Sunday, July 12, 2009

MEDIA LUNA

Uno no sabe a qué va a los sitios. Yo creí que iba a otra cosa, pero San Fermín me deparó lo que, sin yo saberlo, sin esperarlo, más necesitaba: la fiesta verdadera, una fiesta de familia, una fiesta compartida por mayores y chicos en esta ciudad, una fiesta de toda la ciudad. Fue como recordar algo que nunca tuve, algo que sin embargo, existía. Jesús y Ángel (el palo y el punto de una i, de inteligencia y de ingenio), con sus ganas de reírse juntos y con nosotros, Javier con su acordeón y su gastroenteritis y Maricarmen y Silvia, con su acogedora proximidad, acogíendonos todos ellos en esa comida de su gran familia, con los niños, con ese inverosimil mozo alemán, Michael, con el fornido y noble entrenador de fútbol. Navarros castas que me hacían recordar la esencia de una fiesta que no viví y a la vez me daban ganas de vivirla ahora, con ellos y en el futuro con mi propia familia.
Al llegar, mi niño había recuperado el recuerdo de Vinagre, ese cabezudo de la berruga que veía pasar por las calles repartiendo vejigazos, ese cabezudo malo que nos asustaba.


Los gigantes, solemnes y tiesos, incluso los negros con sus plumas, bailaban por las calles mientras buscábamos aparcamiento.



Luego seguimos al Iruña, el café desde donde con mi madre veíamos pasar las peñas hacia la plaza. Hoy hemos tomado posiciones en el Niza para ver desde allí una fiesta de la que, este año, nos sentíamos un poco fuera: la misma alegría, la misma irrevente actitud, la insolencia alegre de sus pancartas. Bullanga y risas, bromas y disfraces. Es fiesta y todos guardan la fiesta hoy.
Al volver al hotel, leo en el último libro de Milan Kundera -"El encuentro"- que solo existimos en nuestra concreta edad: no recordamos como piensa, como siente, como es una persona de una edad que ya no es la nuestra. Yo pensaba correr en el encierro, iba a ver los toros en sol, iba a salir acompañando a las peñas, con los amigos de mi joven amiga de Pamplona. Iba con la edad que no tengo ya, para hacer lo que quedó pendiente entonces. Al final no ha habido nada de eso. He ido a pasear por la Media Luna, a la sombra acogedora de esos árboles, he ido por donde me llevaba mi abuelo en sus interminables caminatas, para ver desde allí recortarse las torres de la Catedral.



De este día me queda la alegría sana, noble, la luz prodigiosa de los hombres y mujeres vestidos de blanco y rojo, comiendo juntos, en familia, disfrutando de la música del acordeón, de la ocurrencia del momento. Una fiesta que es encuentro con ellos. Que es reencuentro con mis raíces. Gracias amigos.

4 comments:

  1. Hola Francisco:
    Veo que fuiste buscando unos sanfermines y te encontraste con otros, llenos de nostalgia y muy familiares.
    Me alegro que los hayas disfrutado, aunque estoy segura, tras haberos conocido, que si hubiéseis ido a los toros, habríais sido los reyes del tendido de sol.
    Mi padre es un claro ejemplo de que la juerga no tiene edad!
    Sois encantadores, fue un placer compartir almuerzo, vino, risas y acordeón.
    Hasta la próxima! Besos para los dos.

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  2. Qué oportuna la frase de Kundera! Me encantó veros en mi ciudad con mi familia, degustando ese almuerzo lleno de música, aunque se me hizo demasiado corto, hemos dejado muchas cosas pendientes para la próxima vez!!

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