Monday, November 06, 2006
KILLER'S KISS
Todo aquí es recuerdo, mientras se espera el final.
Como en el recuerdo o el sueño, hay imágenes que se repiten, imágenes que nos han enganchado. La memoria es superposición de estas imágenes fragmentarias; más que palabras o razones, hay en el recuerdo imágenes inconexas que quedaron impresas por una cierta fuerza de resonancia o evocación. Ahora mi vida son esas imágenes que vienen, mientras intento dar con el argumento que las hilvane. Espero en una estación al tren que me lleve a otro lugar. Recuerdo, así, la noche en que ella fue a despedirse. Un par de borrachos con gorros raros iban por la calle bailando y cayendo en una especie de procesión grotesca. Uno toca una armónica o algo parecido y el otro se contorsiona. Parecen enanos, encogidos con esos gorros como de turco, como si hubiesen salido de una fiesta navideña. Pero no es Navidad. Vienen y van, se acercan y se alejan por la misma calle, arriba y abajo, vuelven otra vez y rondan en torno mío que les miro sin sonreír; uno me quita la bufanda y se la pasa por el trasero, como si de una toalla de baño se tratase, mi cashmire,…no tiene gracia, se la quiero quitar y se ríen, escapan con ella, les persigo…todo el mundo se ríe de mí que intento recuperar mi ridícula toalla…
Es recuerdo o sueño...
Me levanto y miro por la ventana: ahí, inalcanzable, fugaz, mi vecina, que se sirve una copa. Apago la luz voy a la cama y me recuesto, pero vuelvo a levantarme y a mirar a mi vecina desde la ventana, ella apaga la luz… y yo la enciendo. Ella estará mirándome como yo (o sueño que me ha mirado) con detenimiento y agrado, mientras bebe una taza de café despacio, y yo me muevo delante de la ventana con el torso desnudo, hasta que ella enciende la luz y yo la apago, y ella se irá a quitar la blusa, cuando llaman al teléfono, y vuelvo y no la veo ya, pero se que se está mirando al espejo y sueño con su extraña ropa interior.
Parece un sueño en el que ella duerme y velo su sueño. Estoy en su habitación…dando vueltas, rondando mientras duerme y miro esa muñeca de porcelana en lo alto de su cama…ella duerme con un brazo cruzado sobre el pecho…en lo alto del cabecero hay una muñeca de porcelana…usa este perfume que ahora olfateo en su tocador…esa muñeca de porcelana…su brazo cruzado…sueña, dueña…huesuda.
Al despertar de su sueño, sueño que me contó una larga historia, en la que ella baila pero fue su hermana la bailarina, que dejó el baile, yo sólo veo mientras me habla a la bailarina que danza, gira y gira, interminablemente, con sus medidos pasos de baile, elegantes vueltas mientras alza la barbilla y la sonrisa y alza la pierna …girando, sólo veo eso, pero no escucho nada de lo que me cuenta…sino que veo a su hermana bailando todo el tiempo…sobre el escenario de un teatro…bailando como una diosa de mirada fija, como una diosa de la muerte.
Y vienen a mi memoria las pesadillas, esas imágenes que se repiten obsesivas…el último combate, golpe tras golpe, caída tras caída, mi “barbilla de cristal”, una paliza que ya nunca acabará - el cartel del combate por el suelo- . El antro donde ella trabaja como compañía de baile alquilada por hombres esquinados –el son al que van bailando como un lento ritornello esas bellezas que bailan de mentira el baile sin fin del sexo alquilado, un baile sin arte, impuro, en otro teatro lúgubre, como detenido.
Pesadillas son esas persecuciones por tejados en los que no se encuentra ninguna puerta abierta, esas bajadas y subidas, escaleras, aleros…y el fin del mundo, el almacén de maniquíes, el almacén de muertos del infierno, piernas y cabezas que son arrojadas como armas, cuerpos que destroza el hacha que ya no distingue a dónde dirige el golpe (la violencia es un espectáculo cómico de energía furiosa, en la que rueda por los suelos el que ataca y queda confundido con un mar de cuerpos y piernas femeninas, él, el libidinoso, entre los cuerpos de las muñecas). Como en una borrachera, aquí nadie acierta a golpear en el lugar debido, golpea fantasmas, cada uno combate solo, combatimos contra sombras…en una danza que se prolonga y reinicia, entre golpes mortales al vacío.
Y mientras, Irene Kane, con esa expresividad suya confusa -¿si o no?- no importa lo que esté diciendo, sus ojos y su boca desmienten todo, inasequible a la comprensión del espectador. Impenetrable, como una efigie huesuda. Misteriosa en su fragilidad pétrea, de porcelana fría. Abre la puerta y abre la boca, se deja abrazar, besar, duerme…va de uno a otro abrazo, de una boca a la siguiente.
¿Quién es el asesino que besa?
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ReplyDeleteDecir que una buena pelicula siempre deja huella. Una evocación que he saboreado en estas hermosas lineas donde el sueño y la imaginación se superponen en una realidad múltiple y evanescente. Un Abrazo
ReplyDeletePD: (Entre el copiar y el pegar me había dejado medio comentario sin poner. Usted disimule :-) )