Thursday, July 30, 2009

CON LUISA EN PALERMO

Seis y media. Sigo perezosamente en la cama. Tengo una llamada en el móvil, pero lo he desconectado, porque estoy en la cama. Estoy escuchando al quinteto de Alain Bédard. El disco lo compré en Palermo, durante la actuación de este quinteto canadiense. Estábamos esa noche última de Palermo, allí, en ese local del puerto donde encontramos jazz en directo, tomando unas copas finales de viaje, cuando ya los otros se habían retirado y sólo quedábamos los dos. Escucho un tema titulado "Toutatoué", mientras leo un texto de Luisa Miñana, un texto que sucede en Palermo. No quiero contestar la llamada del móvil, porque lo que leo y lo que escucho es esta tarde para mí.
"Invoca el arco iris, invócalo". La libertad de la infancia: "Esta mujer me mira convencida de haberme conocido. Pero yo voy saltando en los charcos como cuando era niña, con mis botas de lluvia y mi impermeable verde"..."Las aspas del ventilador girando sobre la cama"...y pienso en sus palabras: hay que "hacerle un sitio al aire, contemplar como antaño largamente la tarde", contemplar largamente el tiempo. Invoco el arco iris, el color de la infancia. "Una canción no basta o sí, según se mire" y escucho esta música soñando con la libertad que Luisa dice ("tener un rato el grifo abierto y caminar desnuda detrás de los cristales"). O tener esta tarde para mí, sin contestar esa llamada, soñando tumbado en la cama con esa noche de Palermo, bajo las aspas giratorias imaginarias de mi cuarto (con aire acondicionado), y gustando esa declaración de amor de Luisa, en Palermo: "Tú eres uno y todos, lo que conozco y lo que me sorprenderá: esa mirada que he perseguido porque, al descubrirme, ella me ha desnudado en un microsegundo, me ha prometido la travesía de un desierto como un vino, un viaje a otra estrella de la que no sé el nombre y menos aún las coordenadas...". Oh, un amor que prometa la travesía de este desierto, un viaje a otra estrella...Amor anónimo, amor pasión, amor viajero de carretera, amor que se puede oler, como el cuero: "así que ven Y ámame con tus ojos enganchados a esta bandera de conveniencia que te ofrezco: me has seguido el rastro hasta el mar como un perro. Enfundado en cuero, haciéndote notar sobre tu Kawasaki, sobre tu mendicante chulería. Y sé que cumplirás tu parte de la historia". Un amor suficiente, apenas, para atravesar como un vino el desierto. "Nos conviene mejor la orilla, las palabras que no pronunciaremos. No indagar en la arqueología.Te pido una luna sobre el puerto. Puedo permitirme contigo ese capricho de romántica pasada de moda como en un anuncio de televisión. Es Palermo". Fue Palermo, también, aquella noche, escuchando como ahora al Quinteto de Alain Bédard -suena "Bluesy lunedi"-. El piano rompe bruscamente el ritmo encendido de los saxos, y siento -el texto y la música- algo que me recuerda la mirada de Gelsomina cuando ve a Zampanó, el animal, el bruto, hacer su número de fuerza, haciendo saltar con la fuerza de sus pectorales la cadena de hierro -con su chulería mendicante- ante todos los paletos de pueblo, esos ojos de Giulietta Masina, enamorada y feliz infeliz. Italia. Palermo. La promesa de una luna en el Puerto. Tiempo, para contemplar largamente pasar la tarde, tumbado en la cama, sin hacer esa llamada que me urge. "La batalla está perdida y me gustaría dormir un rato a tu lado". Dices. "Una constelación no podría ofrecer mejor guarida que el sueño junto a tí para planificar las tres o cuatro frases con que ir tirando y componiendo los días sin que se noten las bolsas en los ojos y la palidez creciente. Tres o cuatro formas estables de disimular nuestra verdadera naturaleza. No hace falta más". Poesía llena de tristeza y consuelo. Por eso invoco el arco iris, de nuevo y me entrego a la música. Una canción no basta, o sí, según se mire.

Tuesday, July 28, 2009

LAS ESQUINAS DE LA LUNA





Leo el libro de Luisa Miñana, "Las esquinas de la Luna". He oído decir que es un libro terapeútico, como acto de creación. Sí. Su lectura cura. Es una apertura para abandonar los límites del lenguaje y del discurso lógico, incluso del discurso mismo. Lo discursivo cede su espacio aquí al sueño. El sueño insomne de Luisa está hcho de espasmos de sentido que se revelan de súbito y en sí mismos llevan una luz de evidencia nocturna. No son textos, más bien texturas o relámpagos. Instinto sonámbulo que explora en su propia oscuridad.

"La modelo habla por teléfono con el fotógrafo

Desde que soy intercambiable
Me han crecido nombres como extremidades, como ojos, como bocas. Me parezco a los cuadros de Warhol y a los ceniceros de los hoteles, a una diosa oriental

Con todas las bocas te llamo y con todos los ojos. Con todas las extremidades podría abrazarme a tí, pues he aprendido desde niña en los documentales que en cualquier país la lluvia es verde y negro el sueño que no llega.

Mi tiempo es el tiempo en que puedes mirarme, porque no habito espacio ni sol más allá de este cordón umbilical que a veces es un árbol y muchas otras la carretera que da la vuelta al mundo.

Todas mis variaciones que tú amas las he diseminado por el mundo porque alcanza mi deseo para multiplicarme por todas las antenas y pantallas: seré cualquier mujer que tú alimentes o maldigas.

Tengo los dedos fríos de quedarme pegada a la fachada de cristal de mi oficina. Vivo en el polo Sur, en medio de la gran tranquilidad, concentrada en el trabajo de posar para tí

a todas horas
ante esta web-cam

Ya no estoy en los catálogos de tus exposiciones, y solamente viajo los fines de semana para alojarme en los hoteles por donde tú has pasado y entiendo que ser libre en este mundo de teléfonos
es una forma de ser intecambiable".

Leo este texto como quien bebe una copa en la noche, despacio. Y recuerdo a Carlo Mollino y sus ocultas fotografías de mujeres. Y se me aparece Luis Buñuel hablando de las arañas, que a la vez le atraían y repelían.



Y ese desasosiego es el que siento ante este amor extraño de la modelo que posa ante la web-cam, con todas sus bocas llamando al fotógrafo. Con todas sus extremidades deseándolo. Esa mujer multiforme, sus variaciones, cuyo tiempo es el de ser mirada. Mujer perturbadora que sigue al fotógrafo por todos los hoteles que él abandona. Fotógrafo que mira a la mujer y la expone a los otros. Porque el amor se escapa y se convierte en árbol: en carretera o en teléfono.
Y pegada al cristal, enfriándose los dedos de esperar, la mujer no mirada, la mujer no amada lanza su imagen o grito al ojo cibernético de una máquina.

Friday, July 24, 2009

LIBERTAD EN ZARAUTZ


De los días pasados en las costas vascas, quedan imágenes y sensaciones poderosas.
Las puestas de sol en las playas de Zarautz. Esos cielos. El color de la luz entre las nubes, cuando el sol se despide hacia Getaria.


Y el verde del norte. Chillida Leku. El lugar, el sitio de Chillida. El caserío que él convirtió en obra de arte. Naturaleza en la que las esculturas viven entre los árboles.


Chillida, nos dicen, nunca trabaja la piedra en ángulos rectos y si uno se fija bien, ninguno de los ángulos es de noventa grados. Chillida amaba la libertad, y el ángulo recto se opone a la libertad: un ángulo recto impone a todos los demás ángulos cómo tienen que ser.
También Zarautz defiende la libertad. A la entrada del pueblo una señal advierte: "Este es un pueblo sin pena de muerte. Eta no." Y sí, pienso que -hablando en positivo- que los no-violentos defendemos la vida y la vida no es compatible con la pena de muerte que algunos han aplicado en esta tierra a sus enemigos políticos.
Chillida con su trabajo callado en la piedra ha alzado también su voz. Sus esculturas abrazan, dialogan, se comunican, unen. Es una respuesta lo que esas esculturas nos ofrecen.
Y de vuelta a Zarautz, esos cielos y esas nubes, esos colores del atardecer, esa paleta prodigiosa de la naturaleza, transmite toda la belleza y toda la fuerza, toda la libertad de esta tierra que Chillida amó.

Monday, July 20, 2009

ENRIQUE BARRERO



Solo en mi casa. Leo los poemas que me envía Enrique Barrero. Esta tarde de verano en que permanezco solo, estoy leyendo su poesía. Y leyendo estos poemas se me hace presente Enrique en esta tarde, en esta misma habitación, frente a la televisión, junto al aire acondicionado. Es la voz poética de Enrique, que me hace volverme a mi interior y admirar esa extraña cosa -inmerecida- que es mi propia fe. La fe que comparto con el poeta. Esa fe que consiste en sentirse uno amado por Dios. Nada hicimos. Fue Su amor que nos vino y nos buscó. Fue urdiéndolo a lo largo de nuestras idas y venidas. Quizás desde la cuna. Fuimos elegidos para un destino: "Tu quisiste que fuera quien he sido".

Y Enrique es poeta. Y -en este libro litúrgico- canta su fe (raro proyecto en un tiempo en que algunos consideran impudicia cualquier expresión de la propia intimidad religiosa). Pero el poeta -por definición- explora esas realidades interiores. Y la relación amorosa con Dios es muy parecida a cualquier otra: una historia de gozos y soledades, negaciones y reencuentros, como todas las historias del amor humano. Sólo que Dios, en esta historia, lleva la iniciativa siempre.
"Bendíceme estos versos, este oficio
y escóndete en silencio en mi palabra". Dice el poeta y sigue la oración.

"Tan sólo te diré que puerta a puerta
fui buscando tu rostro. No me cabe
más ofrenda, Señor, que el haber ido
-verso a verso y olvido tras olvido-
urdiendo una oración para tu gloria".

En el poema está la espera y la urgencia del amor:
"No tardes mi Señor, ven a la cita...
Dime ya que me quieres, en qué senda..."

En el poema está -también- el gozo.
"Se enciende el corazón cuando te intuyo".
Y la serenidad.
"Hoy te nombro Señor, porque te siento
breve rayo de luz en mi jornada.
Advierto tu presencia enamorada
detrás de cada pulso y cada aliento".

Canta Barrero a un Dios propio. Un Dios del Sur.
"Vente conmigo aquí, al Sur que habito".
Un Dios de sus lugares.
"Vente conmigo aquí, junto a la umbría
y tranquila belleza de esta ría".
Porque Enrique Barrero trata con un Dios encontradizo y enamorado, un Dios que quiere vivir con él su vida, que se le acerca para hacer con él esta jornada.
"- Mi lucha, mi verdad, mi Dios cercano,
Dulce Señor del tiempo y de la herida,
escribe los renglones de mi vida
con el pulso invisible de tu mano".
Dios que es aliento para seguir caminando:
"No alcanza más alivio este viaje
que soñar tu horizonte de belleza".

"Hazme débil Señor, dame el fracaso...
Entrégale a mi esfuerzo la pobreza..."
Es la experiencia del dolor donde Enrique intuye más poderosa esa presencia, en forma de alegría que llega y consiste en sabernos "aliento tuyo en levedad de barro". Por que al fín todo es efímero.
"Sólo Tú quedarás. Esto que vemos
será piedra molida y cuarteada".

Dios nos busca en nuestra debilidad:
"No tres veces Señor, que más han sido.
Cien veces te he dejado de soslayo...
cada vez que te esquivo y que te niego
compruebo con más fuerza que te amo"

"Hoy te pido, Señor, el ver tu mano
no sólo en un espejo de belleza
sino en el barro frágil de lo humano.
Dame el secreto don, la fortaleza
de ser abrazo siempre, ser hermano
y hallar en el amor toda certeza".

El camino es largo.
"De entre todas las dádivas te pido
la callada virtud de la paciencia".

Pero -como hizo decir Goethe al ángel en Fausto- mereceremos la salvación al fin, porque al menos lo hemos intentado.
"Porque no he renunciado a la alegría
aunque a veces me venza la desgana".

Gracias, Enrique, por tu libro, en el que te encuentro, y me encuentro.

Sunday, July 12, 2009

MEDIA LUNA

Uno no sabe a qué va a los sitios. Yo creí que iba a otra cosa, pero San Fermín me deparó lo que, sin yo saberlo, sin esperarlo, más necesitaba: la fiesta verdadera, una fiesta de familia, una fiesta compartida por mayores y chicos en esta ciudad, una fiesta de toda la ciudad. Fue como recordar algo que nunca tuve, algo que sin embargo, existía. Jesús y Ángel (el palo y el punto de una i, de inteligencia y de ingenio), con sus ganas de reírse juntos y con nosotros, Javier con su acordeón y su gastroenteritis y Maricarmen y Silvia, con su acogedora proximidad, acogíendonos todos ellos en esa comida de su gran familia, con los niños, con ese inverosimil mozo alemán, Michael, con el fornido y noble entrenador de fútbol. Navarros castas que me hacían recordar la esencia de una fiesta que no viví y a la vez me daban ganas de vivirla ahora, con ellos y en el futuro con mi propia familia.
Al llegar, mi niño había recuperado el recuerdo de Vinagre, ese cabezudo de la berruga que veía pasar por las calles repartiendo vejigazos, ese cabezudo malo que nos asustaba.


Los gigantes, solemnes y tiesos, incluso los negros con sus plumas, bailaban por las calles mientras buscábamos aparcamiento.



Luego seguimos al Iruña, el café desde donde con mi madre veíamos pasar las peñas hacia la plaza. Hoy hemos tomado posiciones en el Niza para ver desde allí una fiesta de la que, este año, nos sentíamos un poco fuera: la misma alegría, la misma irrevente actitud, la insolencia alegre de sus pancartas. Bullanga y risas, bromas y disfraces. Es fiesta y todos guardan la fiesta hoy.
Al volver al hotel, leo en el último libro de Milan Kundera -"El encuentro"- que solo existimos en nuestra concreta edad: no recordamos como piensa, como siente, como es una persona de una edad que ya no es la nuestra. Yo pensaba correr en el encierro, iba a ver los toros en sol, iba a salir acompañando a las peñas, con los amigos de mi joven amiga de Pamplona. Iba con la edad que no tengo ya, para hacer lo que quedó pendiente entonces. Al final no ha habido nada de eso. He ido a pasear por la Media Luna, a la sombra acogedora de esos árboles, he ido por donde me llevaba mi abuelo en sus interminables caminatas, para ver desde allí recortarse las torres de la Catedral.



De este día me queda la alegría sana, noble, la luz prodigiosa de los hombres y mujeres vestidos de blanco y rojo, comiendo juntos, en familia, disfrutando de la música del acordeón, de la ocurrencia del momento. Una fiesta que es encuentro con ellos. Que es reencuentro con mis raíces. Gracias amigos.

Friday, July 03, 2009

LOS VERANOS SON PARA LAS NOCHES

Quedamos cualquier noche, este verano. Felices vacaciones.

Thursday, July 02, 2009

HOTEL EME



La otra noche, en la azotea del Hotel Eme, en Sevilla. Amigos. Cenamos contemplando la belleza iluminada de la catedral y la Giralda. Un lugar único. Una vista única que compartimos admirados. Y cenamos bien, además. Buena carne de buey y buen vino -Mauro- de Rioja. Buen servicio también, atento y complaciente, chicos altos y guapos (dicen las mujeres). Mi amiga le pregunta de dónde es: brasileño, nacido en la capital, Brasilia, como Kaká.

Durante la noche juraría haber visto a Michelle Pfeiffer atravesando los pasillos del hotel: ha pasado a mi lado, desplegando toda su belleza. Es una mujer hecha para el champaña. Una mujer a la que hablar, mirándola a los ojos, con una copa de champaña en la mano.



Esta es una noche calurosa y las golondrinas (o los gorriones) revolotean alrededor de la Torre tallada, gemela de la Kutubya... y recuerdo los días de Marraquesh y la noche en la plaza de Yema El F'na. Luz de oro. Aquí lo mismo que en medio del desierto. Contraste fresco del agua azul de la piscina, junto a nosotros. Alguien dice: "Es urgente no hacer nada". Y pienso que llega ya el día de mis vacaciones. Saldré para el Norte, con destino a Zumaia (al sitio que Cris me dijo). Cerca de Irún donde espero poder ver a Ana. Y desde allí iremos a Pamplona, a San Fermín, con el sueño de correr delante de los toros. Costa, casas de piedra, mar: "es urgente no hacer nada", es urgente no pensar en nada, dejar que todo siga, que todo suceda...Mañana te dedicaré una entrada -le digo- mientras brillan sus ojos claros a la luz artificial de los focos que nos iluminan. Brillan sus ojos y tiembla en ellos la luz de la Giralda.