Alguien ha dicho, y creo que está bien visto, que hoy abundan en nuestra sociedad las personas nos dan "liebre por gato".
Nos encontramos por todas partes gente con prisa, que hace su trabajo a la carrera, como si tuviera que huir cuanto antes del trance que le impone atender al cliente. "Despachan", como muy expresivamente señala nuestro idioma. Son como las liebres, que todo lo resuelven corriendo. Pero también, como las liebres con sus saltos, quieren llamar la atención, se adornan y pretenden ser conocidos y respetados.
Los gatos, en cambio, estudian las situaciones. Para ellos el tiempo no cuenta. Preparan cada movimiento; son reflexivos y metódicos. Son también discretos y saben esconderse y desaparecer. No hacen nada para ser vistos o por obtener cariño o comida. Por el contrario, son muy independientes. Hacen falta profesionales gatunos en estos tiempos de prisa y trapacería.
Los gatos... Me gustan, o, mejor, me fascinan. Siempre hemos sido 'de perros', pero ahora, en la recta final, vuelvo a tener un gato como lo tuve al principio de la vida. Leyéndote, Francisco, he recordado a Baudelaire y su magnífica descripción en un poema(onírica y no obstante real) de los gatos: para él pueden ser eléctricos y dulces; entonces
ReplyDelete'adoptan en el sueño nobles actitudes,/ grandes esfinges alargadas al fondo de las soledades/ que parecen dormirse en un sueño sin fin'.
Y un gato es eso, ¿verdad?, un ser que mira desde su lejanía, un frío quieto, algo que nunca podemos tener, un misterio a cuatro patas...
Tu definición es perfecta (y poética): un misterio a cuatro patas, algo que nunca podemos tener. No se puede tener el alma del otro, el otro es siempre un misterio. Y el gato es siempre "otro", a diferencia del perro, que me parece que va siendo cada vez más el propio amo (cuya alma va haciendo suya como si el ego del perro desapareciese). Lejano, frío, entre el gato y yo hay un abismo. Yo también soy más "de perros" (he aspirado más a unión amorosa que a la independencia liberadora). Tener un gato te pone ante la interrogación, mientras que tener un perro es una respuesta. Volver al gato con los años, parece una muestra de sabiduría, de libertad...quizás de asunción de la soledad como algo liberador ¿es así? Un abrazo.
ReplyDeletePreciosa metáfora, Francisco, de la velocidad absurda y gratuita que nos acogota, sin dejarnos reflexionar acerca del gato que quizá algún día fuimos. La era de la comunicación, de la globalización, de la ausencia de fronteras y distancias... y nosotros, cada vez más leporinos, Vamos bien.
ReplyDeleteUn abrazo.
Cuando me regalaron (sin que yo me resistiera)a Katta, este bellezón de raza persa, me dije mira qué bien, así no tendré que bajarme a la calle cuatro veces al día... Luego me di cuenta de que la teleología no es ninguna bobada. El sosiego y la soledad necesitan de ciertos anfitriones. Un gato en casa vendría a ser como el ángel gótico de Gamoneda: no vive en la vida, no vive en la muerte, está vivo en la belleza'. Parece que se cumple el orden universal...
ReplyDeleteMuy buenas noches, amigo Francisco.