Para Paco, con amor.
Volvíamos de Tierra Santa cuando nos dieron la noticia. Maria Eugenia ha muerto. Yo no había experimentado nada especial ante el sepulcro: la resurrección seguía siendo sólo una palabra incomprensible. Y fue aquí, en tu funeral, cuando lo sentí: el amor no muere. "Vivir hasta despedirnos". Eso es lo que hiciste. Hasta el final. Vivir. Con una condena que nos hiciste olvidar muchas veces. Lo importante es si hay vida antes de la muerte, y tú la viviste con aquellos a los que querías, con un empuje y una fuerza que nos dejó siempre descolocados.
Sí sentí a Jesús: allí junto al lago en que vivía con sus amigos pescadores. Gente sencilla, nada sofisticada, gente ruda, trabajadores. Esa era su patria, ese perfil de montañas, ese reflejo de plata del sol al amanecer, eran los lugares en que pensaba en la cruz. Los lugares de la amistad y de la alegría. También Maria Eugenia tenía sus lugares, lugares de vida donde sigue estando (nunca en un cementerio).
Dicen que Jesús se apareció a los suyos junto al lago. En el lugar donde solía encontrarse con ellos. Los pescadores experimentaron su presencia junto a la orilla, al comer pescado y pan con un forastero que tenía sus mismos gestos, que les hacía revivir por dentro algo que habían compartido con el que murió. "Es él", dijo al oído de Pedro el discípulo más joven (sólo la juventud se atreve a decir locuras).
Pero -de alguna forma- es verdad que era él. Porque los que se van siguen con nosotros para siempre y se nos aparecen de pronto, en la calle, en esa mujer que sonríe como ella o lleva su mismo pelo, en ese plato que le gustaba, en esa frase suya que alguien dice, en el papá que espera con el niño agarrado al cuello. Todos estamos conviviendo con ellos y ellos nunca mueren: viven junto a nosotros.
Epílogo solo para locos: Lo demás es misterio. El misterio de nuestra memoria y la memoria de Dios. Dios -si existe- lo recuerda todo de cada uno de sus hijos e hijas, tan nítidamente que ese recuerdo cobra vida. Dios tampoco olvida su amor: sigue amándonos, y en su amor -de alguna manera misteriosa- puede que nuestra identidad perdure. Y en su amor puede que ese holograma venga a nuestro encuentro un día, para darnos la mano y ayudarnos cruzar al otro lado. Entonces nos abrazaremos y ese sueño de amor (Dios es un gran guionista) tendrá un final feliz...
Tuesday, November 03, 2009
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Todo un viaje, Francisco.
ReplyDeleteTe dejo una dedicatoria en mi blog. No te me enfurruñes.
Kisses,
Marta