Viajar es estar unos días como enajenado. Es vivir, por unos días, en otro nivel de conciencia, el que reservamos para lo desconocido. Nos dejamos deslumbrar, todo es maravilloso, cada momento cuenta, cada impresión quiere acopiarse. Vivimos sin tiempo para el descanso: la vida del turista es dura, madrugar, caminar, verlo todo, reservar el sueño para la vuelta. Por unos días vivimos con la conciencia cierta de lo efímero de nuestra presencia en ese lugar, con la urgencia de disfrutar (ello no impide que al volver a nuestra ciudad caigamos de inmediato en esa ilusión de permanencia que nos mantiene como dormidos). Así, durante el viaje, falta tiempo para que las sensaciones penetren y se posen. Sin embargo, el poeta -y por eso lo es- es capaz de coger el instante y trascenderlo, y así nos devuelve esa esencia que estuvimos a punto de perder y que él ha sabido poner en palabras que sobrevivan al momento.
He recordado Venecia leyendo un poema de Fernando Sarria. Sus poemas sobre las ciudades que ha visitado me traen recuerdos que había olvidado de las que yo visité. Rememoro, revivo, gracias a Fernando, sensaciones que quedaron sumergidas en la vorágine de tal cantidad de impresiones que el turista quiere abarcar. Ahora vuelve esa Venecia de la Plaza San Marcos inundada. Y ese cielo enrojecido antes de la tormenta. El poeta vive para nosotros, recuerda para nosotros y nos devuelve a nuestra propia sensibilidad. Lisboa, Praga, Estambul, ciudades en mi recuerdo avivadas por los versos del poeta. Gracias Fernando.
VENECIA
Entonces la ciudad era roja,
un hilo de sangre se caía desde el cielo
y manchaba los muros y las aguas.
Era San Marcos una plaza inundada
y tuvimos que andar por ella
sobre tablas de madera para no mojarnos.
Las plazas diminutas y somnolientas
se plegaban bajo el abrigo del otoño,
un silencio de lluvia renacía en las góndolas
y los palacios cansados se hundían en los canales,
abandonando toda pelea por sobrevivir.
Me alejé de allí en un barco hacia las islas,
por detrás del Gran Canal, el Puente Rialto,
Nuestra Señora de la Salud
y la nostalgia vestida por una gasa de plúvica tristeza.
Qué bello poema: el "hilo de sangre que caía desde el cielo". "Un silencio de lluvia renacía en las góndolas". Es totalmente cierto ese silencio de la lluvia y es verdad que como renace entre las góndolas. Es cierta esa "gasa de belleza" que interpone la lluvia. Todo verdad. Cielo rojo, silencio de lluvia, gasa pluvial, me hacen volver de nuevo a los canales de Venecia. Gracias por este retorno, por recuperarme este recuerdo olvidado.
Monday, November 23, 2009
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sinceramente me has dejado casi como el cielo de Venecia...enrojecido por tus halagos...un abrazo fuerte.
ReplyDeleteEs un poema precioso.
ReplyDeleteLa verdad es que es una maravilla de poema, uno de los que más me han gustado de todos los que he leído de Fernando. Deja escapar otoño, lluvia y recuerdos por los cuatro costados. Genial. La verdad es que los poemas de ciudades de Fernando siempre me han encantado, sobretodo ese poemario que tiene dedicado a Paris.
ReplyDeleteFernando siempre sorprende.
ReplyDeleteNunca he ido a Venecia y ahora tengo que escoger la lluvía para ir........
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