Aída Arístegui reflexiona sobre el futuro. Se pregunta qué ideas podrían ayudarle a sobrevivir. Sabe que en veintiún días se puede adquirir un nuevo hábito. Que el cerebro está dotado de plasticidad. Que podemos cambiar si sabemos hacia dónde ir. Que tiene más de cincuenta años. Que no encuentra su lugar todavía.
Está leyendo la prensa distraidamente, sólo los titulares. Pero le atrae un artículo corto, un comentario sobre la potencia del silencio. En dos semanas de silencio de Rajoy, la prima de riesgo española ha caído ciento veinte puntos. El silencio de Rajoy es poderoso. A diferencia de tantos que cada vez que hablan hacen subir el pan.
Ella piensa que es difícil guardar silencio. Pero también es posible hablar, incluso hablar mucho, creando una maraña parecida al silencio. Guardar silencio a base de utilizar una berborrea incontenible y confusa. También, aprender a guardar silencio, a base sentencias muy breves, formulando solemnemente obviedades, sabidurías ignotas que dejen en suspenso al personal. Una frase absurda que retumbe en el vacío.
Y el artículo le recuerda a Mister Chance, el penúltimo personaje de Peter Sellers, uno de sus actores favoritos. Un jardinero idiota que llega a gobernar el mundo desde la perplejidad que causan sus dictámenes hortícolas. Chance ("casualidad") es el hombre que "está ahí". El hombre que se limita a estar, dejando que todo pase a su alrrededor. El hombre que se limita a mirar la televisión y cuidar su jardín. Y Aída Arístegui, que ha comprado su agenda para 2012 (año siniestro), la agenda roja que regalan con la revista Glamour, quiere estrenarla con una primera idea para sobrevivir el año próximo. "Estar ahí". Decir lo menos posible, para evitar especulaciones, para no decantar la compleja realidad, ni siquiera juzgarla.
Y en el periódico lee una frase o poema de Nicanor Parra, casi centenario antipoeta chileno, al que no sabe qué premio acaban de conceder (el "desaparecido", según reseña el cronista, porque nada se sabía ya de él, como si hubiera ya muerto, pero sobrevive):
"Todo lo que se dice es poesía. Todo lo que se escribe es prosa. Todo lo que se mueve es poesía, todo lo que no cambia de lugar es prosa".
Y piensa que una de las claves del éxito puede ser abstenerse de intervenir en el movimiento de la vida: no fijar -ni siquiera en palabras- rumbo fijo. Dejar que las cosas sucedan y vivir en ellas como un surfero que navega la ola, al azar del movimiento, en la aventura del equilibrio, guardando silencio en medio de tantas palabras.
Saturday, December 03, 2011
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Está tan bien escrito que entran ganas de hacrrme el desapercibido o incluso el desaparecido.
ReplyDeleteA veces quisiera uno permanecer emboscado...callado para escuchar el susurro sutil de las cosas, en medio del ruido que hacemos...no contribuir al ruido. Un abrazo.
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