Saturday, June 18, 2011

FOTOGRAFÍA



En "La Gaviota", Sándor Márai se debate entre el cuerpo y el alma. El álma de cada uno, su identidad, la considera él mismo única. Sin embargo, puede haber en el mundo muchas personas que físicamente sean idénticas a nosotros mismos (no son tantas las combinaciones y modelos con que juega la naturaleza).
Hace poco me felicitaban en un Congreso por una ponencia que no dí. Yo mismo asistí a esa ponencia y me impresionó el parecido conmigo del conferenciante. Sentí ese sobresalto de verme desde fuera, como espectador de mí mismo.
Al funcionario protagonista de la novela se le presenta un día, al cabo de los años, en la puerta del despacho, la mujer que amó. La muerta. Y por un momento piensa que ha vuelto de la tumba, que es una segunda oportunidad que le ofrece el destino. Aunque sabe que es otra, que es el simple azar que le permite encontrar un cuerpo idéntico al que le falta. Se forma así un trío, en el que uno de los protagonistas se resiste a abandonar la escena.
Mira su fotografía. La de la otra. La fotografía retiene esa parte material. Esa parte que es intercambiable y común, que puede reencarnarse y se ha reencarnado, está reencarnada ahora, en muchas otras personas en el planeta. Esa parte física en la que, casi siempre, ninguno se reconoce, porqué ¿éste cuerpo soy yo? ¿este instinto que me arrastra soy yo? ¿ese deseo de coger, de agarrar las cosas soy yo?.

"Dime ¿es esto el amor?", había preguntado al protagonista de la novela de Márai su amante, sentada junto al lecho, pocos días antes de suicidarse. Hay algo que no sacia en el cuerpo. Algo insufiente, porque con el cuerpo, como con la materia, todo es lucha, forcejeo insatisfecho. El alma quiere comunicarse en caricia o abrazo, pero la materia se resiste, no parece porosa al alma. El alma queda fuera. Sólo la palabra, y deficientemente, puede llegar al otro. Y esa insatisfacción del ser que no se identifica con su cuerpo, que como yo no quiere que le fotografíen porque no reconoce esas orejas, ese pelo, esos ojos, esa expresión pasmada, ese cuerpo que no ha elegido, esa insatifacción y esa desdicha la conocemos.
¿Cómo casa eso con la evidencia de amar el cuerpo del otro? Porque el cuerpo no es su identidad. Cuando retorna ese cuerpo de la tumba y se presenta de nuevo al funcionario de la novela, éste sabe que comienza de nuevo, con otra, la historia que la muerte dejó interrumpida. "¿No se trata de una ofensa hiriente? Uno cree que ama a determinada persona, que ama algo personal, algo trágica y grandiosamente individual...". ¿O es que uno sólo puede amar el amor?

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