Wednesday, February 23, 2011
EL MISTERIO DE DRÁCULA
Hoy no hago más que pensar en Bram Stoker (alguién, inopinadamente, me lo ha recordado y -de repente- he recordado que lo leí y me pareció extrañamente cercano). Extrañamente, porque nunca he comprendido a Drácula. Entendámonos. No he entendido el tema de la sangre, como vitalidad. Pero ahí están los Testigos de Jehová y su énfasis en los pasajes bíblicos en los que la identidad se hace radicar en la sangre (de ahí lo nefando de inocularse sangre ajena).
La sangre. "Eres sangre de mi sangre". La residencia del alma parece ser ese líquido rojo y viscoso. Es la vida misma. "Se le iba la vida", es desde luego más bello que decir "tuvo una hemorragia". La sangre como algo sagrado, que se ofrece (sangre derramada que libra a muchos del mal), ritos de sangre, sacrificios cruentos (que sustituyó Jesús por ofrendas de amor: misericordia quiero y no sacrificios).
Amor al primer mordisco. Las dentelladas de Bram Stoker, tan certeras. Y quien nos muerde, nos hace suyos (quizás porque, primero, le hicimos nuestro). Aspiramos (oscuramente) a comer al otro, a hacer de él parte de nosotros (verdadera comida y verdadera bebida) algo que nos nutre y con lo que, de alguna forma, nos transformamos, lo incorporamos, lo hacemos nuestro para siempre, uniendo las sangres en una vieja alianza. Hay algo sexual ahí, sin duda, porque el sexo aspira a la confusión de dos identidades. Pero, por mucho que sigo dándole vueltas, más allá del terror, no encuentro explicación al misterioso magnetismo que a lo largo de los tiempos ejerce sobre algunos la leyenda de Drácula. No lo entiendo. Pero hay tantos que no entienden nada...y se sientan en las mesas de las Juntas Directivas y los Consejos de Administración...
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
Es sencillo. Es la explicación no judeo-católica de la vida después de la muerte que espera a los malvados. Es la no vida y es la no muerte. ¿hay algo más atroz? Y es el estado permnanente de búsqueda, sin esperanza, sin lugar al que volver, , teniendote que alimentar de los que fueron tus iguales a los que comprendes y deseas a la vez. En fin,la reoca.
ReplyDeleteEstoy siempre rodeada de esos que dices que acuden a consejos de administración y, en el fondo, ..... no saben nada. Para compensar, me como a besos a mi hijo.
ReplyDeleteQuerido Francisco: A la vista de los dos comentarios anteriores, he releído tu entrada. Efectivamente, yo soy de los que no entienden nada; no entienden el sufrimiento, no entienden la vanidad, no entienden la pobreza, no entienden la maldad, no entienden el desprecio de la bondad, no entienden el egoismo descontrolado, y, en definitiva, no entienden porqué nos empeñamos en hacer de esta vida un"mala noche en una mala posada" cuando como dice Moustaki"il y a pour tous des roses et du pain blanc".
ReplyDeleteFrancisco, ¿de verdad crees que es justo el finalde tu entrada? ¿El explicar el significado de la sangre (presente en todas las religiones y culturas del planeta) en el mito de Drácula, legitima para imputar una falta de entendimiento total a alguien que únicamente ha mostrado una cierta afección al estilo literario y al significado del mito vampírico contenido en una novela?
Si es así, (que no lo creo) desde luego, no entiendo nada.
Perdona, Francisco, el anterior post es mío. Me he equivocado de cuenta de en Google y, sin querer, he utilizado la de mi hijo Fernando.
ReplyDeleteAnónimo vocacional ha escrito lo mismo eontestando en distintos blogs amigos, a entradas que no tiene nada que ver: quiere decir que le da lo mismo arre que so. No me vale como diálogo (aunque sí como desahogo expresivo de un hombre que está cabreado). A tí Fernando, que lees de nuevo lo escrito, decirte que yo también lo hice. Es otro misterio, como el de Drácula: el misterio del texto que dice cosas distintas a cada lector. No hay texto sino lector. El lector crea el texto y yo lo leo de nuevo como si lo hubiera escrito otro (o el tiempo, como diría Borges). Abrazos Lamia y Bramstocker.
ReplyDeleteQuerido Patxi: La susceptibilidad es una de mis lacras y no precisamente la más pequeña.
ReplyDeleteTienes "tota la raó". El lector crea el texto. Incluso el autor, al leerlo con ojos "de otro día", no lo identifica.
Un abrazo.