
Cuando llegué a vivir a la Torre de los Remedios, me contaron la historia de este
edificio, cuyo esqueleto llegó a albergar la mayor colonia de estorninos de Europa. Duarante años la obra había estado parada y anidaron allí por millares. Los ecologistas se opusieron a que se reanudara y la promotora tuvo que construir unos nidos alrededor de la Torre, para poder terminar la construcción.
Cada primavera comienza el vuelo de los estorninos alrededor del edificio. Sin tregua, con su piar agudo, las bandadas dan vueltas sin parar, arriba y abajo de la Avenida República Argentina. Van con la boca abierta atrapando todos los mosquitos a su paso. Cuando cenábamos en la terraza, nos sabíamos a salvo de picaduras. Los estorninos eran el mejor insecticida.

Hoy en su blog, Miguel Sánchez-Ostiz se refiere a estas aves. Dice -citando a un naturalista- que los estorninos "se echan a volar para no estar donde están, más que para estar en otra parte".
Esto me suena. "No querer estar donde uno está". El otro día en la película, el personaje de Ricardo Darín decía: “Me he pasado la vida distrayéndome”. Se me quedó esta frase y ahora me vuelve con la historia del vuelo del estornino.
(Escribiendo esto, estoy –yo mismo- distrayéndome, porque no quisiera estar aquí, quisiera volar o tumbarme en una playa; y escribiendo, de alguna forma, no estoy aquí -está mi cuerpo tan solo- y sin embargo por mucho que escriba, tampoco consigo estar en la playa, sólo estoy aquí, escribiendo que quisiera volar, como los estorninos, para escaparme).

El otro día encontré un alma gemela. Otro que escribe, otro que se escapa de donde está cuando escribe. Benjamín Expósito -Ricardo Darín- cuando se jubila, decide escribir, porque que no se reconoce en nada de lo que ha hecho durante sus años de funcionario en el Ministerio de Justicia. Todo se le antoja pura distracción de algo que debió hacer y no hizo: algo en que se jugaba su vida.
En "El secreto de sus ojos" se dice: “Alguien podrá cambiarse de nombre, cambiar de domicilio o de apariencia, pero lo que nunca podrá cambiar es su pasión”. Uno puede escapar, puede camuflarse, puede darse la vuelta, pero la verdad de lo que uno es siempre estará clamando por manifestarse. Distraerse es un medio de negar esa verdad, de no enfrentarse a ella.
¿Será la pasión de algunos huir siempre? Volar como los estorninos, sin un destino. En un vuelo que no conduce a nada, que es pura negación del reposo. Pero creo que no: hay un lugar al que volver, un lugar nuestro que nos espera. Y entre tanto pagamos el precio de estar sin estar a veces ¿verdad amigo?
En primavera, cuanto terminen los fríos que aún no han llegado, volverán a volar alrededor de mi casa los estorninos. Escapando de la quietud, como se escapa de la muerte.