Thursday, June 28, 2007

PLACERES

En ocasiones, el deseo de vivir disminuye y la vida nos parece aburrida y gris. Para esos momentos convendría repasar la lista de aquellos placeres que no fallan. Todos tenemos la nuestra. Buñuel escribió la suya en “Mi último suspiro”. “Adoro y detesto” va diciendo y transcribe (con evidentes galicismos) su amigo Carrière. En “Deleite”, el autor teatral J.B. Priestley, acusado por su familia de huraño y gruñón, asume su propia vindicación de hedonista, enumerando y describiendo sus placeres cotidianos, desde los jardines al rumor de las fuentes, de los baños con sales aromáticas hasta su tabaco preferido. Sus rituales y sus manías. Todo muy inglés, no como Buñuel, al que encantaban las arañas, los disfraces religiosos y las armas de fuego.



Estas enumeraciones y descripciones voluptuosas pueden devolvernos el pulso en esos días oscuros, de insoportable tedio vital (spleen que, probablemente, acompaña a los cambios de estación y, con seguridad, a los días que suceden al del propio cumpleaños). Por eso, recordaré alguno de mis placeres.

Los churros con café y chocolate son armas seguras a favor de la alegría. Los tengo asociados, desde la infancia, a los días de fiesta y cama prolongada. Así, hoy un día normal, con churros de por medio, se convierte en algo especial (amo Madrid por esto). Rememoro al mojar el churro en la taza, ese sabor de la infancia, de mis desayunos de domingo en la cama, cuando mi madre nos traía los churros de la calle Mañueta, junto con el “Trueno Color” y las revistas ahora llamadas “del corazón”.

Dormíamos juntos entonces en una gran cama familiar, donde compartíamos durante horas la lectura morosa de nuestros tesoros respectivos del domingo. Allí aprendí a leer, perdido entre las sábanas, en las que a veces quedaba atrapado (descubrí así el terror junto con el placer y la lectura). En aquella cama a la que inevitablemente vuela la imaginación como el lugar exacto del paraíso (del que sería arrojado al alcanzar la edad correspondiente, a buscarme la vida del placer y la lectura solitarios).

2 comments:

  1. Ay, que ganas de me ha entrado de comer churros. Esperando estoy que sea domingo.
    Uno de mis recuerdos más placenteros está unido al cine, mejor dicho a una sala de cine de Zaragoza a donde mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí para ver películas, una detrás de otra, junto al bocadillo de queso y las chocolatinas.
    Era un cine con un olor especial, o eso me parecía a mí. Ahora esta abandonado, quizá lo rehabiliten algún día. De momento evito pasar por allí porque me duele mucho verlo tan deteriorado.
    El cine significaba libertad, horas de magia, bocadillo y risas, muchas risas. ¿Se puede pedir más en la infancia? supongo que sí, pero para mí esto era un PLACER.

    Un abrazo placentero

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  2. Churros y Capítán Trueno. ¡Qué buen gusto! Quiero decir que coincido con el tuyo.

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