Tuesday, May 30, 2006

CUATRO ACERCAMIENTOS A JESÚS (III)

Noche oscura en el Gólgota. Hay tres crucificados. Jesús es un profeta conocido. Dimas es un delincuente. Jesús sufre su agonía interior: no entiende por qué, no encuentra su fe en el Padre. Se siente abandonado, solo, fracasado. Entonces, el crucificado a su lado le pide algo: "acuérdate de mí". Y Jesús, que ya no tenía fe para sí mismo, hace una promesa al desconocido, una promesa que sale de él, y que a él mismo le sorprende: "hoy estarás conmigo en el Paraíso". Su fe es dar esperanza a los demás, y dándola aprende él mismo a confiar. El amor enseña al amor. Jesús ha pasado su vida consolando a todos los fracasados del mundo, a los indefensos del mundo. Incluso después de muerto, sigue consolando: se aparece -bajo la apariencia de un viajero- a los discípulos que van desanimados camino de Emaús; a la mujer que le amaba, bajo la apariencia de un agricultor; a los apóstoles, en la figura de un pescador que les invita a compartir el pez que está asando en la orilla. Amar es seguir con alguien más allá de la muerte. Amar es creer en un amor eterno. El discípulo que amaba a Jesús reconoce la verdad oculta a la vista: ¡es el maestro! La mujer que amaba a Jesús reconoce la verdad oculta a la vista: ¡maestro! Todos los que lo amaban lo ven después de muerto, aunque vean a otras personas: ven su espíritu, su recuerdo, su misteriosa presencia, y al verlo alcanzan el gozo del triunfo del amor sobre la muerte: ¿no saltaba nuestro corazón estando con él? Creo en ese amor loco. Creo en ese amor que ve lo que no ven otros, que entiende lo que no entienden quienes han decidido no ver. Creo en ese Jesús, que quiere seguir amando después de morir.

Friday, May 26, 2006

EL TEMA Y EL TRATAMIENTO

El pasado lunes asisto a una conferencia. Su título, "Reflexiones sobre el contrato de concesión de obras públicas y las fórmulas de participación público-privada en la financiación de dotaciones públicas (PPP/PFI)". Así enunciado, no promete, pero mi asistencia es obligada. El conferenciante comienza, ante un auditorio reducido, desperdigado por la sala. Al poco de empezar su charla, queda claro que se trata de un hombre brillante. Habla con facilidad y elegancia, introduce conceptos sugerentes, sugiere ideas interesantes, traza una panorámica abierta y accesible de un tema de por sí complejo, pero que va exponiendo con brillante sencillez. Me interesa. Me resulta ameno. Sigo el argumento con facilidad. El conferenciante nos recoge, vuelve, envuelve, con delicadeza, en una faena en que nos va cautivando la atención. Aquí y allá aporta toques humanistas, conceptos culturales, crítica sociológica...En definitiva, resulta una conferencia entretenidísima, tanto es así que el tiempo transcurre sin sentirlo y cuando termina todos estamos esbozando una sonrisa complacida. Fantástico ¡Como me hubiera gustado escuchar su exámen de Abogado del Estado! Y queda así claro que no es el tema lo que importa, sino el tratamiento. Que el arte no está en el qué sino en el cómo. Que la inteligencia es un gozoso don, que quien atesora reparte en cualquiera de sus actividades. Y que la elegancia en el porte, en el habla, en el desarrollo de la argumentación, distingue al buen conferenciante, que consigue que un tema aburrido se resuelva en agradabilísima filigrana verbal.

Wednesday, May 24, 2006

QUE NO SE LO QUITEN

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Esta tarde he ido al centro y la he visto en su sitio de Tetuán. Es la chica del perro. Hoy estaba de espaldas, sobre su cartón. Peinaba la cola del perro con un cepillo de púas. Lo cuida bien. El perro, cuando ella duerme, se le pega al cuerpo y mira al transeunte con ojos casi humanos. Es, seguro, un buen compañero. Cuando la he visto, así ocupada, he recordado al mendigo guitarrista de mi calle, el extranjero rubio que duerme en la puerta del VIP'S. Sería el sábado de Feria. Cuando bajé a por el pan y los periódicos, él estaba en la tienda, haciendo cola con su pequeña compra en la mano. Hablaba con el dependiente y se explicaba con grandes gestos de los brazos. Me lo han robado, decía subiendo la voz. Ya ves tú...tiene diez años -decía- no se va a acostumbrar un amo nuevo. El chico de la tienda se mostraba comprensivo. Seguramente se ven a diario. A pesar de la suciedad y el olor, el dependiente se interesó por los detalles. Sin prisa. Le dió su tiempo. Todos le escuchábamos callados. Se veía que necesitaba desahogar su furia. "Serían las cuatro de la madrugada...no me he enterado...y me lo han quitado". Su perro grandote era su sombra. Esta mañana ya lo ví sin él, urrucado en el suelo, hecho un ovillo, ante los gestos de asco o piedad de los transeuntes. A su perro alguna vez le gritaba, en su borrachera, y un día que se le escapó le ví soltarle soltarle una patada.
Cuando he visto a la chica yonki hablando con su perro, mientras le peinaba la cola he deseado que no le vayan a quitar nunca. No sé si ella podría soportarlo. Luego, cuando pasé de vuelta a casa, ya estaba durmiento, menuda como es, con su cartelito pidiendo una ayuda. Dormía con la cabeza bajo el petate, junto a su perro guardián. Que no se lo quiten.

Monday, May 22, 2006

EL CONSUELO FILOSÓFICO


Boecio escribió su obra más famosa, “De consolatione philosopiae”, durante el año en que permaneció encarcelado antes de su muerte por decapitación. Habiendo alcanzado el cargo de primer ministro en la corte de Teodorico, su caída fue debida a los celos que despertó su suerte entre los opositores políticos, siendo falsamente acusado de conspiración. Su suerte fue, por tanto, la causa de su desgracia.
Entre una sesión de tortura y la siguiente, procuraba recuperar la paz que la injusticia cometida con él le había quitado. Para ello, aislado del mundo como estaba, inventó una mujer (Filosofía), que le consolara con sus palabras, y diera alivio a sus muchas quejas. Escrito quizás como acusación a sus enemigos, más que como íntimo desahogo, el libro se encargó de proporcionar al ajusticiado el triunfo imperecedero de la fama.
Todos, de alguna forma, estamos condenados a muerte. Todos podemos desatar los celos del destino. Alain de Botton, emulando a Boecio, escribió “Las consolaciones de la Filosofía”, un ensayo en el que, con humor, expone los consuelos que los distintos filósofos pueden dar a nuestras decepciones y penas. La pena de no tener dinero, la de no ser lo bastante inteligentes o bellos, la pena de ver como la juventud se acaba y llegan los achaques de la edad. En la inteligencia cabe encontrar consuelo, esto es, gozo, alivio, alegría. Y ésto es lo que nos propone el autor. Tomarnos las cosas "con filosofía". En sus ensayos, Alain de Botton mira las realidades con una sonrisa, a la manera de los ilustrados (de Voltaire). La evidencia de las injusticias en la vida es tan desconsoladora que me parece lícita esta forma de acercarse a la realidad, tan francesa (aunque Botton sea suizo). No se trata de escapismo. Se trata de reírnos, de inventarnos un interlocutor (femenino si es posible) que nos ayude a sobrellevar las penas y, sobre todo, el tedio.

Wednesday, May 17, 2006

CONFUSIÓN


La confusión es lo propio de la mente. Cuando acudimos a la razón para decidir, ésta nos propone toda clase de argumentos, a favor y en contra. La pasión, en cambio, decide de otra forma.
En el último libro de Coetzee, "Hobre lento", se plantean estas cuestiones. Alguien lleva una vida normal y de repente un accidente le convierte en un inválido. Sólo entonces se da cuenta de que es un viejo. Y de que está solo. Depende de otra persona. Y, en esa relación nueva, de dependencia, cuando tiene que ser ayudado a sentarse en el baño, cuando tienen que lavarle y enjabonarle, incluso su sexo, una mujer aparece, una mujer fuerte, a la que poco a poco va pasando de admirar a amar. Confusión: ¿ama o necesita que le cuiden? ¿ama o quiere agradecer lo que hacen por él? Desea pero quiere vestir el deseo de generosidad con una inmigrante que necesita ayuda. Confusión: ¿su deseo justifica que se declare o ha de pensar primero lo inapropiado de esa declaración, tratándose de una mujer casada? Mi pasión ¿es suficiente, ya que yo soy el que muere y el que desea? ¿o he de pensar las cosas con prudencia, sensatamente, ya que tengo sesenta y seis años? ¿Basta el deseo o he de pensar qué puedo ofrecer o qué diablos quiere la otra persona? A lo mejor uno confunde la amabilidad con el amor. A lo mejor confunde la gratitud con el amor. O el deseo con el amor ¿Qué es el amor y qué derechos me da amar a otro? Alguien dice al cojo protagonista: dedícate a hacer feliz a otra tullida, te necesita. No. No se trata de eso. Alguien le dice: sigue tus deseos hasta el final, hasta donde te lleven, pues si no lo haces esa persona no cobrará vida para tí, pero tú tampoco para ella. Seguir un sentimiento hasta donde te lleve ¿es sensato? ¿es más sensato ahogar el sentimiento que nace, apenas nacido, y vivir como un muerto que ha matado en él la vida? ¿se debe pagar el precio de actuar como un canalla y destrozar una familia?
Todas estas preguntas y unas cuantas más, en esta novela preciosa, importante, de Coetzee.

Friday, May 12, 2006

COLA DE PESCADO

Tras un post un tanto descorazonador (gracias a todos por vuestros ánimos y apoyo), hoy os revelo el desenlace. Día D. Vuelta a clase. He preparado una presentación en Power Point de lo que quiero explicar. Antes que nada, advierto que lo que entra para exámen es lo que voy a dar en clase, pero que tengo preparado un escrito alternativo, tres veces más voluminoso, por si no pudiera desarrollarse con normalidad. Silencio. Atención. Expongo. Sin problemas.Formalidad. Y ahora, cuando concluyo, lo digo: traigo otra presentación pero es "sólo para subir nota". Nadie se va. Advierto: no está en el programa. Siguen todos. Y les endilgo una presentación sobre la comunidad universitaria, los valores comunitarios y societarios, las teorías de Alvaro D'Ors, mi maestro, sobre la autoritas y la potestas y su distinta conceptuación y valor en la Universidad, el tiempo privilegiado de ser de Azorín, la responsabilidad del universitario frente al contribuyente (pagano del 80% de los costos de la Pública), la obligación de devolver a la sociedad lo que ésta está invirtiendo en ellos. La figura del Profesor Asociado, como profesional de prestigio, en la Universidad, que abre ésta a la sociedad, con la que debe imbricarse cada vez más...es un auténtico "speach", en el que incluso consigo que rían y se relajen (por fín), y hasta la complicidad posterior de la mayoría...¿un éxito? No. El susodicho no acudió. Pero hoy he hablado para sembrar en "los otros" y, quizás, en alguno quede algo de lo dicho, y se implique en hacer comunidad universitaria ("ayuntamiento de maestros e escolares"), en extender los valores de la afección, la cooperación y la exigencia propia, ojalá cale mi definición de Derecho como aspiración a la justicia de cada caso concreto (dar a cada uno "lo suyo", lo que le corresponde, lo que la edad y circunstancias, le han atribuido), y de la autoridad, no como saber, sino como coherencia de vida en los valores que uno profesa: respeto, en primer lugar. Gracias a todos vosotros, que me habéis hecho pensar en cada uno de mis alumnos (realidad) y no en la clase (abstracción). Os lo debía y me lo debía.
Y, ahora que lo pienso, es como una cola de pescado: a estos chicos se les coge por "la nota", por la "utilidad", por "el exámen", pero por ahí podemos meterles la cola en la boca, como cola de pescado.

Tuesday, May 09, 2006

A VUELTAS CON LA EDUCACIÓN

Esta tarde voy a por el coche, recién levantado de la siesta. Son las cuatro y hace una temperatura de treinta y tantos a la sombra. Pero tengo que dar mi clase. En los soportales, junto a la puerta del OpenCor, la mendiga portuguesa con los pies descalzos, tendida en el suelo. Cruzan la calle, delante de mí, dos chavales. Uno, alto, de unos quince, con el pelo al rape y tatuajes en el cráneo. El otro un niño de siete u ocho (su hermano quizás). Pasan delante de la portuguesa y se la quedan mirando. Yo iba por la otra acera (seguramente, para evitar el apuro de negarle la moneda que pide). Pero algo en esos chicos me ha inquietado. Son canis. Y para mí, hombre de prejuicios irremediables, los canis son violentos. Llegan a la altura de la portuguesa y se vuelven. Empiezan a reírse entre ellos, se burlan de ella...la mujer da voces, se queja a los otros que por allí están. Yo tengo miedo. Pero los niñatos siguen para adelante, fanfarroneando, y yo respiro (estaba dispuesto, qué se yo, a tener que defender a la mendiga). Recuerdo entonces que el periódico de hoy traía una encuesta: uno de cada cuatro profesores dicen haber sido objeto de malos tratos físicos o verbales por parte de los alumnos. ¡Qué gente estamos criando! Y llego a mi clase. Y, al cabo de unos minutos, consigo que se haga el silencio. Empiezo la explicación. A cada paso, me interrumpen. Me piden que repita, que vaya más despacio. No me concentro. Es desesperante. Se quejan. Voy demasiado deprisa. Un alumno se levanta, se me pone delante y dice que él se va: él ha pagado por las clases y a la velocidad que voy no puede tomar apuntes. Intento disuadirle. La Universidad -le digo- no es una escuela: aquí se supone que distinguimos entre un dictado y los apuntes. Pero insiste, y se va. Lo malo es que el alumno en cuestión ¡tiene casi tantos años como yo! ¿Esto es lo que hay? Corto y les remito al texto escrito de la clase, que les mandaré por internet. No estoy para seguir la clase. Yo me voy. Esto de la educación parece cada vez más difícil.

Thursday, May 04, 2006

MI NIÑA PEQUEÑA

"Rachel con dieciseis o diecisiete años...-¡Papá! -Aún me llamaba papá por entonces-. Necesito que me ayudes...Me reí al ver lo que pasaba, y cuando Rachel comprendió que no me estaba riendo de ella, se echo a reír también. Si tuviera que elegir un instante, un solo recuerdo para guardar en la memoria entre todos los momentos que he pasado con ella desde hace veintinueve años, creo que sería ese" (Paul Auster, "Brooklyn Follies", página 70).
Cuando el otro día leí esta parte del libro, me llegó muy dentro. Tengo una hija de esa edad. Un momento de risa juntos puede ser algo tan difícil cuando crecen...Ella está forjando su propio mundo, y en él apenas entra ya su papá ¿Qué siente en este momento un padre al que le parece que hiciera apenas unos minutos que jugaba a la pelota con su niña por los pasillos, o la tenía pegada como una lapa a la barriga, en la piscina, haciendo pucheros y sin atreverse a soltarse para nadar? Ahora, que ya tiene que avisar para entrar en su cuarto se pregunta por el futuro ¿Qué conservará la memoria, dentro de unos años, si -como sucede a Nathan con Rachel- la hija deja de hablar al padre por algo que él dijo o hizo mal y sus vidas se separan y se distancian? Un instante de risa juntos...ahora, que está conmigo y todavía me llama papá.

Monday, May 01, 2006

TAUROMAQUIAS


Ayer, en la plaza de toros de La Maestranza. Toreaba su primer toro José María Manzanares. Un manso que no tenía un pase. Apenas le dedica un par de muletazos. Fuerte pitada. Bronca. Está gordo, dicen, viejo, dicen. Es un sinvergüenza, gritan. Cayetano triunfa y corta una oreja a su novillo (la Duquesa de Alba se salía del palco real, con el pañuelo en mano, pidiéndole al Presidente la oreja). Es aclamado por la plaza, puesta en pie, como el nuevo ídolo de Sevilla.
Segundo de Manzanares. Desde el principio, la plaza en contra. Que si está acabado, que no vuelva, que es un ladrón. Eso, ya en el primer tercio. La cuadrilla -desastrosa- no ayuda. Me vuelvo al de detrás, que vocifera como un desesperado: "Este hombre -le digo- es Historia del Toreo; está en las Enciclopedias y merece un respeto. Vamos a esperar un poco". Empieza Manzanares con la muleta. Alguien le grita algo desde los tendidos de sol. Se le calla. Otro repite un improperio a voz en grito. La gente pide silencio. Porque Manzanares ha empezado a torear, a estirarse en ese toro, que embiste. El alicantino da unos muletazos de plasticidad y hondura, como él sabe darlos. Sson pases sueltos, sin continuidad, pero tienen el aroma y la gracia que sabe dar el maestro. Son lances e imágenes que valen por muchos muletazos insulsos de tantas figuritas de diseño. Le digo a un aficionado que se sienta a mi lado, que no podemos exigir a todos los toreros lo mismo, tengan la edad que tengan, ni querer que a todos los toros se les haga faena. A Manzanares hay que venir a verle como se venía a ver a Curro. Por si llega el duende y se siente a gusto con un toro. El de detrás, a instancias de su mujer, empieza tibiamente a dar su visto bueno. Aplaude incluso. Pero el toro se termina pronto y no hay faena. Vuelven las protestas.
Una vez arrastrado el toro, se produce una cierta confusión, la plaza está dividida. Unos ovacionamos, otros insisten en sus protestas...en esto, Manzanares se sale al tercio y hace que su hijo le corte la coleta. Hay un momento trascendente de silencio, cuando suena la música, en homenaje al maestro que se retira y la plaza estalla en una ovación cerrada, atronadora, sostenida, inmensa, que dura mientras el torero da su última vuelta al ruedo, despidiéndose de los aficionados, entre las lágrimas de algunos, que le vieron muchas de gloria, en esta misma plaza, a lo largo de los treinta y cinco años que lleva de matador de toros.
Luego, mientras Cayetano torea a su segundo toro, nos damos cuenta de que el callejón es un hervidero. Han ido llegando toreros, convocados a través del móvil. El nieto de Ordoñez, el hijo de Paquirri, sigue toreando bien. Corta una oreja. Obliga a Manzanares a dar la vuelta al ruedo con él y, cuando ya saludan desde el centro, sale Padilla, el torero jerezano, corriendo desde el burladero y se le mete entre las piernas a José Mari y lo iza a hombros, y detrás de él, apelotonados, sucediéndose como porteadores del maestro, El Cid, Espartaco, Enrique Ponce, lo llevan en triunfo por todo el redondel y lo hacen salir, en un exceso antirreglamentario, pero justificado por la trayectoria inigualble del matador, por la puerta del Príncipe.
Miro al señor de detrás, que se ha emocionado, con la misma inconsciencia con que antes había injuriado al maestro. Y veo que en este mundo la emoción es la que justifica y manda. Y es justo que se abra ahora, como homenaje, esa Puerta soñada. Y manda la emoción de haber sido testigos de esta tarde en que dijo adiós José María Manzanares. Esa emoción con la que todos volvemos a casa, y que he querido transmitir en este comentario.