Hace algún tiempo escuchaba mucho jazz.
Allí, en uno de esos discos raros, me encontré al niño de la chistera.
Era un pequeño duende que miraba serio.
El otro día creí volverlo a ver patinando, en un cuadro al óleo que mis amigos tenían colgado en casa. Me pareció el mismo niño patinando con esa chistera que le venía grande.
La ligereza, dijo Erich-Emmanuel Schmit, es una ética. Como también dijo que rezaba para olvidarse de sus peticiones. Tendemos tanto a la queja...Un niño patinando es la felicidad, la inocencia. Aunque vaya tan serio con su sombrero de copa.
La vida es frágil y efímera como la infancia, como el hielo del lago, como el dibujo de los patines al hacer una pirueta. Y parece que al patinar uno vaya silbando alegre, a pesar del frío.
Luego, buscando el cuadro en la red, resulta que el patinador no es un niño. Es un reverendo escocés del siglo XIX. Vaya. Pero para mi, desde que lo contemplé en casa de mis amigos, el que patina es un niño, con traje de gala y chistera, como el pequeño príncipe de mi disco de jazz.
Y esa imagen liviana, fugaz, eterna es para mí la imagen misma de la gracia, la gracia con que quisiera yo poder atravesar la superficie a veces helada de la vida.
Durante un tiempo me dedicaré a escuchar ese silencio del lago, a escuchar el aire y el ruido de las cuchillas, a escuchar la canción que silba el patinador, a imaginar sus elegantes movimientos y a soñar la risa de ese niño serio.
Gracias Francisco,
ReplyDeleteveo que tenemos muchas cosas en común. Nos llevaríamos bien...
Abraço!
Gracias Pablo, eres un gran artista.
ReplyDeleteO a escuchar por escuchar. Yo voy descubriendo las bondades de un oído atento.
ReplyDeleteHace algún tiempo yo escuchaba lo imprescindible.
Buenas sobremesas, Francisco.
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