Saturday, February 19, 2011
MARICONES, COMUNISTAS Y JUDÍOS
¿Se puede decir que García Lorca era maricón? No sé. Lo que sé es que convertir a García Lorca en "un jodido maricón de mierda", era la manera de poder odiarlo, poder matarlo verbalmente primero, para después pegarle un tiro en una cuneta y poder sentirse bien e incluso reírse del miedo que tenía cuando lo iban a fusilar. Matar al hombre alegre, al escritor enorme, al autor teatral, matar al poeta, matar al amigo, matar toda esa gracia andaluza, sus dibujos de Vírgenes, el sonido de su piano, matar todo eso junto hubiera sido imposible. Es la misma barbarie que condenó en el otro bando al desternillante Muñoz Seca o a tantos curas y monjitas inocentes.
¿Era Victor Jara un comunista? Puede ser. Pero lo cierto es que reducir a Víctor Jara a "un comunista de mierda", era la pura manera de coger el valor y juntar la rabia para, sin conocerlo, poder romperle las manos a culatazos, jugar con él a la ruletar rusa sólo por diversión y darle al final un tiro en la cabeza, para tirar su cadaver a la calle y dejarlo allí como un perro. Matar al cantor, al poeta, al padre y esposo, al idealista, al compañero, matar su juventud, su risa fuerte, matar su música, matar todo eso hubiera sido imposible. La misma barbarie que condenó al Gulag, en el otro lado, a tantos poetas y artistas, sólo por el peligro que para el orden significa la imaginación.
¿Eran judíos aquellos niños y aquellas mujeres y ancianos que llegaban apretujados con sus pocas pertenencias en un camión para ganado a Auswitz? Indudablemente, lo eran. Pero resumir su esencia en ser "cucarachas judías" era la única forma posible de considerarlos no humanos para poderlos llevar a las cámaras de gas. Matar a cada una de esas personas, con su biografía, su padre Dios en cada corazón, el amor de sus padres, sus noviazgos, los embarazos, las risas infantiles, los juegos, matar toda la riqueza de cada una de esas personas, una por una hubiera sido imposible. La misma barbarie que permitió al ejercito liberador bombardear Dresde hasta las cenizas y lanzar dos bombas atómicas, sólo por el deseo de liberar a millares de alemanes y japones del oprobio de su derrota ya asegurada.
También los etarras mataban puras etiquetas. Primero convertían a un policía en "txakurra" (perro) para poder odiarlo y así dejaba de ser padre, hermano, hijo, esposo. ¿Cómo será de peligroso reducir a alguien a una etiqueta, convertirlo en una palabra, en un insulto que se escupe? ¿Qué etiquetas estamos poniendo hoy? ¿que insultos nuevos estamos inventando? ¿de qué odios nos estamos revistiendo a base de palabras?
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Digan lo que digan las etiquetas futuras, en realidad, siempre serán la expresión de la misma cosa: una excusa. La excusa que permite tener a la gente ocupada con el sempiterno chivo expiatorio mientras los de siempre van a lo suyo. Ahora mismo estamos viviendo un incruento (esperemos que siga siéndolo) acto sacrificial: el de la otra memoria histórica, es decir, la historia de los otros muertos, los que nos faltan para entender que las cosas nunca son lo que parecen. El día en que sometamos a los cuentacuentos a la prueba documental nos habremos salvado lo suficiente como para no cometer tantas aberraciones.
ReplyDeleteMagnífico artículo, Francisco.
Tienes toda la razón, Francisco.
ReplyDeleteEs verdad, magnífico y estremecedor.
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