Sunday, April 24, 2011
JORGE OTEIZA Y EL VACÍO
El teatro se ha convertido en librería. Entra uno como un actor por el escenario y mira a la sala de butacas y a los palcos. Todo lo que le rodea son libros. Su presencia, recorriendo los pasillos, me recuerda a la Biblioteca de Buenos Aires, en la que Borges sintió la "gravitación" de los libros. Entonces, uno es actor y se da cuenta de que el papel es lo de menos. Lo importante es ser capaz de vivir tu propia vida dentro del personaje, utilizando apenas el personaje. Ser el doble de ese que eres (porque alguien te contrató para hacer de él). Pienso que no hay tiempo de ojear tanto libro. Sería mareante. No podría. Pero mientras voy camino de la calle Sierpes, un sólo libro entre millares veo y me llama. Más bien un nombre: "Oteiza". Me ha llamado y me acerco y veo su cara en la portada: la del profeta anciano, no, la del hombre que tenía mi edad, la que tengo ahora, cuando lo dejó todo y renunció a seguir una carrera que le llevaba a la más alta proyección internacional. En lo más alto de su carrera, tras recibir el Premio de Escultura de la Bienal de Sao Paulo y publicar un manifiesto definitivo ("Propósito experimental"), dijo basta. El hombre que el autor del libro define como "hacedor de vacíos", hizo el vacío de sí mismo y se retiró a mi tierra (a Navarra), para olvidarse del mundo entre tizas y alambres.
Ese libro es el que me lanza hoy su guiño. Hacer el vacío. Porque antes de Oteiza, el escultor desocupa la materia para crear la figura, mientras que a partir de él, es posible la creación del espacio por combinación de pequeñas piezas relacionadas entre sí, que generan precisamente un espacio vacío, interior, en el que puede moverse el hombre.
Y recuerdo que la tumba vacía es el origen del cristianismo. El vacío es una pregunta. Y a partir de la pregunta es cuando todo puede cobrar sentido. Puede aparecerse el sentido cuando uno se ubica precisamente en el vacío. Y ese vaciamiento, previo a cualquier conocimiento, ese alejamiento y abandono de la escena que llevó a cabo Oteiza, cuando tenía mi edad, es el acto valeroso de decir no al personaje, o decir sí al que vive tras él. O es que todo ha sido dicho y el tiempo se ha consumado. Procede abandonar la escena y ocupar el tiempo que falte (faltaban más de cuarenta años) hablando solo, haciendo de profeta, de científico nuclear, de político, de terrorista inofensivo u ofensivo, de personaje mediático entrevistado por Paloma Chamorro para las jovenes audiencias, de revolucionario, de furibundo y torrencial ser libre, radicalmente y abandonadamente libre.
Quizás.
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Cuando escribí esta entrada, automáticamente me sentí mal, físicamente. Me ha desestabilizado unos días pensar en la posibilidad de vaciarse de todo lo que uno ha ido juntando a lo largo de los años. Esa posibilidad -parecida al suicidio- no me ponía alegre ni de buen humor, me entristecía. Y me decía que quizás ese abandono es "la tentación" de que pedimos a Dios que nos libre en el Padrenuestro.
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