Friday, December 16, 2005

HYDE PARK


El hotel estaba situado en una bocacalle de Oxford street. A pocos metros se llega a Hyde Park. Hay un monumento a los animales en la guerra. Unas mulas de carga llevan material y equipos. Los colores amarillos, ocres, rojizos del invierno, y las lomas alfombradas de cesped. El serpentín del lago. En su esquina, a pesar de lo temprano de la hora, subidos en sus provisionales estrados, salmodian los predicadores. Hay uno islámico y, casi enfrente, otro cristiano. Un tercero provoca al escaso público -todos turistas con sus cámaras de fotos- : "no entendéis lo que digo". Puede ser, porque todos los que allí estamos somos españoles que vamos a hacer la foto de Hyde Park. No era esto. Pudo ser un acto de culto a la democracia, al debate, a las ideas. Pero se ha convertido -como la propia democracia quizás- en una costumbre un tanto vacía. Me interesaría escuchar a un sin-techo en la tribuna parlamentaria. Estos son especialistas -probablemente- figurantes o desocupados ansiosos de la notoriedad momentánea prestada por este sitio y gustosos de ser fotografiados como los cuervos de la torre de Londres. Otro tipo de pájaros. Al final, incluso algunos jocosos turistas (siempre dispuestos a hacer lo que no saben hacer), se suben en la verja e intentan improvisar un insustancial discurso sobre la nada, entre las risas y el rubor secreto de la profanación.

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