Wednesday, December 05, 2007

JUDITH: EL AMOR Y LA MUERTE


Cada Caravaggio es un tesoro. No es que sean escasos. Es que son únicos. Vengo de Roma y allí he encontrado uno que no conocía. Justo enfrente de mi hotel, cuya habitación se abría a la preciosa fuente del Tritón de Bernini. En el Palazzo Barberini. La familia del Papa Urbano VIII, cuya divisa era la abeja. "Judith et Oloferne". Una pintura que impresiona. Se trata de un episodio del Antiguo Testamento. La joven heroína judia (Judith: hasta en su nombre se identifica con su pueblo), degüella al general enemigo, con el que -presumiblemente- acaba de mantener una relación amorosa. Mientras él se ha quedado dormido en el lecho, tras el placer amoroso, ella se apodera de su espada. Es casi una niña, pero ya ha perdido la inocencia. Ha sabido pasar por traidora ante los suyos -querida del que tiraniza a su pueblo- ha sabido seducir a ese hombre mayor que le ha permitido acceder a su intimidad. Y ahora se muestra aquí resuelta, pero impresionada por la enormidad de su empresa. Este acto, repulsivo y cruel, que desvela su juego.

Él tiene un despertar de pesadilla. Caravaggio parece cautivado por su sorpresa. Capta esa mirada de incredulidad. Con los ojos busca intentando comprender. Su amante parece evitar el encuentro con su mirada. Caravaggio nos muestra la asfixia de Holofernes: su vida se le escapa urgente, como esos chorros de sangre, por el tajo en el cuello que le impide respirar. Creo que hay algo en esta escena que habla a lo profundo de todo hombre y toda mujer. En otras versiones pictóricas, Judith aparece con sus pechos desnudos, halagando la sensualidad del espectador. Pero en realidad la sensualidad no está en tanto en la desnudez de la carne, como en el rostro de esa muchacha. En esa inocencia capaz de asesinar.

Artemisia Gentileschi -la mujer pintora- volvió a este tema dos ocasiones. En ambas con similar violencia. La Judith de Artemisia ya no muestra esa nobleza, ni le repugna su propio crimen. Ya no hay aquí la hipocresía de cargar a la vieja el peso del mal. Aquí son las dos mujeres las que se enfrentan al hombre y acaban con él. Es su empuje el que se nos transmite con ese ímpetu al empujar la cara de Holofernes, para no ver su muerte. El hombre se resiste, lucha por su vida. Es necesaria la fuerza de las dos para reducirlo. Una fuerza sostenida por el odio. Él es un gigante. Su poder ha sido lo que las ha hecho impotentes. Ahora hay un deseo de acabar con ese poder, por encima de cualquier heroísmo. Ya no importa el pueblo sino el poder. Él no importa a Artemisia. No le angustia su asfixia, ni le conmueve su sorpresa. Artemisia parece empujar también, junto a las otras, para dar muerte al poder del hombre.

En el Holofernes de Caravaggio hay más humanidad. El pintor se acerca al misterio de la muerte como algo que reduce las distancias, algo que iguala. Al morir, Holofernes es un hombre, no un general, no un enemigo. Y es al ver al hombre -al desaparecer la capa del odio- cuando Judith retrocede, se hace consciente. En el Holofernes de Artemisia falta la piedad. Predomina la pulsión de terminar lo iniciado. No hay consciencia de proximidad al hombre que muere. No hay duda. Por eso es un cuadro menos humano. Se queda en un pronunciamiento ideológico: reclama solidaridad entre las mujeres para liberarse de la opresión masculina, la opresión machista ejercida sobre ellas. Proclama resolución y firmeza, por encima del amor. El amor sería una trampa. Holofernes no es un ser individual, una persona que muere. Es apenas un emblema, un monigote de espanto.

14 comments:

  1. qué buen post
    el gesto de judith es increible, sí, merecía ese comentario.

    Saludos

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  2. Un post redondo.
    La Judith de Caravaggio es extraordinaria.
    Un saludo.

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  3. Anonymous5:01 AM

    Enorme Caravaggio, y bella y lúcida la interpretación del espectador del cuadro que así la comparte con nosotros. Saludos

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  4. Curiosamente, desde un punto de vista del realismo (una visión más bien cinematográfica) es más creíble el cuadro de Artemisa. Acabar con un ser potente requeriría más potencia. En las dos mujeres se muestra cómo se ceban en su propio odio y cómo ponen todo su empeño vengativo en eliminar al general. En el cuadro de Caravaggio tal parece que Judith asesinara a Holofernes como si matara a un gallo de pelea: distante,tratando de evitar la salpicadura de la sangre, casi incapaz, sólo dispuesta por instigación de la vieja que la hace recomendaciones. Nunca he visto en directo el cuadro de Artemisa pero sí el de Caravaggio y me impresionó. Son dos lecturas, dos interpretaciones, dos enfoques. Caravaggio salva la inocencia (?) de Judith mientras Artemisa redunda en la culpabilidad de Judith. ¿Enfoques de un hombre y de una mujer que además de pintores son eso, hombre y mujer? Preguntas para el silencio de la Historia (o no)

    Un cordial saludo, Francisco.

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  5. Me gustan estos relatos sobre cuadros.

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  6. Yo me voy en una semana y buscaré pasar un rato junto a mis dos pasiones: Tiziano y Botticelli.
    Este cuadro de Caravaggio con Judith me provoca una sensación extraña. MUy extraña.

    Bye,

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  7. El cuadro de Caravaggio lo vi. El de Artemisa sólo lo conozco en reproducciones, y siempre me ha impresionado su violencia.
    Estoy de acuerdo en que es mucho más bello el Caravaggio, precisamente por su sutileza, por su barroquísimo equilibrio entre contrarios. Además de que porque juzgo a Caravaggio mejor pintor, genial.
    No obstante, la muerte de Holofornes de Artemisa me parece no sólo un cuadro ideológico. Me parece un cuadro que expresa mucho dolor. Y desde luego es un cuadro vengativo, Artemisa venga seguramente la humillación, el pisoteo de la dignidad.
    Y para aligerar: técnicamente Caravaggio, por supuesto.
    Un abrazo.

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