Monday, August 18, 2008

EL HEROÍSMO DE LO VULGAR

El verano es –entre otras muchas cosas- el tiempo para leer como a mí me gusta. Uno entra de lleno en lo que lee y de alguna manera, los días que dura la lectura son vividos con el tono espiritual que la novela marca.
He leído “El periodista deportivo”, del escritor americano Richard Ford. Era un libro que un día comencé y dejé (como tantos durante el curso) por otras ocupaciones. Ya no pensaba en él, pero me vino a las manos cuando no tenía otra cosa que leer.
Portnoy dijo de este libro: “El periodista deportivo es un canto a la vulgaridad, en muchos aspectos terriblemente conservadora, que conduce a la anulación del individuo, a su dilución en la masa”. Él leyó el libro –según entiendo- en clave irónica, como una crítica al modo de vida americano.
Yo no comparto esta opinión. Me gusta el libro y creo en ese personaje que, frente a los embates de la vida (muerte de su hijo de diez años que motiva la ruptura de su matrimonio), sabe salir a flote a base de aferrarse al día a día, disfrutando lo que cada momento le trae. Ese hombre que es capaz de volver a enamorarse una y otra vez.
Frank Bascombe, el escritor que decide ser un vulgar periodista deportivo, es un hombre que disfruta de su trabajo, de los viajes, de conocer a otras personas, que transmite a los lectores la épica del deporte.

Al parecer, el propio Ford ejerció como periodista deportivo a raíz del fracaso de su segunda novela y pensó que le gustaría seguir con ese trabajo, pero lo perdió. Entonces, buscando un tema para su nuevo libro, su esposa le planteó la posibilidad de escribir sobre alguien que es feliz. Leyendo las declaraciones de Ford a “Babelia” no parece que al escribir el libro tuviera un propósito crítico hacia el sistema de vida americano. “Yo tenía una concepción muy romántica de los personajes de las novelas. Eran siempre tipos conducidos por la angustia, sometidos a terribles torturas psíquicas, preocupaciones... Así que decidí cambiar mi visión del mundo. Lo primero que voy a hacer, pensé, es darle al personaje un trabajo que le guste. Y le di un trabajo de periodista deportivo. Luego pensé: una persona feliz es probablemente alguien que ha sido infeliz en el pasado y que intenta ser feliz. Y ésa es la manera en que llegué a Frank. Ésa es toda mi concepción de Frank Bascombe”.
Es, por lo tanto, un libro de alguien que vive entre dos muertes –la muerte de un hijo, es un poco una muerte anticipada a la que uno sobrevive- y en cierta forma, su vida ya es, a partir de esa ruptura, distinta, una especie de tiempo de prórroga, que tiene que ocupar hasta que llegue su propia muerte. La vulgaridad de una vida que se sobrevive a sí misma creo que tiene algo de heroísmo. Frank Bascombe hace lo que puede. Es un hombre bueno, que intenta ser honrado. Intenta ser buen padre, intenta ser buen esposo, incluso un buen yerno. Probablemente sus miras son muy bajas, probablemente el protagonista se conforma con una versión aligerada de la felicidad (una “felicidad posible”). Pero es que se trata ya de sobrevivir.
El heroísmo del superviviente es un heroísmo oculto, que a veces lleva la máscara del conformismo, impuesta por la necesidad de convivir con los sueños rotos, con la desgracia que ha destruido la posibilidad de una vida feliz. Eso sólo lo puede comprender quien lo ha vivido.
En la novela, los padres, divorciados (huérfanos de su propio hijo), se reunen cada año junto al cementerio, para recordarlo, en la madrugada del día de Acción de Gracias (como si siguieran siendo una familia). Es un encuentro que rinde homenaje a la felicidad perdida. Esa tumba es (y será emocionalmente) un vínculo entre ambos, aunque vivan vidas distintas. Mientras tanto, sus vecinos juegan al tenis y en el aire de la urbanización le llega a Frank el aroma del agua clorada de las piscinas.


Foto de Fred R. Conrad,The New York Times

3 comments:

  1. "El heroísmo del superviviente es un heroísmo oculto, que a veces lleva la máscara del conformismo, impuesta por la necesidad de convivir con los sueños rotos, con la desgracia que ha destruido la posibilidad de una vida feliz"
    F. Aranguren

    Los amantes del alba beben
    Gin tonics en largos vasos
    Para achicar el cieno
    De los dolores
    Se miran de soslayo en los
    En los grasientos cristales de los bares
    Para encontrar un atisbo
    Del rostro de la vida
    J.R.G
    Fuerte abrazo amigo

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  2. Qué diferentes nuestros libros de agosto... Yo me he zambullido recientemente en Pizzería Kamikaze y es tan distinta a tu reseña: me gustan estas cosas, las disparidades. El libro que digo me ha gustado mucho, y lo he contado en el blog inevitablemente. Por otro lado, la sensación de poder disfrutar de la lectura es la misma. Por eso empecé con la retoma (la tenía empezada de hace tiempo) de Las Bostonianas. Adoro las novelas decimonónicas. Pero ahora, cosa que no sucedía antes, a veces sus descripciones largas me causan cierta comezón.
    Saludos estivales.

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  3. Francisco me ha gustado mucho tu reseña. Yo disfruté enormemente con este libro.
    Un abrazo

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