Friday, January 04, 2008

EL REGRESO

Estos días he leído a Bernhard Schlink. Es un profesional del Derecho (juez) que escribe novelas. Es, por tanto, un novelista. Pero no un profesional de la novela (o eso entiendo). La escritura puede convertirse en una profesión. Es más, muchos que escriben conciben el éxito editorial como la forma de poder vivir de la escritura. Sin embargo, profesionalizar la escritura es –para mí- tan triste como profesionalizar el amor. Me parece preferible escribir cuando tienes algo que contar y no para subsistir. Vivir del éxito. No. Mejor ser siempre aficionado, amateur (“amante”) de la escritura. En no tener éxito puede radicar el éxito, para un escritor verdadero. O en, si tiene éxito, ser capaz de renunciar a entregarse a la rueda del tinglado mercantil montado alrededor del libro. La libertad es el más preciado tesoro de un escritor (también de un editor), aunque no proporcione dinero. Porque la libertad se encuentra en lo oculto, en lo escondido. Ese fiscal que escribe. Esa oficinista que escribe. Ese abogado que escribe. Ese profesor que escribe. Todos ellos llevan a cabo una obra verdadera. Sería un error deslumbrarse con la ambición de ser otro.



La novela que he leído se titula “El regreso”. He disfrutado leyéndola, por momentos con voracidad. Es verdad lo que dice el narrador: es el lector el que aporta sentido a cada texto. He leído esta novela en este momento de mi vida y la novela me ha leído a mí, me ha contado cosas de mí mismo. ¿Qué me ha dicho el texto? Me ha hablado de mi pasado. De la relación de un nieto con su abuelo. De la convivencia de un hijo con su madre…con el recuerdo de su padre. También me ha hablado del presente. Del cambio que se avecina. De la necesidad sentida de ir a una mayor corporalidad, a una menor palabrería conceptual, de desprenderme de muchas cosas, objetos e ideas, que achican el espacio y me limitan. De despojarme de lo que no sea esencial e imprescindible. De simplificar y simplificarme, reconociéndome tal cual soy, para no perderme, para no confundir lo verdadero con lo soñado, con lo virtual.

En la novela el protagonista siente la necesidad de irse (abandonar la ciudad en que vive, a su novia y su hijo, su tesis doctoral que se ha convertido en pura palabrería para él). Una noche sueña que a la vuelta del trabajo se encuentra su casa completamente arrasada por un incendio. Al estupor inicial sigue una intensa sensación de libertad y alegría: es como si la destrucción de su casa le proporcionara la libertad de comenzar una nueva vida. Sin embargo, cuando pasan los años, desde la experiencia de lo que fue para él abandonar todo aquello, ya no querrá que un comienzo tenga el sabor de la huida. No es preciso destruir para cambiar. Además la destrucción es siempre ilusoria. Lo realmente nuestro es indestructible y nunca nos abandona, ni lo podemos abandonar. Es algo que llevamos con nosotros, allá donde nos dirijamos.

Yo soy el lector. Y el libro ha llegado a mis manos en una circunstancia memorable y feliz. Ha sido como el regalo mágico de unas hadas, que cogí al vuelo y me ha traído un mensaje cifrado. Un mensaje amable y de buen augurio. La reunificación de las dos Alemanias, tan presente en el libro, que me sugiere la necesidad de seguir conciliando mis polaridades (tan distintas), para continuar siendo quien soy, haga lo que haga y esté donde esté. De esta forma, ahora podré marcharme a donde quiero ir, con la alegría de saber que nada de lo vivido se pierde y que siempre podré regresar.

6 comments:

  1. ¿Cual leiste, El regreso, El lector, los dos? Te has adelantado!!
    Leí La desaparición del Majorana. Lo mejor del libro lo escribiste tú en tu blog.
    Besos apresurados.

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  2. Hola Princesa. De momento, El regreso, pero me ha gustado tanto que ya tengo la otra pedida para Reyes. Estoy ahora leyendo "El mar", de John Banville que -siendo un escritor completamente distinto- también me está encantando (sobre todo la precisión y detalle con que describe sus percepciones). Hay momentos sublimes. Está robándome horas de sueño (lápiz en man). Son dos grandes descubrimientos que te debo: seguiré las pistas que vayas dejándome. Feliz año.

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  3. Entonces apunta: Los girasoles ciegos y Los ojos del hermano eterno.
    Besos!
    Cuando comentemos El regreso te esperamos.

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  4. Ya que estáis de recomendaciones y en Alemania hay una novelita preciosa sobre la infancia en los albores del nazismo que recomiendo ‘Reencuentro’ de Fred Uhlman.
    Un abrazo y buenas lecturas

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  5. No deja de ser cierto cuanto dices sobre la profesionalidad en las artes (desarrollo el campo). Profesionalidad se nos antoja en un primer momento como algo directamente dirigido al negocio. Sin embargo... Sin embargo, ¿qué pasa con esos seres que solamente saben del arte. Del arte de escribir sus pensamientos, o las historias aprehendidas de la vida, o poesía, o ensayo... ¿Qué pasa con los que desean entregarse a la música? ¿A la escultura? ¿A la pintura? ¿De qué vivirán si su obra no la compran aquellos que desean saber de su saber? Habría que volver al mecenazgo, es decir, a la limosna de una explotación, al final, tan interesada como la de esos mercenarios (aquí es donde estoy contigo al cien por cien) del arte que pactan en contrato su producción artística... y ahí va eso y viva la cuenta corriente.

    Yo soy una de esas que escribía al terminar su horario de trabajo. Bien respaldada (es un decir) por mi nómina, a partir de la siete de la tarde corría a por mi pluma (otro decir). ¿Qué me apetecía más? He adorado mi profesión y sigo adorando escribir. Si escribir me hubiera dado fiebre, esa 'fiebre', y si mis escritos hubieran sido de calidad, es claro que me hubiera dedicado a ellos en exclusiva... siempre y cuando no me abocaran a morirme de hambre.

    Un saludito, Francisco.

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  6. Es muy posible que la terribilitá del deseo de huir sea que en realidad la huida no es posible, efectivamente. Sólo es posible algun cambio. Pero ya se sabe que si cambia la perspectiva, cambia el escenario e incluso la realidad.
    Recojo esta recomendación. A ver si puedo añadirla a mi torre de babel bibliográfica.
    Un abrazo.

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