Wednesday, April 13, 2011

ESCAPAR DEL DOLOR



La otra tarde ví una película en el video: "La habitación de Marvin". Es de 1996. Trata de dos hermanas. Bessie (Diane Keaton), soltera, ha pasado los mejores años de su vida cuidando a su padre, inválido, y a una tía suya con demencia senil. La otra, Lee (Meryl Streep), se fue hace veinte años, se quitó de enmedio y ha roto desde entonces todo contacto con Bessie y su padre. Ahora, a Bessie le han diagnosticado una leucemia y Lee tiene que volver, con sus dos hijos, para hacerse las pruebas para un trasplante de médula.
La enfermedad terrible del padre, que no puede hablar, exige toda la dedicación de Bessie, dia y noche. Pero, a pesar de ello, Bessie se entrega a ese destino con cariño y buen humor. "Papá se muere -le dice al doctor-. Lleva muriéndose unos 20 años. Lo hace muy despacio, por eso no me pierdo detalle".
En un momento de la película, cuando Bessie recibe el resultado de las pruebas para el trasplante y ve abrirse ante ella un futuro de dependencia, dice a su hermana:
"Oh, Lee, he tenido tanta suerte. He tenido tanta suerte de tener a papá y a Ruth. He tenido tanto amor en mi vida. Ahora miro atrás, y veo que he tenido tanto amor". "Ellos te quieren mucho", contesta Lee. Pero Bessie le responde: "No, no quiero decir eso, no. Me refiero al amor que yo he sentido por ellos. He tenido tanta suerte de haber podido sentir tanto amor por alguien".

Hoy, leo una entrevista a Éric-Emmanuel Schmitt, escritor y dramaturgo. Estrena este viernes en España su película "Cartas a Dios", que trata del dolor, la enfermedad. El amor quizás es cuestión de imaginación. "La imaginación es dejarse invadir por el mundo y por la gente. Cuando estoy frente a alguien, me dejo penetrar por todas las sensaciones y las imágenes que emanan de ese individuo; es un conocimiento empático". Bessie, tiene esa empatía con su padre. Con un espejo proyecta reflejos de luz en su habitación y el padre sonríe, se extasía con esas luces que se mueven. Ambos comparten esa felicidad de la luz. Amar es dejarse fascinar por otro ser -dice Schmitt en otra entrevista-.

Pienso en Lee. Ella no es feliz. No puede con su hijo adolescente (Hank-Leonardo DiCaprio). Ella siente fuertemente ese derecho a ser la autora de su vida (yo lo siento también). Y lo tiene. Nadie le podría exigir que se quedase a cuidar a su padre, a su tía y a su hermana. No es razonable. Tiene derecho a vivir sin ataduras. Se siente incapaz de renunciar a su libertad. Intenta huir por dos veces. No hay padre ni hermana que valga. Siente miedo (yo lo siento también). Pero todo cambia: su hijo le dice que él se queda. En esa casa que a ella se le representaba una prisión, Hank ha encontrado, por primera vez, un hogar. Sus hijos están aprendiendo a querer a Bessie, al abuelo, a tía Ruth. Aquí, en el lugar del sufrimiento, sus hijos han descubierto su familia. Y si se queda, ella podrá formar parte de ella. Ser parte de aquello a lo que siempre ha pertenecido. La condena de repente puede transformarse en una bendición. El amor puede encontrarse en medio del dolor. El dolor es parte de la vida y escapar del dolor es vivir huyendo de la propia sombra. Lee se decide entonces: entra en la habitación de su padre y su hermana le sonríe, y le invita a participar con ellos en el juego de la luz.

5 comments:

  1. Qué gran razón te asiste. En cierta ocasión dí una conferencia a un grupo de padres de discapacitados sobre los aspectos legales de tal situación. Sin embargo, terminé la conferencia diciendo que todos ellos eran afortunados. Dedicaban su vida al amor. Y lo ejercían continuamente. Les dije que todas las noches debían acostarse contentos y felices. Amaban, y el objeto de su amor estaba con ellos y se lo devolvían todos los días.Les animé a no desfallecer. Les hice ver que ninguna desgracia había caído sobre ellos. Al contrario, la vida les había dado la oportunidad de ser felices a través del amor y de la satisfacción de dedicarse en cuerpo y alma a un serquerido Ví alguna lágrima entre el auditorio y me sentí enormemente cercano a todos ellos.

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  2. Te he leído con todo el detenimiento de que soy capaz en esta época tan especial de mi vida. Te he leído por segunda y tercera vez. Te digo, Francisco, que la historia me parece, y me quedo corta, sublime. También me parece irreal. Demasiado redonda. Inverosimilmente justa. Tal vez me he vuelto (o lo soy más que nunca) una escéptica sin paliativos. He cuidado de mis aitas desde hace veinte años. La verdad es que todo ha ido de una manera muy suave, en absoluto dramática, todo era un cumplirse los plazos y la muerte, cuando ha llegado, ha sido muy dulce. Pero me hubiera gustado tener alguna ayudita que otra. Y no fue así. No fue así. No podía ser así porque cada cual tiene sus razones, si no para escurrir el bulto, sí para esgrimir esos derechos que tan legítimos nos llegan a parecer cuando creemos salvar nuestra libertad.

    De nuevo buenos días, Francisco.

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  3. A mí me gusta pensar en que el que pierde su vida por otros, a lo mejor la gana (aunque pueda parecer el tonto de la película). Se vive una relación especial cuando decides entregarte a otro, aunque tú hubieras preferido que las cosas fuesen de otra manera. En la película la hermana ausente pregunta a la que se quedó: "¿Nunca has pensado en matarlo?". Sin amor, esa es la pregunta. Porque lo que me estorba no lo quiero. Por eso Bram, creo que sí, que muchas de las personas a las que hablaste, habrán vivido un plenitud diferente, hecha más que de viajes, de fiestas o de amigos, de compañía y cariño y amor.

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  4. Y conste que yo solo he tenido la experiencia de mi abuelo, cuando yo era niño. Luego, quizás he sido más bien de los que huyeron. Aunque no pude escapar al final.

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