Monday, May 28, 2007

EUGENIO TRÍAS Y LA VIDA ETERNA


El pasado 24 de mayo, EL MUNDO publicaba un espléndido artículo de Eugenio Trías titulado “Sinfonía Resurrección”. En él hace un ejercicio ensayístico que hubiera sido del gusto de Borges, sobre el tema de la vida eterna. Desechando los argumentos en contra del fundamentalismo ateo así como los argumentos a favor, anclados en la teología del siglo XIII, aborda la cuestión desde la convicción personal que suscita en el Trías melómano la identificación fraternal con Gustav Mahler y su forma de vivir una fe personal, sin ataduras que pusiesen limites a su imaginación musical ni a su religiosidad o concepción teológica, concepción que, por lo que hace a la Eternidad, tiene su expresión juvenil en la Segunda Sinfonía, con treinta años, y se confirma en la madurez con la Octava.
Más allá de la belleza literaria (que ya es una verdad) admiro en Trías esta forma de dialogar con las artes, desde la total libertad imaginativa. No es una propuesta nueva del filósofo catalán. En ocasiones anteriores ha tomado pie en obras artísticas (por ejemplo, la película de Hitchscock “De entre los muertos”, titulada entre nosotros como Vértigo) como recurso motor del ejercicio de pensar y entender realidades “fronterizas” con la razón. En el arte se expresan sentimientos, emociones y pasiones que permiten una apertura de lo puramente racional más allá de sus límites.
Trías, al enfrentarse al tema de la Resurrección, parte de una afirmación de Espinosa que creo fundamental: “El deseo es la esencia misma del hombre”. Según sea tu anhelo -concluye- así serás tú. La experiencia de no desear la inmortalidad la han tenido y expuesto muchos. Así, por ejemplo, Borges. Esas personas no quieren ser nada tras la muerte. Desean la nada. Les falta el Gran Anhelo de eternidad que han tenido otros, como por ejemplo –torturadamente- Unamuno. Se trata, por tanto, de un deseo personal, que no todos experimentan, sin que podamos prescindir de este deseo en la labor hermenéutica de la obra de un autor. Negar con argumentos la verdad de este sentimiento es inútil y erróneo en términos intelectuales.
Tal como lo experimento yo, el deseo de Resucitar, de volver a la carne, es quizás más un anhelo de reencontrar a los seres queridos que perdimos. Es un deseo “para ellos”, más que para nosotros. También es un deseo de “justicia final”, ante la irreparable injusticia de la muerte y la enfermedad en este mundo. Otra vida pondría un final feliz, permitiría reestablecer el orden en tantas injusticias de este mundo. Como dice Trías, sentimos que si hay vida eterna, la tragedia se convierte en comedia. Los misterios dolorosos, a través de los misterios gozosos, se transforman en misterios gloriosos.
No sé si hay otra vida. Tampoco tengo ese anhelo. Sólo un deseo abstracto de justicia. Deseo que triunfe el amor sobre el mal. Y eso es lo que probablemente deseaba Mahler.
De la misma forma en que la vida fetal es perfecta y cálida, y sin embargo hay una separación traumática para pasar al verdadero mundo ¿por qué no puede ser esta vida un estado fetal en el que nos transformamos para dar el paso a un estado nuevo que “es” la vida verdadera? Tan insólito nos puede parecer vivir esta vida “preparatoria”, como al feto que haya todo un mundo fuera de la placenta. No estamos dotados de los sentidos necesarios para salir abarcar otra realidad posible. Sólo la fe, una fe personal que no se basa en argumentos ni lógica, puede dar ese paso. Sólo el deseo de que un sueño infantil sea la verdad ignota de la vida: la eternidad como horizonte amoroso del ser humano.

2 comments:

  1. Anonymous10:38 AM

    La justícia y la razón parece que debieran ir de la mano...y lo parece por una cuestión ética: la asocación judeocristiana entre bondad, belleza y justícia. ¿Es cierta? ¿De veras podemos entender que lo justo y lo bueno van de la mano? La consecuencias que nos propone repsonder afirmativamente ya las sabemos, son las que tú has expuesto: el anhelo de una redención de justícia.
    Las negativas son trágicas, y tú también las conoces: no hay prórroga, ésta es una final a partido único en la que cuando llega el minuto noventa los focos se apagan y el estadio deja de rugir y en la que da igual que ganes o pierdas, siempre habrás perdido.
    Ante todo ésto, ¿qué hacemos? Mi respuesta son los sueños humildes: una casa, hijos con los que revivir la ilusión, alguien a tu lado con quien compartir la piel, amigos sinceros y leales...¿a que no son tan humildes?

    ReplyDelete
  2. Hola Anónimo lector. Lo de la justicia es un hambre y una sed, un deseo. Un deseo de que sea hecha justicia a tantos. Deseo de finales felices, de reencuetros. De que el amor venza al mal. Para mí el Evangelio es eso: una historia de amor con final feliz. Cuando muchos experimentaron entre ellos la presencia de un hombre cuya muerte habían vivido como el fracaso de la justicia en el mundo. Entonces, al experimentar esa presencia, se llenan de alegría y salen de sus casas como borrachos: cambian radicalmente, ya no volverán a tener miedo. Esa experiencia da sentido a sus vidas. Es lo que cuentan tambien los que han experimentado la pre-muerte: la muerte pierde su aguijón a partir del momento en que han tenido la experiencia de que hay vida detrás de la vida(aunque esa vida sea el efecto de una actividad cerebral residual, qué se yo). Es verdad que el hecho de que deseemos algo no quiere decir que ese deseo sea satisfecho. Pero alguien nos ha dicho que sí lo será...y podemos elegir creerle: por el ejemplo de su vida, porque su respuesta es la MÁS BELLA, porque es LA QUE DA SENTIDO, la que hace vencer al amor. Es la respuesta de un Dios que se ríe. Y que crea todo esto por amor, para que sepamos qué es amar. Además YO SOY EL QUE TENGO QUE ELEGIR LA RESPUESTA. Y sabemos tan poco...Nuestra razón es tan limitada. Yo sólo sé cuando me emociono.
    De todas formas, creo que la fe es como un regalo, pero no es necesaria. Es el amor el que da esa eternidad a la vida. Estoy contigo: tu respuesta salva, aún sin fe, aún entre oscuridades.

    ReplyDelete