En mi mesilla de noche apilo libros y libretas. Casi siempre escribo antes de dormir. Algo sobre el día que termina, algo que me sacó del marasmo cotidiano. Los libros están más bien por sus títulos, por sus portadas, como objetos benéficos que cambian mi humor. "El arte de no acabar nada" es un título de Vila-Matas - creo (no me apetece ahora comprobarlo en Google)-, que me gusta especialmente. Porque -como dice ahora Javier Gomá- la vida es reconciliarse con la imperfección. Pero también porque lo imperfecto es más acogedor, más humano.
Hablando de Vila-Matas, yo también me reconozco en eso que él contaba sobre su vocación. A veces quisieras ser escritor (o profesor), para vivir como vive un escritor, pero luego te das cuenta que para ser escritor, además, hay que escribir. Esa es la imperfección de las cosas. Porque lo que nos gusta del escritor son las conferencias, las presentaciones de libros, la apostura que proporciona el talento (frente a las mujeres sobre todo, pero también frente a los hombres). Mastroianni, desganado, prepara en la chaise-long su intervención en una presentación literaria. Todo lo envidiable del caso (para muchos de nosotros), es desmentido por esa expresión contrariada: él quisiera hacer otra cosa (el preferiría no hacerlo), y que otras personas se ocupasen de esos enojosos detalles que conlleva "ser escritor" las veinticuatro horas del día.
"El arte de no acabar nunca nada" reivindica la necesidad de libertad hasta la necesidad de liberarnos del perfeccionismo maldito. El perfeccionismo que nos impide quitarnos ropa cuando nos molesta (por ejemplo, para tumbarnos en una chaise-longe y NO LEER si no nos apetece y NO PREPARAR ningún discurso). La posibilidad de ir por la vida con ropa cómoda, de improvisar de repente, de hacerlo francamente mal y perder todo el auditorio que un día tuvimos. Y es que, de todas formas, nada se acaba y todo acaba por terminar inconcluso.
Querido Francisco, yo quisiera ser escritora para escribir. Para ser capaz de imponerme esa rutina diaria que los buenos escritores tienen. Para incidir en todas aquellas ideas que voy aparcando en apuntes que luego olvido junto con la servilleta, el ticket o el reverso de una receta olvida en el bolso que utilicé para fijar mis palabras y evitar que se las llevara el tiempo. Yo quisiera ser escritora para que me leyeran, para que me dijeran que he sido capaz de dibujar con palabras mis sentimientos, consiguiendo, además, emocionar el que me lee... Yo sí quisiera ser escritora.
ReplyDeletePero ser escritor es escribir por necesidad, que te lean o no es otra cosa. Si tu no puedes vivir sin un papel y un boli de gel, ERES escritora, aunque te dediques a otros menesteres y vivas de otra cosa, pero está tu delicia en tu encuentro a solas contigo en un papel. Lo imperfecto del asunto, ese desorden y pérdida de lo escrito qué más da? Tener fama, imcluso tener lectores estropea el placer puro de escribir. Dedicarse...qué palabra más fea. Disfrutar. Esa es bonita. Tener en todo el espíritu del aficionado.
ReplyDelete"Porque -como dice ahora Javier Gomá- la vida es reconciliarse con la imperfección. Pero también porque lo imperfecto es más acogedor, más humano... "El arte de no acabar nunca nada" reivindica la necesidad de libertad hasta la necesidad de liberarnos del perfeccionismo maldito."
ReplyDeleteAy, sí, el perfeccionismo maldito. Reconciliarse con la imperfección es imprescindible!! En eso estamos. Es que la exigencia de perfección en nosotros o en nuestro entorno mata la vida, que por definición es imperfecta. A veces me digo: la vida mancha, la vida descoloca, la vida irrumpe cambiando los planes que tan cuidadosamente habías hecho. Todo lo demás es como vivir en un museo. Estará muy bien conservado y muy perfecto pero está fuera de la vida. Muerto.
Yo no quiero ser escritora, pero sí deseo disfrutar al máximo de la vida, con toda su imperfección. Quiero estar muy viva hasta que me muera. Un abrazo
De eso escribo ahora, Elvira, después de ver ayer la película "Amor". La lentitud que necesitamos para disfrutar. La actitud desinteresada (consciente) de dar puntadas sin hilo. Dejar tanto hilo y ver la trama maravillosa que no necesita tanto de nuestras puntadas. Seguro que allí donde vives también has ido haciendo ese inventario de placeres para vivir. Un abrazo.
ReplyDeleteGracias por tu respuesta, Francisco. Me viene muy bien justo hoy. Un abrazo
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