Tuesday, December 30, 2014

LA MEMORIA DE DIOS, O CUANDO MI ABUELO VOLVIO A ENCONTRAR A SU MADRE

¿Por qué creo en Dios? No lo sé. Es un regalo. Sé que a Él no le importa que crea o no, ni yo ni nadie. Él cree en cada uno de nosotros y nos sale al encuentro en el camino de la vida. Creo que para Él no soy uno más: que me conoce por mi nombre y me ama. Esa era la fe de Jesús: poder tener una relación personal, como la de un hijo con un padre maternal y tierno.

Un padre no se olvida de un hijo...¿o sí? Viendo este mundo, viendo el mal, la violencia, el odio, a veces podemos preguntarnos...¿Y si Dios tuviera Alzheimer? ¿Y si Dios se hubiera olvidado de nosotros, si se olvidó del mundo que creó un día y está ahí, desentendido de todo lo que pasa?

 ¿Nos volveremos a encontrar con nuestros seres queridos alguna vez? Yo me he encontrado con ellos algunas veces en sueños, los veía tal como eran, con un gran realismo y me he emocionado. Están ahí, en mi memoria, como hologramas. ¿Podría materializarse ese sueño? ¿Dónde viven los seres con los que soñamos? ¿Por quién seré yo soñado cuando haya muerto? ¿Viviré en ese sueño, me sentiré vivo en él? 

Mi abuelo un día volvió a encontrarse con su madre. Mi madre, su hija, encarnó ese sueño de mi abuelo, cuando mi abuelo volvió a su infancia. Aquél día mi abuelo le dijo: "Mamá ¿por qué me has traido aquí?". Quería que le llevase de vuelta a casa, al pueblo y le cogía la mano. Mi madre se reía, convertida en madre de su padre. Y le hacía alguna caricia. Su madre, tras medio siglo muerta, seguía viva dentro de él. Aunque no la recordase. 

 Creo que seguimos vivos en la memoria de Dios, que un día nos encontraremos, aunque hayamos perdido su memoria y no lo recordemos. Un día todos los que perdieron la memoria serán recordados y recordarán. Porque la relación de un hijo con su madre sobrevive en lo profundo de ambos.

Tuesday, December 23, 2014

EL CASTOR EN GUERRA

Voy a volver al blog. Quiero volver. Ya quizás sin lectores. Pero en realidad...siempre estamos empezando.

 Este es un blog personal y, por tanto, puedo contar que estoy leyendo una biografía de Simone de Beauvoir. Y puedo contarlo porque cuando un libro te transforma, aunque sea un poco, es ya algo tuyo. 

En primer lugar, es un libro bien escrito. Los franceses saben escribir. Practican una escritura de ideas pero sin descuidar la forma. Da gusto leer y a la vez reflexionar. Daniêle Sallenave, además, sabe hablar con la voz de Simone. Interactúa con ella, se identifica y se distancia, y la lectura se convierte en un diálogo entre ambas. Me gustan esos libros que acaban con muchos subrayados, que me piden volver sobre lo escrito y tomar yo mismo notas para mí en mi agenda.

 En segundo lugar, es un libro sobre un tiempo que yo viví: los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. Un tiempo en que el mundo estuvo en guerra, guerra de dos bloques irreconciliables, de dos ideologías. Tiempo en que uno no podía ser neutral. Tenía que tomar partido o corría el peligro de quedarse fuera del juego. La lucha entre los bloques se jugaba en Europa, entre los intelectuales del Viejo Continente. Tú, como estudiante, podías optar entre el orden, el aprovechamiento académico, los valores tradicionales, la familia. O bien por la lucha, el activismo, la liberación de los condicionamientos burgueses, de la moral burguesa. Un tiempo muy diferente al de este de la globalización. 

 Simone de Beauvoir, guiada por un afán de Absoluto, toma partido en su vida a favor de todas las revoluciones, quiere cambiarlo todo, vive en guerra permanente, bajo la presión y el vértigo de saberse poseedora de una sola vida que le conducirá a la nada, un tiempo limitado para desarrollar su proyecto de ser. El Castor (como la llamaba su alma gemela, Jean Paul Sartre, por el empeño que ponía en todas las cosas que hacía), siempre estuvo en pie de guerra, contra todo y contra todos, permitiéndose solo algunas treguas, algunas "querencias", lugares donde retirarse para recuperar fuerzas, para dejarse invadir por la belleza. Lugares como Roma, en el que "la piedra mana y el agua forma volutas". 

La tragedia de los intelectuales del momento fue validar la violencia como motor de la transformación y la emancipación. El estalinismo, el maoísmo, el castrismo...todas las revoluciones fueron traicionadas. Sartre y Simone de Beauvoir hicieron múltiples viajes a la URSS, a China, a Cuba. Pudieron darse cuenta. Pero prefirieron preservar la unidad de los suyos y ocultar la verdad. No denunciaron el terror e hicieron la vista gorda frente a las depuraciones y el silenciamiento a que se sometió a los artistas disidentes. Sólo los tanques en Praga, en 1968 les hicieron despertar del sueño soviético, pero para pasarse con armas y bagages al maoísmo, ignorando los asesinatos masivos de la Revolución Cultural. El último Sartre, ya muy mermado, llegó a justificar el terrorismo de la banda de Baader, en Alemania. 

 Esta progresía intelectual europea se empleó contra los valores burgueses como máxima expresión de la desigualdad y la injusticia. Sin embargo, en guerra y todo vivieron muy bien. Sartre, hijo de familia acomodada, nunca abandonó su confortable piso del Barrio de Montmartre. Compartió a diario mesa y mantel con Simone de Beauvoir en La Cupole, hizo tres o cuatro viajes al años con ella y con la amante de turno. Vivieron bastante bien, aprovechándose del sistema que querían abolir. Fue una de sus muchas contradicciones. 

En aquellos tiempos, ser joven era ser idealista. Hoy sabemos desconfiar de los idealistas. Sabemos desconfiar de los líderes de todas las revoluciones, de la espontaneidad de los movimientos de masas. Tras perder como sociedad el Absoluto religioso, hemos perdido también el Absoluto ideológico. Tras la caída de los muros, nuestras vidas son más grises y nuestros jóvenes se dispersan en el magma de una pseudocultura audiovisual y de redes. Nuestro pecado, como sociedad, es hoy la banalidad y el estado asociado a ello el aburrimiento. Pero el ansia de Absoluto forma parte de la esencia humana y de ahí el auge de los nacionalismos, como nuevas ideologías, y el atractivo para los jóvenes de los movimientos violentos de todo tipo. 

Sin embargo, la figura de Simone de Beauvoir, trasciende del icono político y de su asociación con Sartre, y en la biografía de Danièle Sallenave se visitan otras estancias de su personalidad, como mujer de apetito y apetitos, como memorialista que escribe su vida para construirla y que la construye escribiéndola. Una vida construida desde la lucha, golpe a golpe, libro a libro, por una sociedad de hombres y mujeres libres. Un objetivo que nunca podrá conseguirse pero que siempre podrá servirnos de guía.