A Blanca
Por aquí pasé yo, cuando me trajo mi madre a la playa, a ver los barquitos que hacían el recorrido del puerto. Yo también dejaría otra huella, un pie infantil, cuando vine de la mano de mis tíos. Y ahora han vuelto y vuelvo a tomarles de la mano esta tarde soleada en la Barceloneta.
Recorro el paseo marítimo, presidido por un pescado dorado y mientras les espero, me voy encuentrando una ciudad joven, una ciudad diferente, nueva. La ciudad de Vila-Matas es una ciudad nerviosa, pero la Barceloneta es un barrio humanísimo de pesacadores, un barrio tradicionalmente creativo. Un pueblo separado de la ciudad por el olor a mar. Y, para hablar de cosas prodigiosas, en medio de la calle me encuentro otra playa.
Han convertido la pared desnuda y triste de un viejo edificio del barrio humilde en una alegre playa duplicada, una playa virtual, llena de descubrimientos playeros sorprendentes. Cómo descubrir lo extraordinario en medio de lo ordinario. Cómo pintar de ilusión el tedio. Cómo coger lo aburrido y feo y darle la vuelta, para encontrar algo encantador y nuevo. La sandalia, los prismáticos, la estrella de mar...
Pero es que, por si esta maravilla no fuera suficiente, justo al lado, esta ciudad de los prodigios me sorprende de nuevo. En el mismo paseo marítimo, en el lugar donde me perdí siendo niño, según me han contado, me encuentro con ella que me mira desde una pared con su sonrisa de sirena marina. Es la misma cara que recordaba, pero ha salido del mar y con su cola de pescado me hace una pregunta: ¿eres el mismo niño que lloraba perdido aquél día en la playa?
Wednesday, September 28, 2011
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Me ha gustado mucho recorrer con tu mirada este barrio de mi ciudad en el que a mí cada vez más me cuesta encontrar la magia. A veces se muestra tan descaradamente parque temático turístico... otras, sin embargo, algo ocurre y, de pronto, esa magia vuelve.
ReplyDeleteUn abrazo.
Me alegro de haber recorrido juntos ese barrio que a mí me pareció -ese día- muy de los barceloneses, muy de ir a la playa y volver en el metro. Me metí por esas calles portuarias, humildes, de construcciones deficientes y edificios viciados por el tiempo, pero entre los que, de repente, aparecía uno magnífico, modernista, era un barrio popular, con vida de niños y amores, que desembocaba en algo totalmente distinto...
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