Friday, September 17, 2010

CAMINO



Es la hora de la siesta. Dentro de unas pocas horas comenzamos el Camino de Santiago. Parto de cero. O menos cero. Quiero decir que estoy en ese nivel de angustia inherente a mi edad y mi condición. Al miedo que siento cada mañana, como tantos, caminando entre mendigos por las calles, gente que te aborda para pedirte dinero para un bocadillo, o gente que ya se resignó a no pedir y duemen en los jardines o deambulan descalzos, cubiertos de suciedad, ya apenas hombres, o entre sus bultos de basura, pesadamente acarreada de aquí para allá como sus únicas pertenecias. Ante el miedo que me producen estas gentes, esta sociedad que genera esta cantidad de dolor ¿qué buscar en el Camino Santo de los siglos pasados? Cuando la fe y la esperanza. Pero hoy...Ya no puedo coger el Evangelio entre las manos. Cojo, en mi vacío, el primer libro que pillo. Porque creo que debería pensar en algo durante estos días de andar y más andar. Debería ser un tiempo de penitencia, de replanteo de vida. Un tiempo hacia el noble silencio. Un tiempo convencido de saltar ya de todos los andamiajes conceptuales que nos tienen por encima de la realidad miserable que nos rodea. Y en tal caso, sin artificios, cojo el primer libro. Es el libro de la estantería, el que sobresale en la segunda columna (todo me da igual últimamente, amigos), y resulta ser de un premio Nobel. Para sentirme más cercano a él busco en Google la foto de su tumba, sus miserables restos después del engreimiento de hombre culto, de pensador. Y busco al azar frases subrayadas (cuando lo leí), frases que no recuerdo, que no significan nada para mí. Pongo el dedo en la página que sale, pidiendo a mi númen que me oriente: a dónde ir ahora. El geniecillo maligno que me tiene entretenido todos estos años con juegos y más juegos, hace que mi dedo se pare en estas frases:
- Siendo ya muy viejo, cambio de lenguaje y empezó de nuevo.
- Verdades a las que uno no se ha atrevido. Han quedado detenidas en una especie de antecámara del infierno.
- ¡A quién debemos resultar aceptables!
- Se paga mucho por la falsa pintura de la felicidad.
- Empieza de una vez a plantear las preguntas a las que nunca llegarás a responder. Lo has evitado durante demasiado tiempo.


Estas son las propuestas para este Camino. El azar me plantea este temario. Parece que hay que cambiar de lenguaje (de ideas) para afrontar el futuro. Que hay que responder cuestiones planteadas, pero evitadas, que hay algo falso en mi vida, que hay un miedo a ser rechazado, un miedo a enfrentarme, hay un lenguaje por encima que condena y limita, un lenguaje viejo...Vaya textos.

Y yo, asustado ante la dimensión del reto, pregunto de nuevo. Cierro el libro y abro por donde mi maestro me lleve...
...
...
"Un libro de anotaciones. El texto viene más tarde" Primero tú, tus notas, tus comentarios. Tú haces el texto. Tú únicamente, tienes el derecho a escribirlo, la responsabilidad de escribirlo.

Caminar. Quizás el camino quiera hablarme, si me pongo a escuchar. Estoy vacío y esa es la condición de toda creatividad. Vaciarse para llenarse. Desde la tumba torturada de Canetti, que escribió esas frases que hoy me hablan, emprendo el Camino.

Wednesday, September 01, 2010

LE MANOIR DU VAUMADEUC



Pero allí está el Manoir du Vaumadeuc. Allí debe hacer ya frío. Allí está el bosque rodeando la mansión. La frescura de esos árboles que tanto dinero cuesta mantener. Esa hilera de árboles, por donde salíamos a pasear cada mañana, por Plevén, el pueblecito cercano, saludando a los vecinos madrugadores. Ese fresquito de la mañana, abierta entre la profusión de flores que adornan y engalanan los pueblos de la Bretaña, con sus maceteros en las calles, flores y más flores, belleza de colores para la mañana. Allí estará su propietario. Un ingeniero que dejó la civilización, para civilizarse en el campo, en la belleza de esta casa, este lugar visitado por fantasmas encantadores, en el que ahora nos sirve el desayuno, como lo serviría un aristócrata a sus invitados, enrollándose con los españoles en nuestro idioma, que domina y ama, dándonos buenos consejos viajeros, usando con nosotros de esa cultura de los franceses, que es exquisita educación y a la vez desenfadado sentido del humor, finura de connaiseur. Un lugar mágico (a pesar de que no apareció el fantasma). El lago cercano, el jardín francés, con sus rosales y sus setos perfilados, su lugar para el cafe y el descanso. Un lugar para descansar y luego recordar, aquí, cuando el calor persiste y no quiere irse del todo. Aquí cuando todos vuelven a lo cotidiano. Bretaña, Normandía. Amor a la naturaleza. Bellas casas, bellos pueblos, magníficas ostras en sus puertos, lujuriosas almejas en caldo de cebolla. Allí estará y lo recuerdo ahora, el caserón del Manoir. Allí quedará nuestra despedida en el libro de visitas: nos ha quedado Rochefort. Tenemos que volver.