Sunday, August 21, 2011

UNA TROMPETA DE BOLSILLO



Durante los días que estuvimos en aquél B&B, pasaba un rato furtivo delante del escaparate de la tienda de música. Allí, junto a la flauta irlandesa y otros instrumentos folclóricos (no había cucharas sin embargo), me había enamorado la trompeta de bolsillo usada, que costaba 199 euros, incluido estuche semi-rígido. Pensaba comprarla el último día, antes de marchar, aunque no sé tocar la trompeta. Era perfecta para mí y muy barata. Al pensar en la compra me venían a la memoria aquellas idas y venidas de los domingos a misa a la Iglesia de San Miguel, en la Plaza de la Cruz, y los ratos que echaba mirando la guitarra eléctrica. Soy cobarde. No he sido músico de jazz. Tampoco he sido crítico de jazz, ni fotógrafo de jazz, ni me he atrevido a vivir sin tener de qué, a vivir realmente de milagro, pero con la seguridad de que todos acaban viviendo y los que más los que viven haciendo lo que de veras les apasiona. Hay que tener valor para vivir en un pueblín de una tienda de instrumentos musicales de saldo. Pero a mí no me hubiera gustado tanto tener una tienda de música, aunque al chico se le veía contento, pero no deja de ser pasar horas y horas detrás del mostrador. No. El segundo día entré para comprar un CD barato con música tradicional, para amenizar el recorrido por los bosques. También por entrar en la tienda y curiosear los instrumentos. Por unos días me sentía a punto de comenzar mi nueva vida, desarrollando mi pasión por el sonido de la trompeta. Ya iba a tener la trompeta. Compraría una sordina y practicaría en casa. Tampoco quiero hacer una música especial. Sólo dejar sonar una nota laaaarga y luego otra, soleeeemne. O varias, pi, pi, pi, agudas...Basta el sonido de una nota cada vez. El mendigo de la trompeta, en el paseo, tampoco sabe tocarla, y sin embargo, suena, a veces, suena bien, o a mí me gusta el sonido de la trompeta del mendigo loco y estrafalario, vestido de soldado, en el Paseo. Es el sonido, no la música. Y es...Pero el domingo permaneció cerrada la tienda. Y el lunes la salida era temprano. Había que hacer muchos kilómetros. Con el jaleo lo olvide. La olvidé. Digo, a la trompeta. Allí, en el escaparate de aquella tienda de instrumentos, junto al B&B. Aquella belleza de trompetilla de bolsillo, como la que había hecho famoso a un negro americano de free-jazz. Un negro que sabía sacarle sonidos que no eran música, pero eran muy bellos y significativos. Un negro que seguramente pasaría apuros económicos toda su vida, porque no es vida vivir de la música y menos de los sonidos (aunque todo el mundo acaba viviendo, haga lo que haga y se dedique a lo que se dedique, mal que bien, y mejor los que hacen lo que les da la real gana en la vida). Y, bueno, recuerdo esa posibilidad mía de haber sido distinto, de haberme atrevido a vivir de la guitarra eléctrica o de la trompeta. Haber estado dispuesto a malvivir, a vivir de milagro. Y al pensar en esa posibilidad sonrío, porque sigue y seguirá habiendo siempre dentro de mí un guitarrista loco y un trompetista delirante.

Foto de Angel Irujo

4 comments:

  1. Sigue intentándolo... seguro que encontrarás otras trompeta. La próxima vez, no te lo pienses. Entra, cómprala... y empieza a disfrutar de la música.

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  2. Querido Patxi:¿Para cuando tu primera novela? No lo aplaces más. Empieza YA. Que no te frene la magnitud de la labor. El mundo se divide en dos mitades: los que "hacen" y los que "miran". Tú eres de los primeros. Comienza el proceso. Pero debes hacerlo. Nosotros esperaremos.

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  3. Gracias a los dos por la confianza...ahora me tengo que decidir por la música o la literatura...no; me quedo con las dos y CON TODO LO DEMÁS DEL MUNDO (ahí está disponible)

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