Wednesday, April 15, 2009

EN LA TUMBA DE CELA



"Piensa en tus postrimerías y no errarás el camino". O "así pasa la gloria del mundo". Porque lo nuestro es pasar y volver al polvo del que salimos ("entre dos oscuridades, un relámpago"). Y ante la tumba en piedra de Cela y la inscripción "marqués de Iria Flavia", recordaba esa altanería de que hizo gala el escritor, cuando brindaba sus premios a sus enemigos "que le habían ayudado tanto". Este hombre que tambien dijo que en este país el que insiste gana. Y pensaba que, bueno, aquí descansa uno que siempre luchó lo suyo, contra viento y marea, creando un personaje mitad popular, mitad aristócrata. Este Cela Trulock, cuyos ancestros ingleses trajeron el ferrocarril a Galicia. Un trabajador incansable de la literatura. Lo suyo habrá disfrutado de la comida y la bebida este señor. Lo suyo habrá vivido y se habrá reido del mundo (y recuerdo su vuelta a España con la choferesa negra). Delante de su tumba, recuerdo lo que he disfrutado yo leyéndole, descubriendo tras la aspereza y el desgarro salvaje a veces, un algo de ternura hacia esa Humanidad doliente y mucho de perplejidad ante la estupidez. "Las aguas siempre vuelven a sus cauces. Las aguas siempre vuelven a salirse de sus cauces".

Quedan fuera de este sitio de paz, junto a la Iglesia de Iria Flavia, tantos litigios por su herencia, el desamor y el amor otoñal, la decadencia y la gloria, la avidez social y económica postreras, el escandaloso baile sueco de Cela con "la otra", el hijo y la viuda malqueridos. La triste deslealtad póstuma de algunos, el triste libro de ocasión de Umbral.

Ibamos con nuestra marcha de peregrinos madrugadores, despistados, mirando desde la tapia y buscando su tumba, y uno de los operarios del camión de la limpieza nos ha dicho "¿Buscáis a Camilo? Está ahí". El Nobel siguió siendo Camilo en su pueblo, y aquí queda, bajo este árbol, a su sombra tranquila, en el verde paraje de un cementerio eclesial, recóndito, en su Galicia natal y transitada. Hizo su vida e hizo su obra. En sus páginas queda su verdad.

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