Es maravilloso ese amor maduro de la cosecha, cuando los logros se materializan y los hijos crecen, cuando el destino parece logrado, cuando hay fuerza y reto todavía en las miradas. Cuando cada uno conserva todo el poder y juntos pueden con todo.
Pero no es menos maravilloso el amor de la pareja trabajada por los años y los sufrimientos, por el mucho luchar por llevar adelante una familia y un hogar. Esa pareja en la que, cada uno, cansado, se apoya ya en el otro, y juntos siguen caminando, con la carga de las muchas ilusiones perdidas en su corazón, pero también con la gratitud de lo vivido, de lo puesto por cada uno en el otro, lo compartido. Con la ausencia común de seres queridos enterrados y el calor del abrazo tierno cada noche, cuando el frío llega a los huesos y a las almas. Hay también poder en ese amor que enfrenta al destino desde la profundidad de una mirada que se pierde en la densidad del misterio.
Fotografías de Jhonny Cash y su esposa June.
Jo. Cómo me ha gustado.
ReplyDeleteMis aitas viveron 40 años juntos. Fue mi ama la que rompió la sociedad. En un invierno enfermó y al siguiente ya no estaba. Mi aita y yo rara vez hablamos de ella, parece extraño y no lo es porque, ¿para qué si sigue aquí?, y cuando lo hacemos, cuando sale su nombre, suena como una referencia cotidiana, como cuando decimos oye a fulanito le pasó lo mismo...
ReplyDeleteMe gusta tu blog, Francisco. Es tan cercano...
Ama, aita, amatxo, aitaxo...qué tierno y bonito suena: los abuelos son unos padres más cercanos, los que conviven con los nietos...Yo pude disfrutar de mi abuelo, con el que iba a jugar a pala en el frontón. La edad, la vejez, ablanda y enternece y crea una proximidad con los niños especial. Mi hija y su abuela son íntimas también. Esos regalos de los años es lo que quería recordar el día de los enamorados. Un abrazo.
ReplyDeleteBuenos días.
ReplyDeleteMe ha emocionado.
Soy una de las mujeres de alguna de esas fotos, la del medio, quizá.
De todos los amigos, sómos la única pareja que sigue unida despues de treinta años y puedo asegurarte que ha merecido la pena andar tanto camino.
Los hijos tienen su propia vida, sus propios sueños y a nosotros dos nos queda mucha risa, juegos, independencia mútua, ilusiones individuales y conjuntas. Despues de tanta lucha de tanta incertidumbre de las que da la vida... aquí seguimos. Cuando se fueron ellas - mis hijas - así sin darnos demasiada cuenta, volvimos a reencontrarnos y a disfrutar de nosotros mismos, de aquellos inicios veinteañeros y nos dimos cuenta que nunca nos habíamos perdido.
Gracias por un escrito tan hermoso.
Luna
Y a mí me ha emocionado recibir tu comentario, Luna. Son cosas como esta las que le animan a uno a seguir escribiendo. Enhorabuena por ese amor que sigue en pie, con toda la vida por delante para dar (para darse uno al otro) lo mejor.
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