
La otra tarde ví una película en el video: "La habitación de Marvin". Es de 1996. Trata de dos hermanas. Bessie (Diane Keaton), soltera, ha pasado los mejores años de su vida cuidando a su padre, inválido, y a una tía suya con demencia senil. La otra, Lee (Meryl Streep), se fue hace veinte años, se quitó de enmedio y ha roto desde entonces todo contacto con Bessie y su padre. Ahora, a Bessie le han diagnosticado una leucemia y Lee tiene que volver, con sus dos hijos, para hacerse las pruebas para un trasplante de médula.
La enfermedad terrible del padre, que no puede hablar, exige toda la dedicación de Bessie, dia y noche. Pero, a pesar de ello, Bessie se entrega a ese destino con cariño y buen humor. "Papá se muere -le dice al doctor-. Lleva muriéndose unos 20 años. Lo hace muy despacio, por eso no me pierdo detalle".
En un momento de la película, cuando Bessie recibe el resultado de las pruebas para el trasplante y ve abrirse ante ella un futuro de dependencia, dice a su hermana:
"Oh, Lee, he tenido tanta suerte. He tenido tanta suerte de tener a papá y a Ruth. He tenido tanto amor en mi vida. Ahora miro atrás, y veo que he tenido tanto amor". "Ellos te quieren mucho", contesta Lee. Pero Bessie le responde: "No, no quiero decir eso, no.
Me refiero al amor que yo he sentido por ellos. He tenido tanta suerte de haber podido sentir tanto amor por alguien".
Hoy, leo una entrevista a Éric-Emmanuel Schmitt, escritor y dramaturgo. Estrena este viernes en España su película "Cartas a Dios", que trata del dolor, la enfermedad. El amor quizás es cuestión de imaginación. "La imaginación es dejarse invadir por el mundo y por la gente. Cuando estoy frente a alguien, me dejo penetrar por todas las sensaciones y las imágenes que emanan de ese individuo; es un conocimiento empático". Bessie, tiene esa empatía con su padre. Con un espejo proyecta reflejos de luz en su habitación y el padre sonríe, se extasía con esas luces que se mueven. Ambos comparten esa felicidad de la luz. Amar es dejarse fascinar por otro ser -dice Schmitt en otra entrevista-.
Pienso en Lee. Ella no es feliz. No puede con su hijo adolescente (Hank-Leonardo DiCaprio). Ella siente fuertemente ese derecho a ser la autora de su vida (yo lo siento también). Y lo tiene. Nadie le podría exigir que se quedase a cuidar a su padre, a su tía y a su hermana. No es razonable. Tiene derecho a vivir sin ataduras. Se siente incapaz de renunciar a su libertad. Intenta huir por dos veces. No hay padre ni hermana que valga. Siente miedo (yo lo siento también). Pero todo cambia: su hijo le dice que él se queda. En esa casa que a ella se le representaba una prisión, Hank ha encontrado, por primera vez, un hogar. Sus hijos están aprendiendo a querer a Bessie, al abuelo, a tía Ruth. Aquí, en el lugar del sufrimiento, sus hijos han descubierto su familia. Y si se queda, ella podrá formar parte de ella. Ser parte de aquello a lo que siempre ha pertenecido. La condena de repente puede transformarse en una bendición. El amor puede encontrarse en medio del dolor. El dolor es parte de la vida y escapar del dolor es vivir huyendo de la propia sombra. Lee se decide entonces: entra en la habitación de su padre y su hermana le sonríe, y le invita a participar con ellos en el juego de la luz.