Monday, July 21, 2008

CON OTRA MIRADA

Ayer era domingo. Estaba en la playa. Sentado en la terraza, leía el periódico (nunca se lee el periódico mejor que un domingo por la mañana). Bajo la sombra del toldo, podía aguantarse el bochorno y las olas del mar se escuchaban refrescantes. Las noticias no habían cambiado. Pero yo las leía de otra manera: la crisis económica, el concurso de acreedores de Martinsa, la historia de la subida fulgurante y caída vertiginosa de un hombre de negocios de pueblo (vallisoletano)…Esto va en serio, es el mensaje que transmite el Ministerio: que nadie espere ayuda pública; cada uno debe refinanciarse por sus propios medios, y en su caso, vender (aunque sea con pérdidas). Es decir, hay que cambiar. Lo que antes era bueno, bonito y barato, hoy es malo, feo y caro.
La gente vuelve a llevarse la nevera con comida a la playa. Los chiringuitos dicen que no venden. Hay quien se quita de fumar y quien se va de la primera línea de playa a la quinta o sexta. Hay quien deja el cambio de coche para dentro de un par de años (todavía está bueno y con arreglarle un poco los bollos puede seguir sirviendo). No se vende lo que se vendía…pero se venden otras cosas. Se venden neveras. Se venden chicles para dejar de fumar. Se venden billetes de autobús para llegar a la playa. Se reactiva el negocio de chapa y pintura.
Habrá que cambiar, habrá que reciclar, habrá que buscar sucedáneos de productos caros, habrá que volver a las vacaciones en el pueblo con los abuelos, a la partida de tute por las tardes y al paseíto por la plaza cuando la fresquita. Hay que aprender de nuevo a disfrutar de la terraza de tu casa en lugar de buscar la cerveza en el chiringuito. Disfrutar del tiempo para leer el periódico, en lugar de comprarlo para no leerlo.
Pero todo esto ya lo hemos vivido antes. No llevamos tanto tiempo siendo un país rico, cuyos habitantes se van en masa una semana a Viena para apoyar a su selección de fútbol. No llevamos tanto tiempo siendo un país que no encuentra camareros ni albañiles entre sus nacionales. No hace tanto tiempo que en este país arreglaban medias suelas los zapateros remendones, para que siguieran sirviendo los zapatos. No hace tanto tiempo que las mujeres aprendían a coser y se arreglaban la ropa, o se le sacaba el dobladillo a las faldas y a los pantalones. No hace tanto tiempo de las sopas de sobre, o la pastilla de caldo concentrado, ni hace tanto tiempo del puré de patatas, del filete de hígado de cerdo o de la leche frita de postre.
Esta mañana iba al trabajo por la ruta de costumbre y me daba cuenta que el tiempo es muy sabio. Allí estaba el convento de monjas con esa jaula de hierro haciendo las veces de balcón medieval. Al lado, el monumento a Rodrigo de Triana, gritando a los marineros desesperados: “Tierra”. Justo enfrente, la Iglesia moderna de muros de ladrillo y campanario de piedra, que siempre me recuerda a Madrid. Allí, el Instituto con los nombres de los Enciclopedistas franceses. Más adelante, el tempo de estilo barroco americanista, con su frondoso ficus gigante. Allí también el impresionante graffiti sobre una pared, puro arte de este siglo. Toda la historia del mundo en una sola calle. Cuántas alternativas económicas no habrá visto pasar este pueblo. Y entre esos edificios, las tiendecitas (muebles, zapatero, cestería, se hacen fotocopias…) y tabernas, placitas y quioscos. Lo popular y de siempre. También los vacíos concesionarios de coches y las excesivas sucursales bancarias.

Tiempo, poso. Y desde esta experiencia de la vida, con Rodrigo de Triana, esperanza mirando más allá del horizonte.

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