Sunday, August 22, 2010
ELECTRA ES SARA
Esta mañana, mientras desayunaba, en la mesa de al lado estaba Electra.
La muchacha que ayer me estremeció, zarandeada por todos, la niña inocente de la que tiraban unos y otros, estaba junto a mí, sonriendo al lado de Ferrán Madico, el director de la obra.
Por un momento me había desorientado al bajar a la cafetería la presencia en una mesa de Pantoja, el odioso Pantoja, sentado frente a un ordenador portatil. Pero hoy es domingo y la función fue anoche. Esto es Mérida y estamos en el Hotel Mérida Palace. La chica del top marrón, espalda desnuda y sandalias planas, morena y menuda, gafas de miope y sonrisa franca es Sara Casasnovas y el cruel Pantoja, no es otro que Antonio Valero, el actor, desayunando, mientras leen las reseñas de prensa.
La sorpresa fue anoche. La obra se titula Electra, pero fue escrita por Benito Perez Galdós y estrenada en 1901. Quizás sea dificil justificar esta pieza en un Festival de Teatro Clásico, e incluso pueda haberse provocado una confusión entre el público asiduo. Pero superada la sorpresa, creo que es un acierto recuperar al Galdós dramaturgo, un Galdós desconocido, en esta versión de Francisco Nieva (otro clásico en vida). No es Teatro clásico, pero el drama que se representa es de todos los tiempos: los mayores quieren conducir la vida de los jóvenes; los que ya hicieron su vida, quieren dirigir la vida de los que vienen detrás. El miedo a la libertad conduce a hacer violencia a la libertad de los demás.
Sara está impresionante. Sara es Electra. Inocente, llena de vida entre muertos, llena de verdad entre mentirosos. Disputada por quienes se creen dueños y señores de su destino, con derecho a escribir por ella su vida, su aparición, intentando mantener el equilibrio sobre unos patines, desequilibrada por la violencia de la sociedad que la rodea, es uno de los aciertos de este montaje.
La obra fue considerada en su tiempo anticlerical, pero también Jesús se alzó contra el fariseismo y la simonía, pecados a los que no ha escapado su Iglesia, muchas veces demasiado cerca de los poderosos de este mundo.
Cuando el santurrón Pantoja intenta confundir los sentimientos de Electra, sus palabras hacen daño de verdad, como si se tratase de bofetadas. La violencia que trata de hacerle con sus ideas de salvación se expresa en el cuerpo de Electra, sacudido y como yerto, a merced del adulto, y al acabar, cae como si hubiera sido machacada por una brutal paliza.
Varias coreografías a lo largo de la representación tratan de suplir la ausencia de acción dramática, en una obra quizás excesivamente lenta y literaria para nuestros gustos de hoy. Una de las coreografías escenifica la ceremonia de una misa, componiendo los personajes un cortejo de ciegos (los ojos vendados), que caminan de rodillas en pos de su guía. Es una imagen poderosa que rescata la imaginería del maestro Zuloaga.
Un pero. No acierto a comprender el uso que se hace de la bandera, que lo mismo sirve como mantel, que es esgrimida como una especie de arma con la que Max pretendiera acabar con Pantoja. Es un simbolismo confuso y por lo mismo desacertado.
Electra, al final, escapa en medio del público. Electra ya es para todos Sara Casasnovas. Un recital interpretativo, una actriz impresionante que transmite y traspasa y consigue el milagro de dar vida a un personaje escrito hace más de cien años, salvando un texto que quizás hoy resulte anacrónico.
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