Friday, October 09, 2009

BORGES Y LA EMOCIÓN



Ayer hablabamos de Borges. Susana Jákfalvi nos leyó un texto suyo, una conferencia que dió en algún lugar y por lo visto publicada con el título "Acerca de mis cuentos", en la que explica su proceso creativo.

Algien había dudado si quizás Borges era demasiado profundo o quizás hueco, otro objetó a sus cuentos sus disgresiones que interrumpían y dificultaban la lectura. Yo por mi parte declaré que Borges me emocionaba (que sentía su emoción presente en cada cuento y de alguna forma que era esa emoción, la que los desencadenaba).
Aquello que negamos se carga de fuerza. Y Borges siempre dijo querer eludir el patetismo. Sin embargo, esa peculia emoción presente en sus cuentos se acerca muchas veces al terreno de lo patético. Es una cierta tristeza ante el inevitable destino del hombre: la enfermedad, el olvido, la muerte. En tal caso ¿es injusta la común opinión que imputa de frialdad intelectual al maestro y ve sólo erudición y artificio verbal en sus cuentos?

Borges, en el texto que leyó Susana nos proporciona -a su manera esquinada- una clave. Se refiere a "El zahir", uno de los cuentos incluídos en "El aleph". Su origen es, según el autor, una reflexión sobre la palabra "inolvidable" (realmente sería muy raro que alguien "no pudiera" olvidar alguna cosa, esa cosa obsesivamente presente habría de ser una cosa común y corriente, por ejemplo, una moneda de veinte centavos, un "zahir"). El arranque creativo no puede ser más abstracto. Sin embargo, de esa idea fría pasa a una idea "emotiva": piensa, por oposición, que tal vez todas las cosas, hasta las más vulgares, merecerían ser inolvidables, porque cada una es única. Sólo somos incapaces de percibir esas diferencias. En cambio, cuando uno se enamora de alguien es porque precisamente percibe eso que hace única a esa persona en el universo. Y sin embargo...aquí viene el patetismo...es perfectamente posible que uno ame a una persona y a la vez sea consciente de que esa persona no es alguien memorable (alguien inolvidable) para otros nadie sino sólo para él mismo. Para uno puede ser única una persona vulgar y darse cuenta de ello, de que por alguna razón para él es distinta.

Según leía Susana, en este punto, senti esa emoción peculiar que Borges me transmite. Es ése el momento en que la idea se encarna y siente. Como dijo Unamuno: ahí se siente el pensamiento. En ese hombre enamorado de una mujer corriente, que muere. Esa ternura (quizás autobiográfica) se disfraza (Borges era extremadamente pudoroso). Y el arte del escritor a partir de ahí consiste en disfrazar. Pero podemos dudar que la moneda de veinte céntimos no sea una metáfora de la vulgaridad inolvidable, humanamente inolvidable, de esa mujer amada que muere. Hay que desplazar la obsesión a un objeto, para que no haga tanto daño. Para librarse de la imagen de la muerta.

5 comments:

  1. he repasado este verano muchos libros de poesía de Borges...me gustan los poemas en que no hay métrica y me encanta esa pequeña sabiduría innata en cada palabra que destila...su idea de vida como un río y Heraclito, la luna de Virgilio, la vista de un ciego...los tigres, los tigres azules, la belleza...no sé en mi edad madura me ha dejado algo que como esos tigres azules no se puede contar...cada vez que lo enumero me salen otras cuentas...abrazos.

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  2. Tuve la suerte de escuchar a Borges, de verlo, muy muy cerca, en una conferencia que dio en mi ciudad. Yo era muy joven y él muy viejo y, Francisco, ese milagro de la emoción lograba hacerlo también con su persona. Una presencia aparentemente distante que insensiblemente se volvía cercanía, una cercanía profundamente inteligente y sabia y profundamente conmovedora.
    Un abrazo.

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  3. Fernando: en esa misma velada que digo, Angel Leyva, poeta argentino amigo que conoció y trató a Borges y le leyó, entre muchos que le leían, nos recitó "Fundación mítica de Buenos Aires", el primer poema de Borges que leí en "Nueva antología personal" y luego una de esas milongas que gustaba de componer Borges, y que Angel entonó con música, consiguiendo que todos nos emocionásemos al escuchar una poesía hecha para ser cantada, una poesía sencilla, popular, porque a Borges le apasionó el valor y el mito, lo mismo que le apasionaron las florituras verbales. El puñal, lo mismo que los tigres. Borges fue universal, pero siguió siendo argentino. Porque siguió siendo humano y quiso, al final, aprender árabe para leer en su lengua las Mil y una noches. No hay contradicción. Las enumeraciones de estirpe clásica (tributo a Whitman), las metáforas, pero también, las palabras esenciales de los últimos libros: agua, luz. Desde el modernismo, pasando por el barroquismo, a la erudición, el oropel dio paso en el escritor a la humildad, a la resignación de ser Borges, fue diluyéndose su yo de poeta en el tiempo, que es el que compone las antologías, el poema es de todos...fue Borges desnudándose, fue abandonando toda vanagloria, hasta llegar a ser todos: ese juglar intemporal, anónimo, que decía palabras sencillas...Es un proceso el suyo de liberación, despojándose de la literatura para volver a sentir la emoción de lo esencial: Ulises, que harto de prodigios, vuelve a Ítaca. Y al rendir su vida, quiso como epitafio ser uno que se aventura, como los normandos, venciendo al temor. Abrazos.

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  4. Bel: qué suerte, es verdad,cuánto me hubiera gustado conocerle. Yo veo y reveo las entrevistas que le hizo a Borges Joaquín Soler Serrano, deliciosas. Muestran a ese Borges dual: pudoroso, tímido, abrumado por el elogio; pero orgulloso. Borges próximo, abordable, pero complejo. Un solterón, un hijo mozarrón bajo las faldas de su madre toda la vida, un hombre que no tuvo éxito con las mujeres. Un triste funcionario preterido en una biblioteca que cada mañana iba en autobús a su trabajo, leyendo a Dante. De esa miseria saca el esplendor de su literatura. Un desahogo de solitario que se ríe solo, que busca en la literatura un reconocimiento. Se exhibe y empava, pero después, cada vez más, descree del personaje, descree de la eternidad literaria que buscó, descree de la autoría: EL ARTE SUCEDE, es decir, el poema es anterior al poeta y la poesía asoma en todas partes, todos podemos en un momento u otro ser vehículo de la poesía. No existe el poeta sino el poema y el autor es un ente colectivo: somos los que leemos los que creamos la poesía. Este es Borges: un escritor que acaba siendo un hombre, un hombre anciano que encuentra en Maria Kodama los ojos para ver la belleza sencilla de las cosas. Un abrazo.

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