Thursday, October 11, 2007
SENTIR
"Paladear". De repente está hablándote alguien interesante. Alguien que te cuenta cómo hace quince años repitió el viaje de Colón, con tres carabelas, al mando de treinta y nueve hombres; que te explica el arte de la cartografía en Italia, los alisios y contraalísios, por qué Americo Vespucio aunque era italiano llevaba veinticinco años viviendo en España, dirigiendo los embarques en el puerto de Indias, cómo pudo encontrar Colón su ruta, cómo la tecnología de los viajes marinos era distinta en el Mediterráneo y el Atántico (Enrique el Navegante), cómo la autonomía de un periplo marino era de treinta y cinco días, como máximo, porqué las muertes, el hacinamiento en las bodegas de aquellas embarcaciones, con doscientos jinetes y sus caballos, cómo se contaban cada día dos o tres cadáveres arrojados al mar. Alguién -frente a tí, que no conoces- vestido con el uniforme de gala de la Armada (blanco impoluto, lleno de condecoraciones, una cruz al cuello), un navegante alto, de barba entrecana, seco de carnes, que te transmite con su gesto, con los ojos, el placer de la aventura, la ciencia de la navegación, la historia de los descubrimientos..."Paladear". Estar ahí. Presente y sin prisa, disfrutando ese encuentro casual, ese momento regalado por el azar, en un acto institucional en el que uno no esperaba sino encuentros formales. Sentir que la velocidad puede desaparecer, que podemos dejar de mirar el reloj, dejar de mirar a los lados buscando el siguiente interlocutor, dejar de preguntarnos qué hago yo aqúí, qué sentido tiene esto. Convertir el tiempo en algo propio, en algo que puedo vivir como quiero, cuando quiero. En algo mío, quieto, detenido.
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Paladeemos pues el tiempo. Adquiramos los ojos de mirar lento. Cuando la carabela llegaba a tierra tenían caballos y caballeros de tanto mirar mar y cielo los ojos verdosos. El tiempo lento es el único que le cuesta perderse.
ReplyDeleteTengo al tiempo en su doble vertiente, el que hace que mi vida tenga el sentido de mis huellas y el demoledor que con su engranaje nos convierte en polvo , en nada...quizá este tiempo pausado del que hablas sea un afluente más de la vida, pero cuesta saberlo y sentirlo, normalmente vamos como ausentes y el reloj nos determina los pasos y la medida...tiempo de saborear una conversación...buena reflexión...abrazos.
ReplyDeleteCierto, el tiempo se nos va en prisas. Lo utilizamos en demasía como un negocio. Nos jodió el tiempo es oro que convertimos en el tiempo se escapa y hay que correr tras él, Cuando paramos agotados no entendemos nada…. Ya no podemos entender nada.
ReplyDeleteUna mirada bastante romántica de la Conquista y tal vez eso mismo sea lo que debamos hacer con el tiempo y sea uno de los pocos regalos que nos trae aparejada la vida, hablo de la posibilidad de degustarla con todos los sentidos.
ReplyDeleteLlegué a ti buscando seguidores de la obra de Javier Marías.
Un abrazo
Que bien se está cuando se está bien. Cuando nos miramos desde el extra-yo y nos reconocemos mejores que intra-yo. Cuando con los puños rompemos la coraza, dejamos el corazón en punto muerto y nos mezclamos con la vida. Que bueno, saberse uno y sentir. Hasta la levedad del ser apacigua el alma.
ReplyDeleteMe alegra que vivieras un tiempo loxodrómico y Mercator.
Fuerte abrazo
Qué bonito, Cerillo, eso de los ojos verdes de mirar el mar y el cielo. Como cuando mira un padre a una hija pequeña que baila y da un traspiés y ese momento de gracia detiene el tiempo. El día que digo miraba a los zapatos blancos, miraba a las cruces de colores, miraba a las manos se extendían. Es mirar es lo que ralentiza el tiempo. Una conversación, Fernando, debe poder recogerse en esas miradas, en esas pausas y silencios (todo eso a lo que tenemos miedo).
ReplyDeleteAntonia, qué tal, bienvenida. Marias me gusta entre otras cosas porque multiplica el tiempo mediante las palabras, también deteniéndose en una mirada que ve las cosas, los detalles (Corazón tan blanco es un prodigio de análisis de las miradas). Si se pudiera vivir a ese ritmo, todo tendría la profundidad que echamos en falta.
Una profundidad de miradas como las que hay en tus poemas, Aviador: esa mirada sin palabras a esa mujer con la que no vamos a conversar, en la esquina de la vida, pero con la que estamos haciendo la vida juntos al mirarnos.
Lo que dificulta ese tempo lento son los pensamientos: en un coctail, como el que cuento, ese miedo a acaparar al otro, el miedo a desatender a otros, el miedo a ser acaparado más de lo que estamos dispuestos, la necesidad de no dejar sólo a aquella otra persona. Todo esto, que es puro pensamiento que nos reitera sus frases, como una voz de fondo y se interfiere en lo que sucede; frente a ello la realidad: estamos a gusto(y le dedicamos a ese encuentro el tiempo que sea, el que queramos). Parar el pensamiento y la palabra es parar el tiempo. Hacer vacíos, abrir espacios a la mirada, que ve.
Abrazos.
Me gusta y me apunto.
ReplyDelete(Besos gordos. Aquí, viviendo...)
Deberiamos asber hablar así, como si la tarde siempre fuera de verano cuando se hacen interminables las horas y las palabras parece que navegan entre nosotros, allí en esos carmenes de la tierra que te cobija, rodeado del frescor de algún árbol...oyendo el discurso suave del agua de una fuente y el ir y venir de los pájaros...abrazos.
ReplyDeleteYo también me apunto a ese "no transcurrir", o transcurrir desde dentro, podríamos decir. De todas formas, a pesar de la vorágine y el vértigo, de vez en cuando la casualidad brinda momentos largos como los que has descrito tan bien, y de pronto ahí hay un cierto reconocimiento en un tiempo más propio. Algo de eso he querido quizás también decir en el post que he dejado en Pandeoro, a propósito de tu remembranza de la bahía de Nápoles, que me gustó mucho. Así que gracias.
ReplyDeleteUn abrazo.
Hola Princesa. Allí, en Pamplona, empezará ahora la temporada del Baluarte, empezará la belleza del otoño y esa cantidad de colores en los árboles (miles de árboles) de los paseos (tantos paseos) de la ciudad. Ese otoño que es maravilloso allí, cuando la lluvia nos lleva a los interiores, a la intimidad de los pubs (de San Juan, de Iturrama...) cuando vuelve el ambiente universitario a poblar de juventud las calles. Disfruta de todo eso que (desde el Sur) recuerdo. Un gran beso, recordándote allí.
ReplyDeleteAmigo Fernando. Se acortan las horas, es verdad. Las noches aquí, en los patios que dices, aventando ráfagas de frecor, con el puntear del cuco (y a veces, el chirriante sonido de la chicharra), con el tiempo por delante...eso termina. Hay que recoger las sillas y los veladores. A mí es algo que me apena. Pero la naturaleza es bella también en este tiempo de cambio, propicia al paseo y a la rebeca. Es otro tiempo más íntimo y resguardado. Pero también tiene recodos de paz. Yo ya encendí el brasero el otro día. Apetecía. Un abrazo (recordando mis días en Zaragoza, cuyo otoño es quizás el mejor periodo del año).
ReplyDeleteLuisa, me alegra tenerte por aquí. Bienvenida. Me gustó también mucho tener por tí noticias de Sicilia, donde no he estado, pero que quiero conocer. La foto de la costa Amalfi. Qué bella Italia. Te he dejado en el blog unas citas de Vila Matas sobre Nápoles, ciudad que me quedó como me quedó Lisboa, con un sabor romántico y contradictorio. Un abrazo.
ReplyDeleteMe ha encantado: y paladera porque el sabor queda en la boca por un buen tiempo...
ReplyDeleteGracias, Malvisto y bienvenido. Saludos.
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