, tres años más tarde, Sonny Rollins había transformado su sonido y se había transformado a sí mismo buscándolo. Algo había resucitado en él. Había reconocido su sonido. Requiere mucho valor prescindir dejar de lado el éxito, la posición económica, la seguridad, para buscar algo que no sabes qué es: la pasión, la autenticidad, lo que uno tiene para el mundo. Quedarse quieto es una forma de morir, una forma de dar gato por liebre a la vida. Repetir una y otra vez lo mismo le convierte a uno en un autómata, en una máquina. Pero la música no se deja estandarizar. Es algo vivo y que canta en nosotros. El puente de Williamsburg es un lugar donde retirarse uno consigo mismo y escuchar el sonido de su propia voz, para saber cómo suena y cómo quiere sonar más plena. Me gustaría poder decir de mi vida lo que decía Sonny Rollins sus solos: "Improvisar es como vivir un trance espiritual, no es algo que se pueda analizar mediante la razón. La esencia de la improvisación es permitir que la música surja por sí misma. Es un ir siempre adelante: no puedo quedarme tocando cosas que ya sé". Es mantener la vieja llama del entusiasmo.

Sunday, April 08, 2007

SEMANA SANTA

Semana Santa, entre Sevilla y Priego de Córdoba. Los costaleros en sus trabajaderas, los penitentes en su procesión. El esfuerzo colectivo para sacar adelante tanta belleza, tanta emoción, sentimientos muy íntimos de cada uno, como estremecimientos, sentimientos ajenos a toda expresión racional o verbal. Cada quien vive su Semana Santa. Preparación de meses, esfuerzo, compromiso, sacrificio, dolor. Todo esto, que sin amor, es incomprensible, que sólo tiene sentido para cada cual, como una llamada profunda, que se escucha o no se escucha. Virgen de las Aguas de Sevilla, procesionando por la ciudad, entre olor de azahares, a los sones de su marcha. Despacio, tras el Santo Cristo de la Expiación, el Cristo muerto. Lunes Santo. Cofradía del Museo. Estación de penitencia. Ausencia. Presencia. Siempre presencia, junto a Ella. Aunque mi amor te olvidare. Nadie sabe. El silencio y la música. La noche, la madrugada.


El Jesús Nazareno de Priego de Córdoba. Su palidez, su mirada, que traspasa, bajo el peso de la cruz. Su mirada con la que uno se encuentra. Avanza por las calles de Priego a empujones de pasión, llevado en volandas por unos y por otros, navegando por encima de una humana marea que subirá con él al Calvario. Y vamos de aquí para allá todo el día para verlo pasar otra vez, por ese sitio y por el otro, como cada año. Los vivos recordamos, a su paso, a los muertos que también veneraron esta imagen. El tiempo parece detenido y todos allí, los que están y los que faltan, por un instante parecen juntos viendo a Jesús pasar a nuestro lado. Y asoman lágrimas en quienes no lo esperaban, porque no creen en estas cosas. Pero las cosas suceden. La belleza surge y el sentimiento se comunica. Y si es una burbuja de irracionalidad en una vida tan racional y lógica, hay que meterse dentro de esa burbuja y vivir esa parte nuestra de emociones, que llora y ríe sin saber porqué. Otro año, en Viernes Santo.