Sunday, April 19, 2009
LA MUJER ESTATUA
Volviendo de comer hemos pasado delante de la mujer-estatua, una señora vestida de época, pintada de purpurina plateada, entre May Fair Lady y Mary Popins. Un grupo se había formado entorno suyo. Una música romántica de violines sonaba mientras ella se movía suavemente, con gestos elegantes, haciendo girar entre sus dedos flores plateadas, y se inclinaba para acercárselas a un niño que, embelesado, volvía hacia su madre unos ojos muy abiertos y luego se volvía a la sonrisa de la estatua viviente. Ellas siguieron adelante, pero yo me quedé allí un momento, cautivado. Se han ido acercando hombres y mujeres a la estatua, tras depositar su moneda en un jarrón, para hacerse con ella la fotografía. Se acercaban como niños, ilusionados, y mirando a la cámara, pero -de repente- la mujer de las flores se movía y se inclinaba hacia ellos dulcemente y les ofrecía su flor y su sonrisa y ellos dejaban de atender al fotógrafo y respondían con una sonrisa también, en un diálogo sin palabras, como en una danza acompañada por la música, que daba a esos gestos silenciosos un acento romántico que conseguía emocionarme. Así pasaron unos minutos y yo me sentía capturado en aquél sitio por la ternura que la mujer-estatua sabía encontrar dentro de esos hombres y mujeres hechos y derechos, por la elegancia y la armonía de sus movimientos, por el encanto de esos encuentros anónimos. Tuve que seguir adelante, pues ya me hacían señales desde lejos para que no me retrasara. Durante un buen rato me quedó en el corazón el calor de la simpatía. Era bonito sentir en uno el inesperado romanticismo, recuperado en las calles de la ciudad.
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