Monday, July 17, 2006
DOS CABEZAZOS
Nos fuimos del hotel para ver la prórroga (la televisión del hall era pequeña y apenas distinguíamos a los jugadores desde nuestro sitio). Callejeamos y entramos en un bar del centro en el que vimos una mesa libre. No había muchos parroquianos. Pedimos una botella de sidra y un surtido de quesos. Allí el camarero tira la sidra justo en el momento, para que bebas ese trago burbujeante al romper el líquido en el vaso. Los quesos son repulsivos en su contextura, color y olor, pero el paladar resulta exquisito. La prórroga está siendo para los franceses. Luis me dice, por enésima vez esa noche, que parecen drogados: no pueden correr así con más de veintinueve años de media en las botas. Se anima a Italia (yo, sin embargo, tengo mis silenciosas simpatías por el equipo francés, cuyo esquema de juego es el que más me gustó durante el campeonato). Hay un entrar y salir de gentes, casi todas habituales, a lo que parece. Uyyy. A punto ha estado de marcar Zidane, de cabeza. La ha girado bien, pero el portero ha evitado el tanto. Un cliente al lado se dirige a nosotros en busca de conversación. Está solo. Junto a él una sillita de niño (seguramente su esposa le dejó bajar a ver el fútbol, pero con la condición de llevarse al pequeño). El niño, de tres o cuatro años, no deja de corretear por entre las mesas. Se sigue el partido con profusión de comentarios entre los clientes habituales. De repente el niño pasa por delante de nuestra mesa y se cae para atrás. Ha resbalado en el suelo encharcado de sidra y se ha dado un fuerte golpe en la cabeza. Ha quedado en el suelo, llorando y doliéndose. Nos incorporamos, mientras el padre acude a recogerlo. Por un momento dejamos de atender al partido, y en esto, se produce un jaleo en el bar ¿qué ha pasado? Zidane ha dado un cabezazo en el pecho a un defensa italiano, el árbitro consulta, va y viene, saca la tarjeta roja. Le han expulsado “¿Qué hiciste Zidane? ¿qué hiciste?” –grita el señor de la barba- . Ha sido una agresión grave. Un gesto lleno de rabia y violencia. “Han tomado algo”, insiste mi amigo. El padre intenta tranquilizar a su hijo, que se revuelve en la silla y le tapa la boca con un chupete para que deje de llorar, mientras grita al señor de la barba. “Ya le ha pasado otras veces, a éste se le va la cabeza”. Era su último partido. “De héroe a villano, en un momento”. “Esto es lo que se recordará de este Mundial”. ¡Qué pena! “Demasiado bueno, Zinedine” (pienso en mi mujer, que tanto lo admira). En esa confusión aparece la madre de la criatura gesticulando a su marido, airada. “¿Por qué le diste el chupete?”, “Se cayó, mujer. Se cayó”. El marido da explicaciones, mientras están tirando los penaltis.
Pero ya…da lo mismo. Estoy decepcionado. “¿Por qué tuvo que acabar así uno de los mejores jugadores”. Entonces, recuerdo lo que dijo Borges. El Infierno y el Paraíso son desproporcionados: los actos de los hombres no merecen tanto. Ninguno somos ángeles ni demonios. Hacemos ídolos de hombres de carne y hueso. Y mostrarse como tal, como humano, es algo que hay que agradecer al dios argelino. Y pienso, y se lo digo a Luis, que lo que ha pasado demuestra que Zidane no se preocupó de sí mismo, de su prestigio, de su historial, no jugó para alimentar su aureola de hombre equilibrado, correcto, caballeroso. Se metió en el partido sin reservas, como siempre lo había hecho. Y esto, a mi modo de ver, lo ensalza y lo muestra como un verdadero deportista (a pesar de lo poco deportivo de su conducta). La pareja de al lado, desentendidos del partido, siguen su romántico cortejo. Yo espero que Zidane salga a recoger su medalla. Se lo digo a Luis: “Todos le perdonarían”. Todos necesitamos perdonarle: basta que pida perdón. Que reconozca su error: es un ser humano. Pero su arrogancia puede más. La fiereza de su mirada afilada continuará fuera del estadio y ya nunca habrá un final a este partido. Esta es la decepción verdadera, la que me llevo de vuelta al hotel.
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Se equivocó, simplemente; como todo el mundo.
ReplyDeletePasaré más por aquí.
Creo que ante todo se debe tener "etica" y este señor no demostró tenerla en su momento.
ReplyDeleteEn fin, casos y cosas de la vida.
Besos.
Está bien ser auténtico y comportarse sin preocuparse del prestigio en los casos en los que pierdes los papeles. Pero auténtico no es dejarse llevar tanto como para no entender el papel que "juegas" en un momento determinado, con unos compañeros que están contigo dando todo de sí por un beneficio común. Me suena más a egoismo que a "pequeña locura del genio". Entiendo los nervios de un momento así...pero uno tiene que situarse. Y se puede. Y él debería haber podido.
ReplyDeleteQué pena, coincido contigo que ese final, su final, fuera ese.
Un saludo y gracias por visitarme!!
No tengo televisión, así que oigo la radio.
ReplyDeleteMe gusta poner el fútbol por la radio a veces, igual que escuchar las emisoras en árabe o en alguna otra lengua que desconozco, cargadas de estática, por el ejercicio de extrañamiento. Porque no entiendo, y se abre un escenario de lo imposible de conectar, porque la gente dice "escuadra" y "rombo" y yo veo geometrías danzantes como el grupo de murciélagos y sus hilos, ya sabes.
El no tener televisión me separa de la gente.
El no saber ni palabra de fútbol me protege de la gente.
Supongo.